Jorge Sansó de la Madrid / La Capital
El gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, es ahora el competidor de Carlos Menem en la interna justicialista, tomando la posta que el santafesino Carlos Reutemann declinó, abrupta, sorpresiva y enigmáticamente. Entre los peronistas santafesinos existe una mezcla de sentimientos. Para quienes veían que la defección de Reutemann lo podía poner en la senda de Carlos Alvarez, fue una noticia que permite respirar. Esa corriente de opinión dentro del oficialismo es la que todavía se sorprende porque su jefe pudo haber cometido lo que para ellos ha sido un mayúsculo error: mencionar que se bajó de la candidatura luego de ver algo inenarrable. Tienen razón. Pasará mucho tiempo hasta que se disipe de la política argentina la sospecha profunda que sembró el Lole y que, para colmo, abonó con el misterio. En el imaginario colectivo cualquiera de las deslealtades, desprolijidades o actos de corrupción que susciten en la arena política tendrán que ver con aquel espanto que asustó a Reutemann. La suya, en lugar de haber sido, como se presumía, una decisión meditada, terminó siendo una decisión obligada. Precisamente por eso que dijo que vio. No fueron pocos los reutemistas que han considerado que la intervención quirúrgica que mantendrá al mandatario provincial por algún tiempo alejado de la ajetreada interna fue el atajo que se alzó en el momento oportuno en que éste había entrado en una espiral de explicaciones confusas y contradictorias, fortaleciendo la idea -que dicho de paso ha tomado más de un medio de prensa nacional- de una huida espantada. Lo que afirmado en buen romance y sin la generosidad que los reutemistas desearían, utilizan como sinónimo de falta de coraje. El coraje está en duda Alguien que no tiene coraje para enfrentar una interna no la tiene para gobernar un país en el que los períodos críticos han sido más frecuentes que las bonanzas. Urgía sacar a Reutemann del medio de estas deducciones. La operación de su tendinitis y la aceptación de De la Sota permitirán ahora a los hombres del gobernador secarse el sudor de la frente. Queda todavía esperar cuán profundo caló en la imagen del gobernador su irrupción con una negativa, cuyas razones dejaron sin habla a todos. Cierto es que todavía las encuestas nacionales (para el caso aún no cuentan aquellas que se hacen en la provincia) develan que la ciudadanía ha visto mayoritariamente con buenos ojos que Reutemann no se prestara a un juego que supone contrario a sus convicciones éticas y republicanas. Pero en la Casa Gris hay quienes han refrescado la memoria de que un derrotero similar recorrió en la gente la renuncia de Carlos Alvarez a la vicepresidencia. Lo que primero fue una plausible actitud ética por parte del segundo de De la Rúa de pegar un portazo para denunciar que no podía enfrentar la telaraña de corruptelas que corroía al Congreso devino a poco en una extendida reprobación y posteriormente en un generalizado -y tal vez injusto- reproche. Nadie cambia nada yéndose, se le ha recordado a Chacho Alvarez desde todos los rincones de la vida nacional y una de esas voces también fue la del gobernador Reutemann, para quien con esa dimisión comenzó la hecatombe que habría de empujar inexorablemente por la cuesta a la administración aliancista y sumiría al país en una de sus horas más confusas y peligrosas. Si Alvarez con su renuncia impidió que nada cambiara, Reutemann podría favorecer -como dicen Elisa Carrió e incluso los peronistas Kirchner y Rodríguez Saá- el retorno de Carlos Menem. Esto en el electorado del Lole todavía molesto con el ex presidente puede ser una mácula para el gobernador. No se sabe cuán dañina todavía. Paralelamente a quienes dentro del espectro del peronismo provincial opinan que lo mejor para preservar a su jefe por ahora es sacarlo de la escena, están quienes se resisten a dejar morir el sueño presidencialista. Alientan un retorno, imaginan plagios al 17 de octubre y vaticinan que Carlos Menem no llegará a la interna. Un dato interesante, sobre el que no queda claro si forma parte de una mera expresión de deseos o está sustentado en alguna apreciación más verosímil. Ciertamente preocupa al ex presidente la persistencia de altísimos niveles de mala imagen que le arrojan todas las encuestas, al igual que la escasa cosecha de votos que obtiene en los sondeos. Algo en lo que ya para esta altura -con su candidatura lanzada a pleno- esperaban que comenzara a dar señales de variación. El plato fuerte del discurso menemista era la dolarización, desde la que prometía recuperar la economía del país, el crédito y el bienestar general. Pero esta semana sufrió un revés concluyente: la declaración del FMI de que se opone a tal medida en la Argentina, dicha además por la segunda del organismo Anne Krueger, que para quienes conocen ese mundo habla, además, por boca de la Secretaría de Estado norteamericana. De ser así, ni el FMI ni EEUU quieren oír hablar de dolarizar la Argentina. Menem perdió de ese modo no sólo el sustento de su oferta económica, brindada con la seguridad de contar con el respaldo de los Bush, sino que perdió el respaldo de los Bush frente a los ojos de los votantes de clase media argentina. Para la opinión pública nacional no importa cuán amigo resulte el ex presidente Menem de la familia gobernante en el país del norte sino que está claro que las señales que aquellos le enviaron distan de ser positivas. Estas razones harán que Menem no llegue a la interna, piensan algunos reutemistas. Estas razones -entre otras- tuvo en cuenta De la Sota, dicen en Córdoba. No se sabe si en los planes de los santafesinos que alientan, en contra de su voluntad todavía, volver a empujar al Lole a la senda presidencial estaba el arranque del cordobés. Por lo pronto Reutemann está anímicamente afectado. Más incluso de lo que ha admitido en público, por haberle dicho que no a una oportunidad que la historia parece concederles sólo a unos pocos elegidos. Preguntas que preocupan Debajo suyo también están afectados. Saben que pelear una reforma constitucional, más allá de algún intento, es un callejón todavía intransitable y que difícilmente puedan -como se pensó- unificar las elecciones provinciales. Entonces surgen dos principales interrogantes entre los muchos que desvelan a los muchachos peronistas. Qué será Reutemann después de terminar su mandato en diciembre de 2003 y cómo frenar el desbande de sus tropas ante las acciones de tentación que en breve iniciarán Menem, De la Sota y Rodríguez Saá. Los más desesperados hablan incluso de cómo preservar el futuro del reutemismo. Ninguno sabe ni sabrá hasta el último día si el Lole volverá al Senado cuando abandone la Casa Gris o se irá a su casa. Pero todos tienen la certeza de que necesitan recrear una expectativa en torno a su líder para poder planificar cualquier subsistencia, comenzado por la gobernabilidad hasta el 2003 y siguiendo por el anhelo de conservar el poder dentro de la estructura partidaria. Por ahora la expectativa presidencial ha fenecido y no parece fácil volverla a resucitar. Reutemann tiene sobre sus espaldas las decisiones que importan una obediencia ciega para la mayoría de los peronistas de Santa Fe. Ahora el gobernador deberá decidir a qué candidato presidencial apoya o si no apoya a ninguno. En cualquiera de los casos sabe que habrá dirigentes que marcharán para un lado o para otro, formal o subrepticiamente. Es decir, se pondrá a prueba su liderazgo y no estará exento de las operaciones que él mismo advirtió. Al día después que temió a una aceptación para postularse a la presidencia sobrevino el día después de su negativa. Y este, al menos, durará hasta diciembre de 2003.
| |