Miriam vive aterrada. Camina a diario "mirando para todos lados" por temor a que la asalten. Los delincuentes aún no la sorprendieron, pero ya se llevaron las bicicletas de su marido y su hermano "a punta de pistola". Don Ceferino, en tanto, optó por calzarse una larga cuchilla en la cintura y asegura que no dudará en utilizarla para defenderse. Para Isabel, usar cartera ya es parte del pasado. "Si tenés, te la roban y corrés el riesgo de terminar arrastrada varios metros por el piso", asegura. Todos viven en barrio Triángulo, en la zona suroeste de la ciudad. Un lugar como tantos otros, donde la gente se atrinchera en sus casas y vive detrás de rejas y gruesos portones.
Son las tres de la tarde en Pedro Lino Funes al 3500. El hombre traspone primero un grueso portón de rejas y luego se topa con otro enrejado ubicado justo delante de la puerta de casa. Su mujer, que lo mira desde un pequeño postigo, le alcanza una llave. Sólo así puede abrir un gran candado y llegar hasta la puerta de su domicilio. Así se vive en barrio Triángulo.
"Tenemos miedo. Todos los días tenés que caminar mirando para todos lados. Es terrible", confiesa Miriam, mientras acelera el paso por la calle con su hijita de casi dos años. De sus tres hermanos, a dos ya los asaltaron. Al igual que a su marido, a quien le robaron la bicicleta hace pocos días.
El miedo no cesa nunca. "Te levantás a la mañana y ya estás pensando en cómo vas a hacer para tomarte el colectivo, porque todos los días le roban a alguien mientras está en la parada", asegura.
Casi todas las casas tienen rejas y en los tapiales ponen vidrios para evitar que alguien los escale. La postal no es exclusiva de este barrio, sino que es casi idéntica en todos los sectores de la ciudad.
Como en el far west
Don Ceferino tiene 72 años y hace 18 que vive en el Fonavi de Roullión y bulevar Seguí. Es un camionero jubilado que recuerda con nostalgia cuando "dejaba el camión en la puerta de casa y no pasaba nada".
Ahora los tiempos han cambiado. Se encierra en su departamento después de las seis de la tarde y lleva una gran cuchilla atada a su cintura para defenderse. "En este barrio no podés andar si no tenés un arma. La mayoría de los vecinos está armada", asegura, mientras se levanta el pulóver y muestra el puñal.
Isabel es otra rehén dentro de su propia casa. "Vivo encerrada con tranca y candado y casi nunca salgo a la calle", confiesa. Su nietita de meses ya no sabe lo que es pasear bajo el sol. "Eso se terminó hace rato, tenemos miedo de que nos asalten cuando salimos a pasear a la bebé", confesó.
En el departamento que comparte junto a su madre y sus tres hijos también se alojan dos perros. "Sin ellos no podría vivir tranquila", asegura.
En barrio Triángulo, las mujeres ya no usan carteras. Esa costumbre se perdió hace tiempo, cuando los arrebatadores ganaron las calles y la seguridad comenzó a extinguirse. Ahora, todas hacen las compras generalmente muy temprano, llevan muy poco dinero y tratan de volver a sus domicilios con rapidez.
Las costumbres cambiaron. Ya no se ven las familias en la vereda y son pocos los chicos que juegan con triciclos o bicicletas en las calles. Ahora, todo se ve distinto. El barrio está enrejado y con miedo.
D.V.