Año CXXXV
 Nº 49.546
Rosario,
domingo  21 de
julio de 2002
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Exigencias físicas y psicológicas de los exploradores del agua
Las sensaciones de los buzos que buscan al chico desaparecido
Rastrean entre el frío y la basura, a ciegas y con riesgo de quedar atrapados

Ariel Etcheverry / La Capital

"Normalizá la respiración y bajá lentamente. Te escucho bien ¿y vos a mí? ¿Te estás metiendo debajo de la basura? Ya te sumergiste, OK. ¿Cómo te trata el frío? ¿Estás bien? Tengo entre 80 y 90 kilos en el tubo, cuando tenga 50 te voy a sacar, ¿OK?" El oficial Sergio Sosa está arrodillado, cigarrillo en mano y con la mirada clavada en el pavimiento, como si rezara un rosario frente a los manómetros de un tubo de aire comprimido conectado a una manguera. Transmite órdenes, pero fundamentalmente seguridad y confianza a través de un intercomunicador casero, aunque muy efectivo. En el otro extremo de la manguera, a varios metros de profundidad en la zona de Rondeau y Olivé, tragado en un acueducto tan ancho como la céntrica galería Rosario, se encuentra el sargento ayudante Edgardo Bustamante. Es mediodía, el sol trae alivio pese al pleno invierno y el operativo de búsqueda del pequeño Alan Perals se pone por tercera vez en marcha en lo que va de la mañana.
El Grupo de Buzos Tácticos (GTB) de la Unidad Regional I, al cual pertenecen Sosa y Bustamante, llegó a esta ciudad para aportar su experiencia de 25 años de actividad en el rastrillaje que se realiza en los mil metros del entubamiento del arroyo Ludueña, en donde el chico de Empalme Graneros desapareció el 9 de julio succionado por la fuerte correntada. Trabajan codo a codo con bomberos Zapadores y Voluntarios rosarinos.
Acostumbrados a moverse en condiciones extremas de dificultad, la operación de rastrillaje del ducto es de las más peligrosas y complejas que tuvieron que afrontar hasta hora. Falta de visibilidad, gran cantidad de residuos acumulados por años, saturación de gases por la putrefacción de esa basura y de animales muertos, riesgo a contraer cualquier enfermedad sin contar el peligro de quedar atrapado o sufrir heridas cortantes en un conducto que tiene una cámara de aire viciado para respirar de apenas 40 centímetros.
Esos son los obstáculos que en este operativo enfrentan los hombres de Santa Fe que cumplen una doble función en la policía. Porque además de ser buzos profesionales y ser convocados para trabajos tan diferentes como el rescate de cadáveres, el mantenimiento de obras de hidráulica o un rastrillaje subacuático por pedido judicial, los integrantes del GTB también desarrollan las tareas habituales de cualquier agente policial, lo que equivale a decir que arriesgan por partida doble la vida. No están en un cuartel a la espera de ser convocados por una emergencia. Mientras no haya ninguna novedad se suben a patrulleros, realizan tareas adicionales de custodia en bancos y comercios, cubren guardias en comisarías y caminan la calle.
Son en total 17 hombres, de los cuales 9 bucean y el resto realiza tareas de mantenimiento. Es el único cuerpo policial de ese tipo en la provincia de Santa Fe, ni siquiera Rosario posee un equipo de esas características. Las guardias son de 24 horas y se cubren en grupos de tres hombres, más un jefe.
En un descanso en la búsqueda del pequeño Alan, Sergio Sosa, jefe del grupo que buscó esta semana al chico, acepta conversar sobre su trabajo.
-¿Cuál es la dificultad más grave que presenta la búsqueda de este chico?
-Es una de las operaciones más complejas que tuvimos. El principal problema es que en caso de que se produzca un accidente o quedara alguno atrapado, no hay posibilidades de una salida rápida hacia la superficie. Se está casi todo el tiempo sumergido entre residuos y con muy poco lugar para respirar un aire ya de por sí enrarecido.
-¿Cómo es la preparación de un buzo para que trabaje sumergido en condiciones tan difíciles?
-Todo gira en la rigurosidad del curso de preparación. Generalmente esos cursos los hacemos en invierno, porque en esa estación le sacamos al hombre el mayor temple. El frío no puede ser un obstáculo para trabajar. Lo ideal sería que el agua estuviera templada y que fuera clara, límpida, pero es todo lo contrario. Siempre tenemos visibilidad nula, y las correntadas y el viento son factores que inciden en las operaciones y elevan el riesgo. Tratamos de hacer una buena preparación en cursos de tres o cuatro meses. Luego al hombre se lo entrena progresivamente en ciertas actividades. No lo largamos a hacer un trabajo solo, siempre va a acompañado de un buzo experimentado.
-¿Cómo es trabajar en ríos con oscuridad absoluta?
-El buzo debe tener una condición psicológica especial. Tiene que ser una persona tranquila para trabajar. Se requiere mucha paciencia porque en la profundidad el trabajo es muy lento. Muchas veces, en el lecho del río nos encontramos con elementos cortantes (anzuelos, brazoladas, espineles, mallas, hierros) y el desplazamiento es muy lento, hay que hacerlo con una guía. Utilizamos un fondo (algo pesado) que nos guía para movernos.
-¿Lleva mucho tiempo aprender a conservar la calma?
-Depende del hombre y de la práctica que tenga como buzo. También tiene mucho que ver la experiencia que sólo la da el trabajo. Generalmente, el buzo más experimentado hace las operaciones más riesgosas y el novato lo asiste y aprende.
-¿En algún momento sienten miedo? ¿Cómo lo dominan para trabajar?
-Con práctica. El miedo es una condición natural del hombre. Nadie le puede imponer al otro tranquilidad o seguridad para hacer este trabajo. El que diga que no tiene temor a que falle algo, miente. El que trabaja en esta actividad sabe que siempre está latente la posibilidad de que se produzca un problema debajo del agua. Siempre se piensa en eso, pero hay que tranquilizarse y confiar en el grupo humano. La seguridad nos la proporcionamos nosotros mismos, con la experiencia y con el apoyo del equipo. Por suerte nunca en 25 años tuvimos un accidente de buceo.
-¿Cómo enfrentan la búsqueda de cadávares?
-El hallazgo de un ahogado siempre supone un fuerte impacto para el buzo. Uno se mueve en la oscuridad, al tacto, y de golpe toca algo blando, a veces pegajoso. Lógicamente eso causa impresión, pero lo que le puedo asegurar es que el trabajo se hace con la mejor voluntad. Estamos preparados para eso, sino ni siquiera podríamos meternos en el agua.
-¿Hacen algún test psicológico antes de ingresar al grupo?
-Sí. El aspirante además realiza un examen físico integral basado en las condiciones que debe tener para el buceo y para detectar síntomas de problemas cardíacos o sinusitis. Pero lo principal es el aspecto psicológico. Un hombre que se pone nervioso o con problemas emocionales no puede dedicarse a esto.



"Hombres con problemas de emoción no pueden hacerlo". (Foto: Daniel Carrizo)
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