Las tres mujeres no lo podían creer. Cuando un oficial de guardia les explicó por qué las habían conducido hasta la comisaría 11ª como si se tratara de delincuentes comunes, creyeron que tal vez todo se trataba de una simple broma. No lo era: el procedimiento policial iba muy en serio y las mujeres se terminaron de dar cuenta cuando el oficial y el sumariante elevaron el tono de voz y las amenazaron con mandarlas a un calabozo hasta que confesaran su delito. Entonces comprendieron que estaban en problemas porque las acusaban de robo. Y el botín, según los policías de la seccional, había sido...un gato. El insólito episodio ocurrió el fin de semana y ya originó dos causas judiciales: una es la que inició la comisaría 11ª contra las tres mujeres por el supuesto robo del gato, y otra es la que instaron ellas para denunciar el mal trato al que fueron sometidas mientras estuvieron demoradas. El gato en cuestión, cuya raza y demás características particulares se ignoran, desapareció de su hogar hace varias semanas. Según parece, su propietario hizo la denuncia porque está convencido de que se lo robaron. Aunque su identidad es una incógnita, no es descabellado suponer que por alguna razón desconocida podría tratarse de alguien con buenos contactos en la seccional del barrio. De otro modo no se podría explicar por qué razón los uniformados pusieron tantas energías para darle curso a una investigación que muy pronto arrojaría resultados. Al parecer los hábiles detectives de la seccional hicieron una prolija tarea de inteligencia que rápidamente permitió identificar a las tres sospechosas. Al cabo de la pesquisa las mujeres fueron citadas a la comisaría de Lamadrid al 300 bis y quedaron boquiabiertas al escuchar la razón por la cual quedarían demoradas. Todavía no sabían que les esperaba vivir momentos aún peores, como cuando uno de los policías las amenazó con encerrarlas junto a los presos comunes porque se resistían a aceptar la insólita imputación que acababan de hacerles. El lunes las mujeres fueron a los Tribunales e hicieron la denuncia por maltrato policial ante la fiscal Adriana Camporini. Allí contaron cómo fueron "ultrajadas moralmente" (así lo describió un funcionario judicial que pidió reserva de su nombre) por el oficial de guardia y el sumariante. Camporini pidió la apertura de un sumario y el caso recaló en el juzgado de Instrucción a cargo de Adolfo Prunotto Laborde, quien ya le dio el sumario a la División Judiciales de la Unidad Regional II. Mientras tanto, lo poco que se sabe es que el gato sigue sin aparecer. Al menos los vecinos que viven en jurisdicción de la seccional 11ª pueden estar tranquilos: como se ve allí se investigan todos los delitos, por menores que parezcan. Y después dicen que hay inseguridad.
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