cartas

¿Cuántas veces más?

No paramos de creer. De creer y de equivocarnos. En 1989 creímos que con la democracia de Alfonsín comeríamos, nos curaríamos y educaríamos. Por el contrario lo vimos hundirnos en la hiperinflación, en el caos de los saqueos, traicionarnos y finalmente abandonar el gobierno unos cuantos meses antes de cumplir con su mandato: nos equivocamos. En 1989 y 1995, encandilados por el imán de su personalidad provinciana y caudillesca, creímos que siguiendo a Carlos Menem no saldríamos defraudados, tendríamos salariazo y revolución productiva y, por si todo eso fuera poco, nos habríamos convertido, súbitamente, en altos, rubios y de ojos azules al mejor estilo USA. Nada de eso pasó. El provinciano dejó el camino sembrado de minas explosivas y, encima, nos dejó en pelotas, nos vendió (o enajenó) hasta los muebles viejos: nos equivocamos. Hartos ya de estar hartos y cansados de tantas mentiras creímos en 1999 que la imagen impoluta de Fernando De la Rúa, Chacho Alvarez y Fernández Meijide, entre otros, nos devolvería la dignidad de un pueblo serio y nos alejaría de la "fiesta menemista". Lejos estábamos de acertar. Chacho demostró una vez más la impotencia histórica de los sectores progresistas, filo izquierdistas, de gobernar, y renunció; y De la Rúa, fiel a la ineptitud de la más fina estirpe radical, demostró que sentado al sillón de Rivadavia no tenía la más mínima idea de cómo gobernar y llamó a Domingo Cavallo, uno de los hacedores de la trágica "fiesta menemista": nos equivocamos. Algunos piquetes por aquí, unos cuantos millones más de pobres e indigentes por allá, y varios muertos por aquí y por allá; además de miles de desocupados más y cinco presidentes que nadie eligió en no más de una semana, donde finalmente ninguno gobernó los destinos del país, nos hicieron pensar, creer más bien, que Carlos Reutemann sería la solución a nuestra patria. Pero se mancó antes de largar, diría un burrero. ¿Cuántas veces más deberemos equivocarnos para depositar nuestras esperanzas en alguien que no nos defraude?
Lalo Puccio