Año CXXXV
 Nº 49.541
Rosario,
martes  16 de
julio de 2002
Min 8º
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Editorial
Gran momento del deporte

En un país agobiado por la crisis y con escasos motivos para el festejo, el deporte nacional se empeña en escapar a la norma de este amargo presente y prosigue con su cosecha de lauros que contribuyen a hacer más grande y rica su historia. Cada fin de semana, en algún lugar del mundo, seguramente un deportista argentino ofrecerá motivos para arrancar una sonrisa y el reconocimiento general.
El mérito de muchas de estas performance es mayor aún porque tienen lugar en medio de una orfandad absoluta de apoyo económico. El bicampeonato Panamericano logrado por el handbol, los logros de Meolans en natación, las buenas perspectivas del básquet para el Mundial de Indianápolis en agosto y el poderío de la selección de vóleibol -más allá de algunos altibajos-, son datos que reflejan un momento promisorio. Los renovados éxitos de la legión de tenistas, el triunfo de Romero en el Abierto de Escocia de golf, el título del mundo en boxeo de Narváez y la vigencia del hockey -la rosarina Luciana Aymar es la mejor jugadora del mundo-, sirven para reafirmar esa idea.
Claro que en la mayoría de los casos se trata de esfuerzos individuales y hasta anónimos de atletas que no se resignan ante la falta de fondos, estructura y compromiso de parte de las autoridades nacionales, tal vez urgidas por prioridades más acuciantes y dolorosas. Esfuerzos, por otra parte, que muchas veces naufragan en el intento y no se ven premiados por el triunfo. Esos casos son, también, dignos de elogio y respeto.
No siempre los dirigentes de las distintas disciplinas están a la altura de los acontecimientos; entre la falta de ideas innovadoras y las rencillas que desdibujan su papel, se consume una función que es vital para la concreción de los objetivos trazados.
Sin ánimo de trazar paralelismos simplistas, el ejemplo de los deportistas bien podría ser tomado como espejo por el resto de la sociedad y, básicamente, por quienes tienen responsabilidades de gobierno. El esfuerzo individual no logrará cambiar la realidad, pero muchas voluntades aunadas en idéntico sentido, comprometidas detrás de un objetivo, por encima de intereses mezquinos y ambiciones de poder, pueden comenzar a torcer un destino que el país no merece.


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