Mauricio Maronna / La Capital
¿Qué vio el Lole? Cuando los diarios del domingo pasado dijeron casi sin sutilezas que el dilema de la Argentina era "Carlos Reutemann o el caos", el gobernador terminó de definir lo que hasta ese momento era una intuición: rechazar su postulación a la presidencia de la Nación. En el camino hacia esa decisión, recibió como un chantaje la posición de Elisa Carrió de plantear "una abstención" revolucionaria: "Quería que se vayan todos; bueno, yo me fui". En una entrevista de casi cuatro horas con La Capital, Reutemann (quien elogió a Eduardo Duhalde) admitió que Rubén Marín podría haber sido su compañero de fórmula y que Mauricio Macri era su preferido para competir por la Jefatura de Gobierno porteña. Por primera vez, además, reconoció que se reunió con un enviado de Carlos Menem que le propuso ser candidato a vice de la mano del riojano. Descarnado y con honestidad brutal, el santafesino cerró el reportaje con una frase cargada de connotaciones emotivas: "Tengo una herida muy profunda que se mantendrá hasta el día en que me muera". -El país se pregunta qué fue lo que vio y no le gustó. ¿Puede responderlo? -Sí. Fue una sucesión de cosas. La primera es que se planteó "Reutemann o el caos", una enorme falacia, un exabrupto. No hay un salvador ni un imprescindible. El fin de semana algunos medios avanzaron con ese exabrupto, lo que me impresionó muy negativamente porque me colocó en la posición de salvador de la patria: tenía que solucionar de inmediato, apenas dijera que aceptaba la postulación, todos los problemas del país. Me cargaron de entrada una mochila de plomo, y me la pusieron cuando ni siquiera había decidido ir a una interna que se iba a realizar en septiembre ¡cuándo las elecciones generales están fijadas para marzo! -Pero hubo algo más. -En el momento en que estaba por dar a conocer mi decisión Carrió exigió que si no se le daba curso inmediato al "que se vayan todos" ella no competía y empezaba a militar la abstención revolucionaria: me hizo una jugada peligrosa, peligrosísima. Carrió le echó nafta al fuego: en vez de intentar pacificar generó más conflicto. Tengan en cuenta esto: la persona que estaba individualmente muy bien en las encuestas salió a militar la abstención. -¿Vislumbró que si las encuestas lo seguían dando al tope tendría que ir a una elección ficticia? -Ese argumento fue fuertísimo. Que mi principal adversario (en este caso adversaria) haya planteado que se vayan todos los legisladores, los jueces, todo el Poder Judicial fue muy fuerte. Salió a plantear eso cuando no era nada grave gobernar desde marzo hasta octubre. Se trataba de llegar a un acuerdo político, que era lógico y posible durante un tiempo escaso. ¿Quién le iba a impedir en el Congreso a un presidente legitimado por las urnas que saque las leyes más importantes para salvar a la Argentina? -¿Duhalde lo presionó? -La gran preocupación que tiene Duhalde es sacar al país del estado de postración. Y me dijo algo que me impresionó: que yo sería la única persona que podría pacificar el país y despertar confianza en otras fuerzas para emprender una epopeya patriótica. No me sentí condicionado, él dejó librada a mi voluntad la decisión final. En ese aspecto, Duhalde me jugó muy derecho, nunca pensó en condicionarme ni en pedir nada a cambio. Lo que no se justificaba era la presión mediática para que me defina por el sí. -¿Y por qué, en vez de esperar el tiempo justo de maduración de su candidatura, dijo que no? -Es que mi intuición me decía que no, y Duhalde lo sabía. -Su caso es inédito: rechazó la postulación cuando se convertía en el mejor posicionado. Los que se bajan son los que no tienen chances. -Sé que despertaba muy buenas expectativas a futuro, pero existía un largo trecho desde la fecha de mi decisión hasta el momento de las internas. Si tenemos en cuenta el armado de las listas y todo eso, era más complicado para mí el tránsito hasta el 24 de noviembre que desde esa fecha hacia adelante. Todos coincidían en que el que ganaba las primarias era el futuro presidente. -¿Se reunió o no con un allegado al menemismo que vino en avión a Santa Fe vía La Rioja? -Sí, vino un familiar de Eduardo Menem al que yo conocía desde mi paso por el Senado. El estuvo charlando conmigo, sí. -¿Y es verdad que traía un mensaje de Menem ofreciéndole la candidatura a vicepresidente? -Sí, también es cierto. En el mismo momento en que me ofreció ser el compañero de fórmula de Menem le dije que no. Ahora el electorado queda enfrentado en un escenario que tiempo atrás era impensable. Pero la que define es la gente, cada ciudadano sabrá a quién votar. Además, más allá de los peronistas, habrá otros candidatos, como Ricardo López Murphy, Patricia Bullrich... -Si Menem gana no van a faltar los que lo hagan responsable a usted. -No es así. La responsabilidad es de la gente, la que vota es la gente. Muchos me dicen: "Con tu nombre en el cuarto oscuro la cosa sería distinta". Carrió decía "que se vayan todos", y bueno, mi boleta no va a estar en el cuarto oscuro. -¿Es el primero en aceptar el pedido de "que se vayan todos"? -Sí, soy el primero. ¿Querían que se vayan todos? Bueno, ahí está el resultado: el Lole no está en el cuarto oscuro. -¿Es verdad que el dibujo que le cerraba para las internas era Reutemann-Marín como binomio presidencial y Macri como candidato a jefe de Gobierno porteño? -Sí. Marín es un gobernador exitoso y una figura catalizadora dentro del PJ. Cuando hay conflictos, Marín equilibra, serena, enfría. Es un gran dirigente. Y Macri tiene ganas de luchar por el país y sacarlo adelante. -Ahora habrá que hablar de "Lole 2007...". -Mire, el que logre arreglar medianamente las cosas se quedará un largo tiempo en el poder. -Lo mismo dijo apenas fue electo De la Rúa. -Es verdad. Pero apuesto a que el que gane, acierte, y que los argentinos vivamos mejor. Me juego: si al que gane las elecciones le va medianamente bien, se quedará hasta el 2011. Y en ese año yo seré más joven de lo que es Menem hoy (risas). Tal vez sea la hora de profundizar mi preparación en cuestiones económicas, técnicas. -Cuando apoya la cabeza en la almohada pensando en la oportunidad que dejó escapar, ¿qué siente? -(Suspira). Le voy a hacer una confesión. Ahora, cada día que me despierto, y me sucederá hasta el día en que me muera, estoy y estaré pensando en la oportunidad que rechacé. En este mismo momento en que estoy hablando con usted pienso en eso. Lo voy a pensar toda la vida, es una herida que me costará muchísimo cicatrizar. -Algunos lo tildan de "eterno segundo", de haberse "acobardado". -Si tuviese mentalidad de segundo haría la más fácil: le digo a Menem que quiero ser vicepresidente y le pido la mitad del gobierno. Antes de bajarme lo hubiera llamado a Menem para decirle: "Si me das la mitad del gobierno me bajo". Aunque están los impresentables de siempre que dicen cualquier cosa, yo no hago especulaciones: renuncié a ser candidato pensando en el bien común y en la patria. Yo juego sin red. Muchos creen que la política es huir hacia adelante y nunca retroceder, pero no es mi caso. La Argentina vive un momento histórico, la patria está herida por todos lados. Necesitamos serenarnos, curarnos nuestras propias heridas con nuestras propias manos y buscar un rumbo serio. Y en algún momento seremos un país serio. -¿Lo mejor es que Duhalde termine normalmente su mandato? -Duhalde hizo un esfuerzo enorme: quiere pacificar el país y simplificarle el escenario al presidente que venga. El se portó muy bien conmigo. Jugó con las cartas sobre la mesa y cuando planteó que yo era el único que podía llevar a la práctica un país previsible fue muy sincero. Me lo dijo en el 99 y me lo volvió a plantear ahora. -¿Está cerrada la posibilidad de que reconsidere la negativa? -Cerrada, está cerrada... El "operativo clamor" se dio una sola vez en la Argentina. La presidencia se me cruza siempre en el momento en que no la estoy buscando. Y no me parece razonable aceptar semejante responsabilidad cuando se presenta como una cosa no deseada. Pero tengo una herida muy profunda que se mantendrá por el resto de mis días, será eterna. Nadie debería envidiarme por estar en esta situación, vivo un momento durísimo.
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