| | Editorial Los ejemplos individuales
| En momentos como el presente, cuando todas las certezas colectivas parecen haberse diluido por efecto de la larga crisis, es cuando afloran aquellas individualidades que, dentro del marco del conjunto, deben ser consideradas como las mejores. Claro que el peso de ese adjetivo carece, en este caso, de cualquier vinculación con la esfera de lo competitivo. Se lo utiliza en un plano estrictamente moral, relacionado con la invalorable noción de ejemplo. Es que quienes en una situación como la actual reaccionan de manera positiva -es decir, hacia adelante y construyendo- y, además, dirigen sus acciones en beneficio del resto merecen ser destacados, sobre todo cuando en derredor suyo cunden el individualismo, las actitudes sectarias, el escepticismo o el desaliento. Si se repasan los ejemplares de La Capital pertenecientes a las últimas dos semanas se descubrirán, entre multitud de noticias que distan de estimular el buen ánimo, otras que dan cuenta de actitudes como las descriptas. El eje sobre el cual se sitúan puede definirse con palabras tan entrañables como participación, solidaridad, entrega. A modo de ejemplos: empleados bancarios que ayudan a los chicos del Hogar del Huérfano; un travesti que, en pleno barrio Las Flores, da de comer a medio centenar de personas; una escuela céntrica que les da la leche a setenta chicos sin recibir para ello un centavo emanado de las arcas del Estado. Son sólo tres casos, y si se quiere no tienen que ver con ninguna hazaña; apenas con la épica simple de la vida en comunidad. Pero bastan para reseñar la supervivencia, en esta golpeada Argentina, de valores cruciales en cualquier sociedad civilizada. Encarnados, además, en personas que no ocupan cargos vinculados con el ejercicio del poder: ladrillos sobre los que podrá edificarse una Nación mejor y nueva. Esos ejemplos individuales que se mencionan en el título de esta columna, de indudable vigencia a partir de hechos como los enumerados, son los mismos que provocan extrañeza al momento de hacer un balance sobre la Argentina como hecho colectivo. Sucede que existe un marcado contraste entre lo que sus individuos pueden dar y lo que logran plasmar cuando se reúnen. Acaso cuando esa flagrante contradicción comience a resolverse será el momento en que los argentinos demuestren que pueden ser un país, en el sentido más profundo que esa hermosa palabra incluye.
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