| | El cazador oculto: Un mundo de oportunidades
| Ricardo Luque / La Capital
¡Llegan las vacaciones de invierno! ¡Qué alegría! La exclamación pertenece a los niños, pero también a la gente del espectáculo que sueña con dos semanas de trabajo intenso, localidades agotadas y pingües ganancias. Un anhelo que en momentos de crisis como el que está viviendo el país es una gran ayuda para poder seguir adelante. No hay que olvidar que el negocio del espectáculo ha sufrido en carne propia las restricciones que impuso la recesión a los argentinos. Películas, obras de teatro, recitales y conciertos han visto reducida la cantidad de espectadores que asiste a sus funciones. Incluso la escasa venta de entradas obligó a que se suspendieran actuaciones de figuras de alcance nacional. En ese contexto, la posibilidad de un aumento en la demanda trajo aparejado una mayor cantidad y variedad en la oferta de la cartelera local. Para que se entienda: a partir de mañana una legión de niños bulliciosos poblarán las calles rosarinas en busca de algo interesante para ocupar el tiempo libre que les deja el receso escolar de invierno. Su alegría, paradójicamente, es un problema para los padres, que tienen que esforzarse para encontrar con qué entretenerlos. Porque, hay que admitirlo, no hay nada más desesperante que encontrarse con los niños deseosos de disfrutar de las vacaciones y no tener con qué satisfacerlos. Allí, en ese momento crucial, es donde los espectáculos para niños aparecen como una tabla de salvación y sus protagonistas de un día para el otro se convierten de ilustres desconocidos en grandes héroes. Porque, salvo honrosas excepciones, qué padre frecuenta más que en momentos de profundo desasosiego a Piripincho, a Perurimá o a Tito y Pelusa. Pero, ante el temor de que el desborde de energía de los niños termine con la casa en llamas, quién dudará en "vestirlos de domingo" y llevarlos a alguno de los muchos y muy buenos espectáculos de las salas rosarinas. Y, como sucede a menudo, de las situaciones de crisis surgen grandes oportunidades. Los artistas tienen público, los niños se divierten y los padres se encuentran con un recreo de sus preocupaciones cotidianas. Una gloria.
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