| | cartas Sade y los políticos
| El error más consistente al juzgar al político tradicional argentino es hacerlo de acuerdo a ciertos parámetros clásicos como serían decencia, ética, idoneidad, conducta u otros términos hoy vaciados de contenido. Cuando un político hace de este metier una "decisión de vida", su primer acto es abandonar todo símbolo clásico. Voluntariamente adopta un nuevo código, una nueva simbología interna; ex profeso se margina de toda aquella mercadería que de ahora en más, con absoluto convencimiento, pasa a ser alimento vacío de "la gilada". Dice el Marqués de Sade en Historia de Juliette: "Quien viera claramente que puede gozar de una vida o de una existencia mejor cometiendo crímenes, más que atándose a la virtud, sería insensato que no lo hiciera, porque para una naturaleza humana tan perversa los crímenes serían virtud". Los términos que al ciudadano común le parecen repugnantes, como: negocios, retornos, nepotismo, amiguismo, tráfico de influencias, militancia rentada, etcétera, le son al político clásico absolutamente naturales, es más, nada de malo ve o siente en ellos, son actividades lúcidas y funcionales que el común simplemente no entiende. No hay en realidad un doble discurso, hay sólo un discurso interno, el de la rapiña y la depredación, lo externo, lo declamatorio, es sólo un ejercicio fútil de la memoria que ensambla lugares comunes cuanto más gastados, sensibleros y demagógicos mejor. La Constitución, las leyes, los reglamentos, los decretos y disposiciones son sólo alimento rancio para aturdir a los ingenuos famélicos de la justicia. Sade hace que le digan a Juliette: "cuanto menos uno es sensible menos se afecta y mas se acerca a la verdadera independencia". También le dicen: "hay que destruir la sensibilidad hasta ser sólo sensible al placer". Para el político práctico y real, y tal cual lo dice Sade, el remordimiento es una "pasión débil que aparece luego de que el deseo se ha consumado". El hambre, la miseria, el desempleo, la humillación y la muerte de los argentinos es nada al lado de la preservación de la corporación política; no hay culpa ni dolor, ni complicidad. Sólo hay "acuerdos programáticos"; toda zona sensible, racional, ilustrada o ética del cerebro se atrofia para permitir el crecimiento de un ego insaciable. Como debe decir toda persona bien educada en circunstancias como ésta: no son todos siempre, simplemente son la mayoría las más de las veces. Doctor Jorge O. Massarelli
| |
|
|
|
|
|
Diario La Capital todos los derechos reservados
|
|
|