Año CXXXV
 Nº 49.535
Rosario,
miércoles  10 de
julio de 2002
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Los uruguayos vencieron a Central Córdoba por penales

Quienes habían visto jugar a Villa Española en el partido del pasado domingo ante Tiro Federal se animaban a firmar un triunfo de Central Córdoba en la final de la Copa Independencia. Pero desde el momento en que comenzó a rodar la pelota empezó a dibujarse un partido totalmente distinto al que muchos imaginaron. Aunque la alegría uruguaya llegó otra vez producto del acierto a la hora de los penales, o mejor dicho de la falta de efectividad de Central Córdoba.
Si bien los dos hicieron méritos, el premio del final no sonó descabellado. Los uruguayos mostraron muchas ganas de llevarse la copa y lo demostraron desde el primer minuto, especialmente porque apelaron a un juego mucho más sólido que el que mostraron en el primer partido ante los tirolenses.
Tan es así que cuando apenas se llevaban jugados 25', Villa Española había creado dos situaciones claras para ponerse en ventaja. Hasta que el partido entró en un gran bache. Y allí fue cuando Central Córdoba pudo emparejar el encuentro. Sobre todo a partir de las escapadas de Calabrese -la figura de la cancha-.
Marchano se lo perdió cara a cara con el arquero cuando quiso ensayar una media vuelta desde el piso luego de una buena asistencia de Ferri, mientras que en el arco de enfrente Meijide hacía temblar el travesaño, tras la ejecución de un tiro libre. Y cuando el primer tiempo se moría apareció la falta sobre el borde del área uruguaya para que Calabrese, con gran sutileza, pusiera la pelota junto al palo izquierdo de Javier Santos.
La victoria podía sonar injusta, pero Central Córdoba había acertado en la red. Todo iba sobre rieles para el equipo del Gordo Palma, hasta que Cicuta Ferri se excedió en la pierna fuerte (ya estaba amonestado) y Pezzota lo mandó a las duchas antes de tiempo. Fue otro partido.
Villa Española supo hacer pesar el hombre de más, empezó a hacer circular la pelota con criterio y así las situaciones de gol aparecieron como por arte de magia. El empate, que estaba al caer, llegó de los pies de Cañete, quien le puso el moño a una de las mejores jugadas del partido.
Ninguno quiso que la definición fuera más allá del tiempo reglamentario, pero los ataques ya no tenían la misma claridad. Ya con el telón bajo, los finalistas apostaron a sus mejores pateadores, y la ruleta otra vez favoreció a los uruguayos. Ni Malvestiti ni Brandán ni Cárdenas acertaron en sus ejecuciones y por eso el festejo fue para los charrúas, pero para los del otro lado del charco.



Los uruguayos celebran la victoria tras los penales.
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