Por estas horas, Carlos Reutemann es el político que más poder acumula en la Argentina. Incluso por sobre el poder formal, devaluado y con un vencimiento que ya fue, del presidente Eduardo Duhalde.
Este escenario será fugaz. Sólo se mantendrá hasta el momento en que anuncie si acepta ser candidato a la Presidencia. En ese preciso instante, cuando decida ponerle fin a uno de los secretos mejor guardados, que tantos desvelos ha generado entre sus aliados y aquellos que no lo serán, paradójicamente, ese poder se achicará.
Reutemann tiene ante sí un escenario que todo candidato envidiaría para lanzar su candidatura. Una prolija gestión de gobierno, imagen positiva entre el electorado, apoyos empresarios y políticos. Un combo simple que, De la Rúa mediante, lo puede acercar a la Presidencia.
Una respuesta negativa abrirá para el gobernador un panorama incierto (en realidad, nada más incierto que gobernar en la Argentina) que puede complicarle el tránsito hasta el final de mandato en la provincia. Y no por una conspiración; simplemente, porque no tendrá elementos para retener el poder que por estos días le coquetea.
Reutemann no puede ser reelecto gobernador. Y es más difícil pensar que pueda serlo después, cuando la expectativa de la proyección nacional se haya diluido. Si ya no tendrá incidencia directa en la pelea nacional y si la Constitución lo deja afuera de la provincial, ¿cuáles serán los incentivos para mantener cohesionada la tropa? La respuesta no aparece, al menos a primera vista. Tampoco es difícil imaginar, conociendo el espíritu que embarga a los jefes del peronismo santafesino, que haya una dispersión de fuerzas. Mucho de lo que no es reutemismo puro -que sí va a estar hasta el final- comenzará a buscar calor al abrigo de un caudillo que mantenga la llama del poder encendida. En el sur provincial, particularmente, hay dirigentes que nunca fueron seducidos por Reutemann; se rindieron frente al peso de los votos. No hay motivos para creer que no jugarán su propio juego en las próximas elecciones santafesinas. Lo harán aún sin la bendición del gobernador.
Finalmente, la Nación. Si ahora al Lole le cuesta mucho cobrar las deudas que el gobierno nacional tiene con la provincia, después de un desplante será como querer pelearle a la Ferrari de Schumacher con aquel Brabham BT-44 de sus primeros pasos en la Fórmula 1.
Los dos escenarios
Ese es el escenario del "no". Un escenario complicado, pero en el que Reutemann tiene una ventaja: le toca mover las piezas. Y con un solo movimiento, habrá logrado su mejor sorpasso. Y este escenario dejará automáticamente de tener posibilidades de volverse real.
En el escenario del "sí" también llegará un momento en el que el poder se le comenzará a escurrir. Pero será más adelante. Quizás después del 25 de mayo de 2003. Cuando llegue la hora de gobernar un país empujado a su peor crisis.
En el primer caso, comprenderá que en política el poder es un encantamiento fugaz y esquivo; en el segundo, estará en juego el reconocimiento que se ganó. Por eso poco importan todas las carreras anteriores: tiene por delante la más difícil.