Año CXXXV
 Nº 49.534
Rosario,
martes  09 de
julio de 2002
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La dicen la Carloncha
Un travesti en Las Flores alimenta a más de 500 personas
Desde hace años tiene un comedor, reparte copas de leche e instaló un costurero comunitario

Isolda Baraldi / La Capital

En su documento está escrito que es Mario, pero se reconoce como la Carloncha. "Así me conocen todos, no sólo en el barrio, sino en todas las reparticiones a las que voy", asegura. El dato no es menor, ya que la Carloncha es un travesti que nació en el barrio Las Flores y desde hace más de seis años se dedica a darles de comer a sus vecinos, además de organizar un costurero comunitario. En precarias instalaciones de chapa, son varias las mujeres que cocinan diariamente para hacer comida y copas de leche para 575 personas. Al lado funcionan las máquinas de coser. "Yo sé lo que es pasar necesidad, lo que es el hambre y el frío, lo sé muy bien y por eso ayudo a las personas", dice sin rodeos.
Tiene una sociedad civil llamada Los Chicos Libres, desde donde administra los 600 pesos que le da la Municipalidad para que compre la comida. Los muchachos de la cuadra son los encargados de preparar el carro y salir a hacer las compras tres veces por semana. Todo al por mayor, y ya están duchos a la hora de negociar los precios, sobre todo de las verduras en el mercado. "No nos alcanza con eso, hacemos lo que podemos porque cada vez vienen más chicos y más personas", comenta, junto a Blanca, de 28 años, que es la secretaria de la entidad.
Cualquiera en el barrio sabe que Carloncha es capaz de golpear puertas para conseguir algún beneficio que pueda paliar las urgencias de los vecinos. "No tenemos banderas, vamos a hablar con los funcionarios de la provincia, de la Municipalidad y también con los concejales; no nos importa de qué partido son, sino que nos ayuden de verdad", aclara.
Según su relato, en todas partes lo atienden y lo tratan bien, más allá de su diferencia sexual. "Al principio es difícil, siempre es difícil pero después se fueron abriendo las puertas y me escuchan correctamente", asegura.
La cuestión es golpear puertas y conseguir no sólo comida o máquinas de coser, también hay que ocuparse de casos puntuales. Justamente, en los últimos días hubo que trabajar para que una mujer en grave estado de salud pudiera hacer el tratamiento apropiado.
"Los vecinos saben que lo que hacemos, lo hacemos porque nos sale; no para beneficio propio", dice Carloncha. Pero advierte que muchas instituciones del barrio cobran a los beneficiarios de distintos subsidios. "La gente no lo denuncia, porque los amenazan que les van a sacar los planes. Me da bronca que los que cobran no se den cuenta que con 15 o 20 pesos una persona le puede comprar un par de zapatillas a su hijo", razona.
Acaso el tránsito más difícil de su vida fue dejar la calle y ponerse a trabajar por el barrio. "Muchos años estuve en la calle, pero se puede salir y dejar esa vida, que es muy dura", afirma. El y su secretaria esquivaron el mismo destino. Gladys, con 28 años y cinco hijos, también trabajó en la calle y le agradece a la Carloncha que la ayudó a salir de esa situación.
Ambos reconocen que en Las Flores los casos de prostitución van en aumento, de la mano del incremento de la miseria. "El barrio está muy mal, las necesidades son cada vez mayores", dicen al unísono.
Cualquiera que camine Las Flores, aunque sea un par de cuadras, puede palpar las misérrimas condiciones de vida de sus pobladores. Chicos y adultos revolviendo en la basura, cientos de personas en las calles, aquí o allá, para conseguir comida o algún trabajito que les permita ganar el día. Nada más que un plato de comida caliente. Y en lo de Carloncha pueden conseguirlo.



Carloncha sigue de cerca las actividades del taller.
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