Año CXXXV
 Nº 49.533
Rosario,
lunes  08 de
julio de 2002
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Sentencias para reos que escaparon de prisión con una pistola nueve milímetros
Condenan a dos de seis protagonistas de una fuga carcelaria de película
Huyeron con un arma de la unidad de Ricchieri y Zeballos. Tres murieron, uno sigue prófugo y dos fueron sentenciados

Jorge Salum / La Capital

Todo ocurrió en un minuto y medio o tal vez dos. Los seis hombres atravesaron tres portones de la vieja Cárcel de Encausados encerrada por las calles Zeballos, Suipacha, Montevideo y Riccheri, salieron a la calle, se subieron al auto que los esperaba y literalmente se esfumaron. Para vulnerar los retenes de los guardias usaron chuzas, que son unas armas blancas fabricadas de apuro en sus celdas, y una pistola con la que hicieron un disparo al aire para cubrir la retirada. Todo fue tan perfecto que resultó imposible no sospechar en una cadena de complicidades: ¿acaso alguien del Servicio Penitenciario los había ayudado a escapar?
Tres de aquellos hombres fueron recapturados con el tiempo y otros tres murieron baleados en otros tantos tiroteos. Nadie se sorprendió con este final porque los tres eran sujetos "pesados". Del cuarto hombre nunca más se supo nada y los otros dos fueron juzgados por el delito de evasión. Ambos acaban de ser condenados y todavía hoy, después de tantos años, están en una prisión.
Fue una de las fugas más espectaculares de las que se tenga memoria en los últimos tiempos. Todavía hoy quedan más dudas que certezas respecto a cómo pudieron planificar y ejecutar una operación tan audaz y al mismo tiempo tan exitosa, que se cumplió alrededor de las 15 del 25 de septiembre de 1998.
¿Cómo consiguieron la pistola 9 milímetros que emplearon para amenazar al custodio del primer portón? ¿La armaron dentro de la prisión después de recibir cada pieza por separado, como se pensó en aquel momento, o se las dio alguien del Sistema Penitenciario? ¿Cómo coordinaron con el conductor que los esperó en la puerta con el motor del auto encendido y listo para desaparecer? ¿Quién manejaba ese auto y hacia dónde se dirigió el grupo?
Los que se fugaron fueron Orlando Nelson Paredes, José Ricardo Ovalle, José Alberto Tortorella, Claudio Alberto Daveau, Carlos Silverio Lumbia y Diego Desilio Lezcano. Todos eran peligrosos y estaban acusados de participar en distintos robos a mano armada. Sus antecedentes intimidaban. Paredes y Daveau ya habían sido condenados y los otros cuatro aguardaban sus respectivos juicios. Tortorella, Daveau y Lezcano eran de la provincia de Buenos Aires y tenían los prontuarios más temibles. Los otros eran de esta zona pero la policía no los consideraba menos peligrosos.
Lezcano fue el primero en caer, 20 días después de la fuga. El y otros dos hombres circulaban en un Fiat Uno robado cuando fueron interceptados por una patrulla de la Policía Federal en Girardot al 1800, en el barrio porteño de Agronomía. Hubo un tiroteo y Lezcano recibió un disparo letal cuando intentaba escapar.
El 8 de noviembre cayó Paredes. La Brigada de Investigaciones de la Unidad Regional II lo encontró en la casa de un amigo que queda en Eva Perón y el pasaje Muñoz, en San Lorenzo. Dos días después, cuando la jueza de Instrucción Susana de Pigliacampo lo interrogó, dio una explicación insólita de la fuga: "Vi la puerta abierta y me fui", dijo.
Daveau murió baleado el 11 de diciembre en San Vicente, al sur del Gran Buenos Aires. Estaba con dos cómplices cuando fue cercado por la Policía Bonaerense, presuntamente cuando iban a dar un golpe delictivo.
El final de Tortorella fue parecido: era uno de los dos delincuentes que quiso robar una carga de medicamentos en Ciudadela cuando un vigilador privado disparó con una pistola 9 milímetros. Su cómplice huyó pero él cayó mortalmente herido.
Ovalle fue recapturado un tiempo después y de Lumbia nada se sabe. La investigación posterior a la fuga reveló que fue Ovalle quien iba armado con una pistola y disparó al aire para disuadir a un guardiacárcel que los perseguía justo antes de subirse al auto en el que escaparían, un Peugeot 504 estratégicamente estacionado frente al portón principal de la cárcel por la calle Zeballos.
Antes de llegar hasta allí los hombres en fuga habían reducido a los guardias César Daniel Ramos y Alberto Antonio Hughetti aprovechando el momento en que le abrían al interno Gabriel Andrés Lazarte para que hiciera sus tareas de fajina. Después atravesaron otros dos portones hasta que finalmente llegaron a la calle. Los custodios Ramos y Huguetti, el interno Lazarte y otros cinco guardiacárceles (Raúl Angel Carpio, Rolando Horacio Rodríguez, Roberto Carlos Marchesián, Rafael Eduardo Balquinta y Sergio Ricardo Franco) fueron procesados y juzgados por facilitamiento de evasión pero ahora todos fueron absueltos por el juez Ernesto Genesio porque según las pruebas no tuvieron nada que ver con la operación escape.
Sólo Paredes y Ovalle fueron condenados, el primero a un año y el otro a seis meses de prisión. Para el juez no quedan dudas: más allá de la absurda explicación de Paredes, ellos quisieron escapar y lo hicieron. Ahora ambos tienen un antecedente más en sus fojas de servicios como delincuentes.



El 26 de septiembre de 1998 se fugaron 6 pesados.
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