Empezaron llamándose Madame-Natacha, David-Diván o Perdí-mi-celular. Sala de chat mediante, se contaron sus vidas, compartieron problemas, y tejieron odios y amores. Desde hace unos meses se animaron a conocerse, a llamarse Alejandra, Luis y Pedro, y siguieron hablando de las mismas cosas, pero esta vez cara a cara. Este fin de semana se encontraron en un restaurante de Rosario donde sumaron más de 100 personas a la mesa. Y además comenzaron a armar una red solidaria de asistencia donde se intercambian servicios, se consiguen remedios y se juntan alimentos para distintas instituciones. Se llaman El Club de los 50, dicen que recurrieron al chat para "estar menos solos" y que de esta manera pudieron "superar fobias y depresiones".
Todo comienza después de las 20, ni bien los pulsos telefónicos entran en tarifa reducida. Entonces, los miembros del Club de los 50 cliquean www.aol.com.ar y se hace imposible eludir la cita. "Nos encontramos todos los días; si no, nos extrañamos. Es más, cuando hay gente cenando en casa no puedo evitar pensar cuándo se irán para empezar a chatear", asegura Alejandra O'Konnor.
Alejandra tiene 39 años, está desocupada y desde hace un año funciona como el alma máter del grupo. Ella fue, justamente, quien impulsó los primeros encuentros del club en Buenos Aires. Al principio no llegaban a reunirse en una mesa de bar, pero ahora son más de 100 y la convocatoria superó las barreras de la General Paz. La semana pasada se encontraron en la ciudad de Santa Fe y este fin de semana lo hicieron en Rosario. "Somos como una gran familia con parientes en Córdoba, Mendoza, Santa Fe, San Luis, Bariloche, Neuquén y hasta México, Estados Unidos y Francia", dice Alejandra.
Con ganas de ayudar
Y como a cualquier familia, la crisis no les fue indiferente. "Algunos estamos desocupados y, a partir del chat, empezamos a intercambiar servicios. Yo soy enfermera y puse inyecciones y cuidé abuelos a cambio de trabajos de pintura o electricidad. También hicimos campañas para conseguir ciertos medicamentos. Cuando se puede, tratamos de ayudar", cuenta Alejandra.
Ahora, el club comenzó también a juntar alimentos para algunos comedores comunitarios. Cuando se reúnen ninguno se olvida un paquete de yerba, una botella de aceite o una caja de leche, y después se encargan de repartirlos.
"Es que, además de hacernos amigos o ponernos de novios, pensamos que ya que agrupamos a tanta gente podemos hacer algo por otros. Es como tener otros fines". De esta forma, como de rebote, Alejandra toca un punto crucial: "La gente que chatea tiene muchas característica. Pero si tenés que definirla todos tienen algo en común que es, en mayor o menor grado, la soledad. Quienes chateamos somos gente solitaria".
Así, no es de extrañar que en las salas de chat se tejan simpatías, amistades y hasta parejas. Es más, la semana pasada los miembros del club llegaron a celebrar un casamiento.
"Las parejas que se forman en el chat generalmente duran. Porque aprendés a conocer a la gente de otra forma. Primero te encontrás con su interior y recién después lo hacés con su aspecto físico. Así, cómo no te vas a enamorar", se pregunta Alejandra. Habrá que probarlo.