 |  | El cazador oculto: Obligación de pagar culpas
 | Ricardo Luque / La Capital
¿Cómo se siente cuando te dan a probar un trago de tu propia medicina? Mal, parece, a la luz del gesto con el que Marcelo Tinelli recibió la "jodita" que Cucho, el líder de Los Auténticos Decadentes, le jugó en la emisión del jueves pasado de "El show de Videomatch". El animador quedó de una pieza cuando se dio cuenta de que los alegres acordes que la banda tocaba al cierre de su programa no eran otros que los de la cortina que identifica a "Son amores". Su amplia sonrisa se borró de un plumazo. Y no es para menos. La tira de Pol-ka se convirtió, merced a la intuición de Adrián Suar, en la peor pesadilla del muchacho de Bolívar. No sólo desde hace dos semanas le gana las mediciones de audiencia sino que, además, lo hace sin despeinarse. Y lo peor de todo es que el ciclo, la gran vedete de la temporada de Canal 13, es conducido por Miguel Rodríguez, un hombre que alcanzó la fama gracias a "El show de Videomatch". Quizás no haga falta aclararlo, pero hasta "Son amores" ninguno de los integrantes del equipo de Tinelli que se atrevieron a independizarse había alcanzado el éxito y mucho menos a expensas de la desgracia de quien fuera su mentor. Por eso la broma que, con más picardía que malicia, jugaron los Decadentes le cayó pesada al conductor. Por su sentido de la oportunidad. El grupo, sin dudas el más desprejuiciado de la escena de la música popular argentina, se dio un gusto de muchos. Burló al Guasón. Para que se entienda: desde que descubrió los usos y abusos de la cámara oculta Tinelli se la pasó tomándole el pelo a todo el mundo y, desde la pequeña pantalla, se erigió en el paradigma del argentino "piola", ése que se las sabe todas y que disfruta de la desgracia ajena. Su impiedad lo llevó a cometer las peores de las traiciones, si hasta se atrevió a "sorprender" a sus compañeros de ruta. Quién puede olvidar el papelón que le hizo hacer a José María Listorti, su alter ego televisivo, cuando lo humilló frente a Mónica Ayos. Pero, dicen, las culpas se pagan. Y eso es quizás lo que le está pasando a Marcelo. Mal que le pese.
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