El rugby y la medicina son sus dos pasiones. Como jugador formó parte de Los Pumas, esa distinción a la que aspiran todos los rugbiers argentinos pero muy pocos llegan. Y vistiendo la camiseta celeste y blanca se dio el lujo de vencer a Francia como visitante por ejemplo. También lució el yaguareté en su pecho con equipos nacionales de seven, en torneos y mundiales. Su experiencia en esta modalidad es amplia, a punto de ser uno de los referentes en el país del rugby de siete hombres. También aportó lo suyo desde su profesión. Fue médico del plantel argentino en el último Mundial de seven. El rugby para él es una pasión y lo transmite. Por eso es casi imposible pensar en Tato lejos de una cancha. "Creo que la etapa de jugador está terminando y está empezando otra, la de entrenador (fue nombrado como uno de los técnicos de seven del seleccionado de Rosario), aunque no hay nada como entrar a la cancha, sentir el olor del vestuario antes de jugar, sentir la ansiedad previa a los partidos o ir a las prácticas los martes y jueves a la noche. Eso no se paga con nada". -¿Será tu último año? -No sé. La energía que me queda después de un día de trabajo para volcarla al rugby no es la misma que antes. Hoy las prioridades son otras. El retiro cada vez está más cerca, es cierto, pero veré cuándo será en forma definitiva.
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