El 13 de enero pasado el campeón mundial Jorge Valdano le decía al diario El País de Madrid que en la Argentina un amigo suyo, Wenceslao Casares, el creador de la empresa Patagón, comparó su país con Chile. "A los chicos en los colegios chilenos les dicen: los chilenos somos muy pobres, muy pobres, pero muy pobres, no tenemos nada. Y a los argentinos les dicen: los argentinos somos ricos, ricos, ricos, no nos falta nada. ¿Petróleo? lo tenemos; ¿Agricultura? ¡Ah! ¿Comida? Sí que tenemos. ¿Belleza? Tenemos. ¿Territorio? Tenemos, nos falta un pedacito, que son las Malvinas, pero ya las vamos a tener. Entonces el chico argentino crece, es grande y dice: «Me lo han robado, ¿dónde está? Me dijeron siempre que era rico, rico, y ahora no tengo nada». Y el chileno dice: «¡Lo que tengo, cada vez tengo más!»", le contó Wenceslao.
Días pasados, un líder cubano hablando a su Parlamento aplicaba la lección chilena. "Se imaginan si pudiéramos autoabastecernos de petróleo, si tuviéramos esas pampas que no necesitan ningún fertilizante, si tuviéramos 50 millones de cabezas de ganado, maíz, trigo, legumbres, harinas... ¿Se imaginan entonces nuestra revolución?". Fidel Castro hablaba del mismo país por el que su compatriota José Martí se planteara alguna vez el dilema de qué país sería hegemónico en el futuro: EEUU o Argentina.
En cambio, el dilema nacional hoy se simplifica en la boca de no pocos de sus dirigentes apelando unos a querer ser como Chile, advirtiendo otros que podríamos convertirnos en Cuba. Entre el ex futbolista Valdano y el autócrata comandante Fidel no resulta fácil establecer analogías pero ello no es óbice para que el sentido común de ambos conduzca a valorar la misma enseñanza: la de la realidad histórica. Esa que los argentinos somos tan proclives a tapar, desconocer o intentar acomodar a nuestros intereses.
La historia hizo de Rosario otra vez un escenario singular. Se diría que es el mismo dilema de qué hacer frente al peronismo que en 1958 fracturó a los socialistas el que ahora, 44 años más tarde, los volvió a unir. Sólo que aquella vez entraron todos juntos y salieron socialistas democráticos (detrás de Américo Ghioldi) por un lado y socialistas auténticos (de la mano de Alicia Moreau de Justo) por el otro. El viernes volvieron a entrar separados pero salieron juntos; socialistas a secas.
El peronismo de hoy en día difiere grandemente al de aquella siempre creciente marea social que se nutría de la nostalgia y la resistencia por el que se pelearon los socialistas. No es más el partido movilizador por excelencia de la República Argentina y sus todavía enormes aparatos están henchidos de mercantilismos, aprovechadores y arribistas pero casi secos de pasión, militancia y sueños en común.
Cosecharás tu siembra
Como en 1890 con los inmigrantes y sus hijos, en 1945 con los obreros y trabajadores, hoy la sociedad argentina ha parido otra movilización social. En un todo abarcativa de aquellas y simultáneamente diferente. Es la cosecha de cuanto el país sembró, al menos, desde 1976 a esta parte. El abrupto corte generacional con que el sable militar hirió a su pueblo salta no bien se advierte la desesperante necesidad de un recambio dirigencial. Pero muchos de los intelectuales, pensadores, educadores, gremialistas y líderes en general que hoy deberían tener la posta, integran el enorme obituario que escribió la dictadura. Muchos de los jóvenes veinte o treintañeros que hoy llenan las manifestaciones de piqueteros nacieron durante la dictadura. Son tan ajenos al radicalismo como lo es el novio de Shakira a los revolucionarios del Parque y su aproximación a la esencia del peronismo está dada por la opera rock "Evita".
Ellos son los que no comieron ni estudiaron con la democracia de Alfonsín, los que no recibieron el salariazo de Menem, quien, además, les prometió pulverizar la desocupación y la desocupación los pulverizó a ellos. Sí fueron más con De la Rúa y Meijide, más pobres y hambreados, y lo siguen siendo con Duhalde. Como, del mismo modo, sigue cayendo la clase media y los dirigentes no logran dar con las claves para reconstruir un diálogo nacional.
El senador nacional Raúl Alfonsín renunció a su banca. Su explicación, del todo inconducente, alude a que no sirvió su aporte para evitar llegar adonde estamos. Hay razones para preguntarse si el ex presidente se fue por lo que pasó en la Argentina o por lo que habrá de pasar. La diputada y candidata presidencial Elisa Carrió advierte sobre el riesgo de una ruptura institucional pero no dice todavía (con excepción de Menem) quiénes son los que quieren subvertir el estado de derecho.
Al presidente Eduardo Duhalde le habrían colgado los dos asesinatos de dos piqueteros para romper, dicen en el gobierno, esa diferencia de costo cero en vidas que tenía su gestión respecto de la de su antecesor. Sin embargo, el mandatario asume la postura de un mero espectador televisivo que se llena de estupor al ver que fue "una atroz cacería policial" en lugar de decirle al país quiénes han sido los que dieron la orden de cazar. Al fin y al cabo, es también el gobierno el que habla de complot.
Carlos Menem oficia de oráculo, diciendo que todo sucede porque él no está en el gobierno. Los periodistas que le dedican ediciones especiales asienten, y se limitan a no preguntar todo aquello sobre lo que el ex presidente nunca ha respondido y debería hacerlo. Magnifican en cambio un crecimiento irreal del riojano. Para que Menem aparezca creciendo en las encuestas se necesita no ya alguien que las haga sino quien las difunda. Quien haga creer verosímil aquello que puede no ser más que una interpretación parcial o hasta tendenciosa. Eso demuestra todavía la capacidad de maniobra del menemismo como estructura.
El crecimiento del que tanto se ha hablado surgió a partir de una encuesta en la que se le preguntó a un determinado número de personas si creía que Menem sería candidato. Esa misma encuesta dice que no ganaría las elecciones, pero lo que se amplificó fue el primer dato de modo tal que se hizo creer, complicidades periodísticas mediante, que lo que era una simple opinión de sentido común de los encuestados era en realidad una manifestación de su voluntad para las próximas elecciones. Decir que una situación caótica es funcional a Menem se advierte no bien se escuchan tanto las declaraciones del ex presidente como las preguntas a las que lo someten algunos periodistas.
Es el escenario desde el que Menem puede decir qué es lo que quiere hacer sin que importe que pueda ser la solución para los pesares del pueblo argentino. El ex primer ministro español Felipe González suele contar la anécdota de la vez que le reprochó, cuidadosamente, a Menem el no ocuparse de su pueblo. "Creo que lo hiciste bien para Argentina; ahora habría que hacerlo bien para los argentinos", le dijo González. Menem le respondió: "Repítemelo, porque va ser el lema de mi próxima campaña electoral".
Pero para que el menemismo haya podido poner en marcha semejante irrupción mediática dando la sensación de una avasallante seguridad, es necesario otro requisito indispensable: que en el peronismo nadie se anime a enfrentarlo. El único en condiciones de hacerlo es el gobernador santafesino, Carlos Reutemann, pero su desperezamiento electoral previo a su viaje a Europa duró lo que un lirio. A su regreso el Lole volvió al mutismo de siempre, que ciertamente para los santafesinos es mucho menor de lo que lo que les parece a los medios porteños, pero una cosa es el protagonismo de un gobernador en calidad de tal y otra muy distinta el de un aspirante a presidir la República.
¿Qué sucedió el miércoles en Avellaneda, según la opinión del eventual presidenciable del peronismo santafesino? ¿Cuál sería según su modo de ver de posible sucesor la mejor forma en que el gobierno debería saldar la masacre? Y así se podrían enunciar otras muchas preguntas cuyas respuestas hoy quisieran los argentinos oírle a un posible candidato como Reutemann.
Claro está que Reutemann sigue diciendo que no es candidato a nada. Pero corre el riesgo de que se lo terminen creyendo como al pastor mentiroso. De hecho, hace algunas horas Menem se dio el gusto de decir por televisión que lo "último" que le había escuchado a su "amigo Lole" era precisamente que no era "candidato a nada".
Elisa Carrió, quien el jueves en Rosario virtualmente lanzó su campaña, al menos en la provincia, lo hizo acicateando al gobernador. "Mi adversario va a ser Menem. No creo que Reutemann se anime. El quiere un país ordenado y eso no lo va a tener", azuzó apenas 24 horas antes de que los socialistas, ahora unidos, proclamen que serán en la provincia (y en el resto del país) la máquina traccionadora que impulsará a la presidencia a la legisladora chaqueña. Ya se sabe que pronto algún sector del radicalismo santafesino se sumaría a esa estructura.
El silencio como receta
A diferencia de Menem, que no ha hecho más que recordar que el Lole es una creación suya, Carrió buscó provocar en Reutemann la reacción con la que el gobernador había amenazado hace poco: "Si me decido no tengo inconvenientes en enfrentarme con nadie. Es mentira que yo no voy a ir a una interna con Menem".
Reutemann guarda silencio. Incluso entre los suyos hay quienes desesperan pensando que efectivamente el riojano inmoviliza al Lole. Duhalde confiaba en que el santafesino sería el mejor antídoto antimenemista. No es rechazado por ningún sector de la sociedad y resulta confiable para el establishment.
Carrió se imaginó un frente en común. Una idea que parece no terminar de archivar toda vez que siempre, como hizo el jueves, habla de ella y de Reutemann como los únicos dos políticos con legitimidad. Por eso resultó llamativa la encuesta que trascendió esta semana encargada por un sector del reutemismo y difundida recién después de que la Casa Gris diera el visto bueno para hacerlo. En ella se preguntó a los santafesinos de catorce ciudades, entre otras cosas, quién debía acompañar a Reutemann como vice en una eventual fórmula presidencial. La mayoría se inclinó por un "no político" y la segunda fórmula que más adhesiones recibió fue "Reutemann-Carrió". Muy lejos aparecen los peronistas como candidatos a vice del Lole.
Datos que el santafesino pareciera tomar como meramente anecdóticos. Sigue diciendo que falta todavía tiempo. Parece estar seguro, ahora más que nunca, que no alcanzan los seis meses que restan de este año para organizar una elección y que para entonces mucha agua puede pasar bajo el puente. Menem puede volverse a opacar del mismo modo en que se encendió. Las cosas pueden variar, lo más probable es que empeoren.
Carrió ya es la candidata presidencial de los socialistas santafesinos. Los radicales guardan silencio y los peronistas cuentan de a uno los sesenta días en los que el Lole prometió definirse para saber si enfrentará a cualquiera o, como le dijera hace poco a su secretaria, tampoco le desagrada la idea de volver a radicarse en Europa.
El país, como tal, no es como se lo imaginó Martí ni como desearían Castro que fuera el suyo o anhela Valdano ver a su patria desde España, sino una bomba de tiempo. Podría estar cada vez más lejos de Chile y también de Cuba.