Año CXXXV
 Nº 49.525
Rosario,
domingo  30 de
junio de 2002
Min 5º
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cartas
Voto educado II

El 25 de junio Ariel Leonardo Llompart publicó en esta sección una carta en la que expone su "teoría del voto educado". En ella dice que sólo debería votar el ciudadano que "haya terminado sus estudios secundarios". La "teoría" fracasa desde todo punto de vista. En primer lugar, no existe una relación directa entre la escolarización y la capacidad para la toma de decisiones. Hubo grandes hombres, inclusive de la historia reciente, que no completaron ni siquiera la escuela primaria. Y en cambio otros con doctorados en Harvard han llevado al país a la ruina. En segundo lugar, la implementación del voto calificado terminaría por consolidar definitiva e irreversiblemente la brutal exclusión que se viene profundizando desde hace décadas: una minoría "educada" y próspera elegiría personajes que garantizaran la continuidad de su bonanza a costa del empobrecimiento extremo del resto, quienes ya no tendrían siquiera la posibilidad de expresarse electoralmente. En tercer lugar, cuando un candidato alcanza la presidencia con cerca del 50% de los votos, es evidente que no sólo lo votaron quienes no han tenido la suerte de recibir instrucción escolar, sino muchos otros, inclusive una selecta minoría de doctores de Harvard. Por otra parte, vale la pena preguntarse por qué no se han educado aquellas personas que, según Llompart, no tienen "el raciocinio necesario para emitir un voto". La respuesta no se hace esperar. Basta recorrer el centro para ver cantidades de niños y jóvenes en edad escolar mendigando o trabajando por monedas para poder subsistir, a menudo explotados por sus propios progenitores, en lugar de asistir a la escuela. ¿Tienen ellos la culpa? ¿Deben recibir, además de la criminal exclusión a la que son sometidos desde la más tierna infancia, el denigrante castigo de convertirse en los nuevos ilotas de la era contemporánea? En lugar de ello, y dado que el señor Llompart invita a efectuar propuestas, propongo simplemente que se cumpla la ley. Particularmente, nuestra ley suprema: la Constitución de la Nación Argentina, que garantiza ciertos derechos, como por ejemplo el derecho a la educación. Y garantizar este derecho significa crear condiciones apropiadas, destinando a ello los recursos que hoy se desvían hacia la usura internacional, o que se utilizan para subvencionar a instituciones educativas privadas que se dan el lujo de expulsar alumnos por acciones reservadas exclusivamente a la conciencia. De esta forma todo el pueblo estaría educado y entonces se daría de hecho, y sin exclusiones ni imposiciones, la condición que el señor Llompart propiciaba.
Ingeniero Federico Miyara


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