Año CXXXV
 Nº 49.521
Rosario,
miércoles  26 de
junio de 2002
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De los aplausos a la desgracia

Washington. - Aplaudido en la Casa Blanca durante la firma del primer acuerdo con los israelíes en 1993, Yasser Arafat fue cayendo progresivamente en desgracia luego del fracaso de la cumbre de Camp David II en julio de 2000 y principalmente después del arribo de George W. Bush al gobierno. Ignorándolo y sin ambigüedad, Bush llamó por primera vez en su discurso pronunciado en la noche del lunes a reemplazar al dirigente palestino, incapaz, según él, de lograr un acuerdo de paz con los israelíes. Para muchos observadores en EEUU, esta marginación de Arafat no constituye una sorpresa.
Mientras el premier israelí Ariel Sharon, una personalidad muy controvertida -principalmente por su papel en la guerra del Líbano (1982) y su más reciente incursión en la Explanada de las Mezquitas, que desató la segunda Intifada- fue recibido en seis oportunidades en la Casa Blanca luego de la entrada en funciones de Bush en enero de 2001, Arafat nunca fue invitado.
Esta política contrasta radicalmente con la del predecesor de Bush, Bill Clinton, quien había recibido en varias oportunidades al viejo líder palestino y contribuyó ampliamente a darle legitimidad internacional. Esta legitimidad había alentado al premier israelí de la época, Yitzhak Rabin, a superar el tabú negociando con Arafat, considerado en ese momento como un terrorista, y estrecharle la mano en la Casa Blanca durante la firma de un acuerdo de principio sobre la autonomía palestina transitoria, el 13 de septiembre de 1993, ceremonia a la que asistieron unos 3.000 dignatarios.
Pero seis meses antes de finalizar la presidencia de Clinton, en julio de 2000 una cumbre organizada en Camp David terminó en fracaso, principalmente a causa de las divergencias sobre la soberanía de Jerusalén este. Clinton lamentó luego la falta de flexibilidad de Arafat, nombrado premio Nobel de la paz, luego de la firma de los primeros acuerdos de paz entre israelíes y palestinos.
Según expertos, Bush formó definitivamente su juicio negativo sobre el dirigente palestino desde el principio de su mandato, en enero de 2001, cuando la violencia ya campeaba en Medio Oriente. Declaraciones del ministro de Defensa israelí formuladas a principios de febrero pasado, dieron una idea de las posiciones de la administración Bush respecto a Arafat. Durante una visita oficial a Washington, Binyamin Ben Eliezer refirió públicamente declaraciones atribuidas al vicepresidente estadounidense Dick Cheney afirmando que Israel podía "colgar" a Arafat. La Casa Blanca lo desmintió.
En los últimos meses, Bush se mostró cada vez más impaciente con el presidente palestino, exhortándolo regularmente a actuar más enérgicamente contra el terrorismo. Finalmente llegó la tarjeta roja. (AFP)


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