Luis Castro / La Capital
Cómo juega ese pibe!". "El Bily va a dar que hablar". Las expresiones se multiplican y era muy común escucharlas por Bella Vista. Todos los que lo conocen y vieron jugar en las inferiores hablan de sus bondades y la opinión es unánime: "Este chico tiene un gran futuro". Se llama Gustavo Rodas y con sólo 16 años ya está integrando en plantel profesional de Newell's, además de ser papá de un hijo de un año. Es hijo de Alberto y María, y tiene tres hermanos: Alberto, Natalia y Noelia. "Yo soy el anteúltimo", se le escucha decir a este adolescente al que lo invade la timidez y que cuando Ovacion le propuso realizar una nota lo primero que hizo fue intentar una gambeta con tres palabras: "Yo no hablo". Y no lo dijo por soberbia ni nada por el estilo, sino por la enorme vergüenza que le daba estar ante un grabador. Es el mediodía y el Bily acaba de finalizar con los trabajos en el gimnasio. La producción de fotos la hace en un ambiente de bromas, como tratando de entrar en confianza. El sol hace soportable el intenso frío y como para darle cierta intimidad y que ninguno de sus compañeros le haga alguna broma va a la vereda del lugar. Y ahí, sentado en uno de los canteros y de frente a una imponente montaña, el pibe que vive en un asentamiento cercano a Villa Banana, con una enorme economía de palabras cuenta la historia de una vida llena de sacrificios y necesidades. "Tuve una vida complicada, porque mis viejos se separaron. Viví un tiempo con mi mamá, después solo y ahora estoy con mi papá", dice con la vista pegada al piso, moviendo continuamente las piernas, un síntoma del nerviosismo que le provoca la entrevista. "Mi viejo es albañil pero ahora no tiene trabajo. Yo, por suerte, nunca tuve que salir a trabajar. Sobrevivimos con las changas que puede hacer mi papá o mi mamá, que trabaja por hora", relata. En una Argentina conmovida por las imágenes de desnutrición que aparecen en muchas provincias, en la que los chicos se desmayan en las escuelas por la falta de comida, a esta altura ya pareciera no causar sorpresa cuando dice que hay días en que no se come. "Hubo días en que no tenía para comer, no había nada ni en el almuerzo ni en la cena", sostiene casi sin sorprenderse, como si eso fuera moneda corriente para él. Como si todo esto fuera poco, a los 15 años ya se había convertido en papá de Brian, de 1 año y dos meses. "Vino de rebote, fue una equivocación", dice sonrojándose, pero enseguida aclara: "Me hice cargo enseguida. Es difícil ser padre". -¿Cuál fue la reacción de tus padres y de los de tu esposa? -Mis viejos lo tomaron mal y luego lo aceptaron, pero los de ella tardaron un poco más (risas). Me retaron un poco. Me pegaron un levante bárbaro, pero yo dije que me iba a hacer cargo. -¿Dónde vivís? -En la villa con mi esposa (de 16 años). Después de la pretemporada me van a alquilar un departamento. Me habían dado uno, pero me volví a la villa porque no me gustaba. Era difícil adaptarse. Extrañaba mi barrio, mis amigos. Era distinto para mí, vivir en el centro me sentía como sapo de otro pozo. Era otro mundo. La imagen de Diego Armando Maradona haciendo jueguitos en villa Fiorito la tiene presente en su interior. Y en su pensamiento está porqué no podré hacer algo semejante, porque es cierto que será difícil igualar al Diego. "Tengo el mismo sueño que tenía él cuando era chico. En mi caso quiero salir campeón con Newell's y después llegar a la selección. Daría todo por cumplir ese objetivo", remata.
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