Ante la vista de la montaña una sensación de impotencia nos recorre, nos obliga a tomar conciencia de la finitud del ser humano. A medida que ascendemos nos empezamos a sentir parte de esa enorme mole blanca y la proximidad de la cumbre nos va acercando cada vez más. Nuestro corazón se acelera porque ya estamos descendiendo por su ladera, ya somos parte de la montaña. No percibimos la velocidad ni el potencial peligro de la caída. ¡Quién va a pensar en ello!. Durante el descenso sobre los esquíes se olvidan las preocupaciones diarias, el viento azota nuestra cara, mientras el sol va dejando su huella. Una nube de nieve nos persigue como una sombra blanca en nuestro descenso. Se podría terminar el mundo ahora y no importaría... Al llegar al valle, una sensación de paz invade nuestra mente, un silencio majestuoso nos recibe y nuevamente volvemos a contemplar la montaña, imponente y desafiante. Tuve la suerte de vivir esta experiencia hace apenas unos días, en oportunidad de visitar el centro de esquí Penitentes, ubicado en la provincia de Mendoza. Para los amantes de la nieve, este complejo es un lugar muy recomendable, sobre todo para quienes recién empiezan a practicar los deportes invernales. En estos momentos las pistas y zonas previstas para el descenso están totalmente anegadas de nieve. En síntesis, se trata de un lugar de ensueño. Mariana Acciarri
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