El seleccionado alemán es uno de los pocos favoritos que accedió a las instancias definitorias de la Copa del Mundo. Llegó sin los grandes nombres que iluminaron otros equipos mundialistas germanos, pero con una gran solidez defensiva. Esa seguridad nace en las manos del enorme Oliver Kahn, se proyecta a través de la visión de juego de Michael Ballack y descansa en el olfato goleador de Miroslav Klose (cuya única misión parece ser cabecear cualquier envío que sobrevuele el área). No es mucho lo que ofreció hasta ahora Alemania, sin embargo parece suficiente para este Mundial carente de afecto futbolístico. Ahora los alemanes esperan al ganador de España-Corea, y en semifinales volverán a ser favoritos. Por historia, por peso propio, porque tendrán un día más de descanso que su posible rival. Y además porque Alemania, en un Mundial, no importa cómo venga, siempre es candidato.
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