Año CXXXV
 Nº 49.511
Rosario,
domingo  16 de
junio de 2002
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Análisis: Una candidatura guardada con un secreto de confesión
Reutemann teme que su postulación haga peligrar la paz social en Santa Fe

Mauricio Maronna / La Capital

"¿Quiere saber por qué no anuncio mi candidatura? Porque el día que me postule se acaba la paz social en la provincia de Santa Fe". Mientras la tarde se hace noche, Carlos Reutemann se sincera frente a su interlocutor, que escucha la confesión y se pregunta si tanto sentido común le alcanzará para ser presidente.
Reutemann recuerda que tiene las maletas a medio hacer, revisa la agenda social que le espera en Europa, más allá del casamiento de su hija Cora, y clava sus ojos en el lunes 17 de junio: a las 13 de ese día (mañana) los dueños de empresas francesas con inversiones en la Argentina concertaron un almuerzo de trabajo en un coqueto restaurante parisino. "Me van a preguntar sobre el país y sobre las garantías que tienen sus empresas para permanecer acá en condiciones normales. ¿Qué esperan que les diga? Nadie sabe cómo carajo siguen ni este gobierno ni este país", hace catarsis el Lole.
Parece desentenderse de la consulta directa y sin rodeos que recibirá de los poderosos hombres de negocios franceses: "¿Usted será candidato a presidente?". El santafesino sigue tejiendo con la paciencia de la araña un juego dual: en la "mediática" (como le gusta decir) se despega de cualquier anuncio rimbombante y se divierte con la ansiedad de los periodistas que quieren arrancarle la primicia. "Algunos compran cualquier cosa; pensaban que esta semana iba a decir: «Señores, voy a ser candidato»". Se nota que no me conocen", comenta, poniendo sus manos sobre el mentón.
"¿Cómo voy a largar una postulación cuando no sabemos si el viento de mañana o pasado lo arrastra a (Eduardo) Duhalde? Nadie le dice la verdad a la gente... Los periodistas se la pasan llevando a los canales a (Elisa) Carrió, (Adolfo) Rodríguez Saá y (Luis) Zamora. Y una buena parte de la sociedad se cree que esto se arregla en 90 días, que asume un nuevo presidente y ¡pum!, por arte de magia se resuelven la desocupación, el default, el corralito y la recesión", gesticula mientras el fax de la Casa Gris larga metros de papel con pedidos de entrevistas de los medios nacionales e internacionales más inimaginables.
El gobernador está tranquilo, pero su interlocutor quiere saber más sobre el vaticinio de que anunciando su condición de presidenciable la provincia entrará en zona roja. "Se vienen campañas muy sucias, y yo en esa no entro. Ahí anda (Alberto) Kohan reuniéndose con algunos intendentes, Rodríguez Saá tratando de mojarme la oreja y (Néstor) Kirchner caminando la cancha. Y bueno, que anden, que caminen, la provincia no está alambrada. No voy a entrar en ese juego", suelta.
La Capital publicó el domingo pasado que una de las pocas cosas que le altera el pulso es la comparación que algunos trazan entre él y Fernando de la Rúa, que pocos se detengan a valorar que Santa Fe no tenga bonos propios (FMI incluido) y que pague sueldos y jubilaciones en tiempo y forma.
"A la gente le gusta escuchar lo que dice Lilita Carrió, todavía no se comprende que arreglar este país va a costar sangre, sudor y lágrimas. Y que se necesitará mucho sentido común para salir del desastre. El país se cae a pedazos, la gente no quiere ni escuchar la palabra «política», pero están todos en la televisión haciendo promesas. Yo no tengo esa urgencia y creo que la gente tampoco", amplía.
Pese a ello, Santa Fe se va convirtiendo en la meca de la política argentina. No es un dato menor, aunque pasó desapercibido para muchos, que Reutemann se reunió en los últimos días con los representantes diplomáticos de los dos extremos ideológicos: a su ya publicitado encuentro con el embajador norteamericano, James Walsh, le sumó una cálida reunión con el jefe de la diplomacia cubana en la Argentina. "Mirá si será raro el Lole que los dos quedaron fascinados", narró a este diario uno de los pocos que diariamente entran sin golpear a la oficina dominada por el retrato del brigadier López.
La noche del jueves se cierra sobre Santa Fe y el gobernador observa su reloj Tag Heuer. "Mire, yo cumplo con mi palabra: para que defina si voy a ser candidato faltan de 30 a 60 días, pero como mínimo. ¿Quedó claro?", anoticia cuando unas pocas luces se mantienen encendidas en el Palacio de Gobierno.
Dos cosas quedan claras: Reutemann será candidato presidencial en tanto y en cuanto se cumpla mínimamente con una transición ordenada y las aguas no bajen en lo inmediato aún más turbias. El duhaldismo es imprevisible", suele sentenciar.
No demasiados días atrás (cuando regresó de aquella maratón de reuniones en Olivos tras la renuncia de Jorge Remes Lenicov) reunió a su círculo más blindado, integrado por no más de cuatro funcionarios, y les dijo: "Muchachos, estoy pensando en volver a la actividad privada. ¿Ustedes qué van a hacer? Miren que el que avisa no es traidor...". El Lole ensayó una módica carcajada, pero a sus colaboradores les corrió un sudor frío por la espalda. La propuesta de Bernie Ecclestone todavía no había trascendido al gran público.
Ahora, esa mismo transpiración gélida corre por las espaldas de Duhalde, quien no se imagina poniéndole la alfombra roja y la banda presidencial a alguien que no sea Reutemann.
"En el 99 perdió con la Alianza; lo peor que le puede pasar es regalarle el poder a Menem, a Carrió o a Rodríguez Saá", murmura alguien desde la Casa Gris, ahora habitada casi exclusivamente por el frío nocturno de julio.



(Ilustración: Héctor Beas)
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