Año CXXXV
 Nº 49.511
Rosario,
domingo  16 de
junio de 2002
Min 3º
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El viaje del lector: Cronicas niponas
Dos rosarinos comparten sus vivencias del Mundial de Fútbol 2002

A las pocas horas de pisar Tokio comencé a sentir una mezcla de ansiedad y nerviosismo, que traté de reducir con abundantes dosis de alimentos, a los que de manera exagerada me presentaron como "horribles". Por suerte pude saciar mi apetito con pizzas y pastas.
El largo día del debut argentino en el Mundial ante los nigerianos empezó a las 5 de la mañana, con la ansiedad propia que despertaba concurrir a un partido tan importante. Con mi padre caminamos por un Tokio vacío, como un domingo de cualquier ciudad de nuestro país, ya imaginando el día que asomaba. Estábamos a dos horas en autobus de Ibaraki, donde se disputaba e l trascendental encuentro.
Los inmensos arrozales del camino, todos inundados en forma perfecta y siempre con algún campesino emprolijando la obra, apenas me permitieron, por un instante, relajar los nervios. La llegada al estadio fue una sola corrida, desde la misma escalera del bus hasta la baranda de la imponente cancha mundialista.
En el estadio Kashima increíblemente todo era celeste y blanco. Nipones y niponas tenían la camiseta de nuestra Selección como si fueran hinchas fanáticos. Ya durante la disputa del partido apareció el Bati, que con su gol nos dio los tres puntos que presagiaban una clasificación tranquila.
Sapporo fue la próxima escala de nuestro periplo, donde nos enfrentamos a Inglaterra. En Tokio quedaron, además de una parte del equipaje, el recuerdo de un par de city tours agobiantes aunque muy interesantes. Visitamos el Palacio Imperial, el monte Fujiyama, Akihabara (centro de la electrónica) y el Senso Ji (templo budista).
En Sapporo tuvimos la oportunidad de convivir con los ingleses. Tomé más de 50 fotografías junto a los simpatizantes del clásico rival. Así se vivió el día previo al gran partido, con una convivencia pacífica y digna de confraternidad.
Finalmente vivimos la noche más triste. La sensación era de que todo lo que habíamos ganado en el •86 y en el •98, se perdía desde los doce pasos de nuestra área cuando los ingleses convirtieron el gol. Pero no fue sólo eso: invadieron el estadio, nos gritaron todo el tiempo, nos insultaron el himno, nos cantaron "No llores por mí Argentina" y además nos ganaron.

Pablo Leandro Torti


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