| | El tractor alemán continúa adelante Los germanos son uno de los pocos grandes que se clasificaron sin esforzarse
| Patricio Pron / La Capital
En un Mundial que lo tiene todo para convertirse en el más bizarro de la historia, el seleccionado alemán es, hasta ahora, uno de los pocos grandes que cumplió con los pronósticos: pasó a octavos de final sin esforzarse. En su camino hacia la clasificación superó a los pobres árabes, que parecían jugar con el turbante enrollado en las piernas, tropezó con los belicosos irlandeses y triunfó ante unos cameruneses que sólo podían meterle miedo a una ancianita racista. Es curioso lo de Alemania. Un equipo diezmado por las lesiones, con un plantel dividido, un técnico principiante y dudosas aportaciones futbolísticas se impone allí donde Francia no ha podido. En elogio de Rudi Völler hay que decir, paradójicamente, que nadie esperaba siquiera que llegara a octavos, básicamente porque su currículum es una hoja en blanco. Hasta ahora, Völler no ha ganado nada como entrenador y en su puesto lo avala sólo su carácter de hombre razonable y su capacidad para conectar con el hincha alemán, que no olvida sus contribuciones como futbolista. Como el hombre razonable que es, Völler se enfrentó con pragmatismo a la serie de lesiones que condicionaron la participación de Alemania en este Mundial. Primero fue Christian Deisler, luego Jens Nowotny y finalmente Mehmet Scholl, todos teóricos titulares. El técnico no pudo armar una lista definitiva de jugadores sino hasta dos días antes de su partida. Para completarla, llamó a veteranos de mil batallas como Marko Rehmer, Oliver Bierhoff y Marco Bode, quien ayer abrió el camino a la victoria, y se llevó a un par de jóvenes promesas como Christoph Metzelder y Lars Ricken. Las promesas quedaron sólo en eso y los veteranos demostraron que, si siempre es duro envejecer, es más duro para el futbolista alemán. Y, sin embargo, Alemania se ha clasificado a octavos. El influyente matutino Die Bild Zeitung, uno de los más vendidos del país, ha decidido titular su edición de ayer con un discreto "Sí, ya estamos en octavos", dejando para otra ocasión el análisis del rendimiento del equipo teutón. Para otra ocasión, también, ha quedado el festejo, puesto que en el día de ayer ha llovido prácticamente en todo el país. Una prueba de la influencia del clima en el seguimiento de la selección nacional la ofrece el hecho de que el partido contra los árabes apenas fue visto por los hinchas teutones quienes, en un país donde el sol pocas veces hace acto de presencia, prefirieron ir a nadar o a beber algo antes que quedarse en casa viendo el debut mundialista de su selección. El siguiente, contra Irlanda, fue seguido más atentamente, quizás en espera de otra goleada histórica. El de la clasificación parece haber sido visto por más espectadores gracias a la lluvia, aunque finalmente ha sido ésta la que ha impedido los festejos. En la calle se ha tomado la clasificación con naturalidad, sin preguntarse qué sucederá cuando esta Alemania del pelotazo largo y los dientes apretados tenga que enfrentarse a un rival que, a diferencia de los árabes, sepa cuál es el sentido de este juego. Hasta el sábado habrá razones para embriagarse además de una buena noticia: la aparición de un goleador como Miroslav Klose. Los cinco goles de este polaco nacionalizado son la mejor noticia para este país que, por una vez, parece haber entendido que los inmigrantes no son un problema sino una solución.
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