París. - La inapelable victoria del presidente conservador francés, Jacques Chirac, en la primera vuelta de las elecciones legislativas con un 43% de los votos supone abrir un nuevo capítulo político en Francia, al poner casi punto final a la tan denostada cohabitación con la izquierda.
Cinco semanas después de que fuera reelegido presidente, la Unión para la Mayoría Presidencial (UMP) de Chirac obtuvo una victoria arrolladora y tiene ante sí un panorama verdaderamente alentador de cara a la segunda y definitiva vuelta del domingo próximo, según vaticinan las encuestas.
No obstante, a pesar de las optimistas previsiones, el triunfo definitivo de la UMP debe ser confirmado definitivamente por los ciudadanos galos en la nueva cita con las urnas. De todas maneras, todo apunta a la reedición de la victoria conservadora y al definitivo archivo de la molesta y antinatural cohabitación. Los franceses quiere dotarse nuevamente de un gobierno "normal", nada de equilibrios forzados entre un jefe de Estado conservador y un primer ministro de izquierda.
Cuando se certifique el próximo domingo el final formal de la tercera cohabitación, la V República podrá conformarse de nuevo como quería su fundador, Charles De Gaulle: un sólido jefe de Estado (de centroderecha) gobernando mano a mano con una Asamblea Nacional (Cámara baja del Parlamento) de su misma filiación ideológica.
Con la más que previsible confirmación de la victoria de las filas chiraquianas Francia dejará atrás un importante capítulo de su historia reciente. En los años 80, con el presidente socialista François Mitterrand, el país escapó a la tendencia conservadora de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Luego del largo período Mitterrand (1981-1995), vinieron cinco años de poder "rojiverde" del ex primer ministro Lionel Jospin (1997-2002).
La discreta "revolución conservadora" francesa se venía gestando desde entonces y se ha materializado ahora. Con la victoria de Chirac, Francia sigue la tendencia conservadora que se está imponiendo entre los Quince. Una ola que se desató en 1999 en Austria y que ha tumbado ya a cinco gobiernos de izquierda en Europa.
El "efecto Raffarin" (por el primer ministro interino Jean-Pierre Raffarin, que seguramente será ratificado el próximo domingo) ha hecho todavía más amarga la fragmentación de la izquierda en estas legislativas, tras la dimisión de su candidato, el ex premier Jospin, derrotado en las presidenciales de mayo.
Un sagaz estratega
Lo cierto es que Chirac ha jugado con la astucia propia de un sagaz estratega. Casi a hurtadillas, escondiéndose del influyente y ambicioso compañero de partido Alain Juppé, se sacó un as de la manga presentando al liberal Raffarin para primer ministro.
Raffarin, una cara nueva y un hábil político con un discurso accesible alejado de cualquier sospecha de corrupción, ha conseguido en pocas semanas tras su nombramiento por Chirac elevadas cotas de popularidad, especialmente con su objetivo de mejorar la seguridad ciudadana, que fue uno de los caballos de batalla de los conservadores en las presidenciales.
Tras la retirada del cargo de Jospin y la derrota en la primera vuelta de las legislativas de este domingo ante la derecha de Chirac, a la izquierda francesa y en concreto al secretario general del Partido Socialista (PSF), François Hollande, se le plantea un arduo panorama: tiene una semana para movilizar a los abstencionistas (35%) para salvar lo que quede por salvar en la nave de la izquierda y en el partido del puño y la rosa.
Destacados líderes del socialismo como Laurent Fabius o Dominique Strauss-Kahn se mantuvieron en segundo plano y en el seno del partido son cada vez más fuertes las voces que opinan que es mejor curar las heridas en la oposición y rearmar una nueva ofensiva desde la base partidaria para volver a entrar en liza política.
No obstante, no son los socialistas los mayores perdedores de la primera ronda de las legislativas. Son sobre todo los comunistas quienes han quedado diezmados y de quienes no se sabe si podrán formar grupo parlamentario.
El otro gran perdedor ha sido el xenófobo Frente Nacional (FN) de Jean-Marie Le Pen, a pesar de su sorprendente buen resultado en la primera ronda de las presidenciales. Respecto de estas, donde logró 17,5%, perdió 6 puntos netos en sólo un mes.
Le Pen echó la culpa al sistema mayoritario uninominal, "que prohíbe a millones de franceses verse representados en el Parlamento". Poco antes del voto, había pronosticado que daría pelea en 310 distritos; ahora aspira a un máximo de cuatro diputados.
También sufrieron un vistoso derrumbe los candidatos de extrema izquierda, después de reunir el 11% de votos en el primer turno presidencial. Ahora recogieron menos del 3% de sufragios y ninguna chance de lograr una banca. En pocas palabras: los franceses votaron ayer contra el extremismo y a favor de la normalidad. (DPA)