El penal de Beckham impactó de lleno en el corazón del presidente. Y no se trata ni de una frase hecha como parece ni de ninguna originalidad. "Qué mal paró Duhalde a la defensa de la selección nacional", bromeaba un político santafesino para mitigar el sinsabor deportivo del viernes, pero tampoco sin pretensión de mayor ingenio. La derrota futbolística cayó en la sociedad como una ratificación plena de la mala racha argentina. Carente de recursos -aun de paliativos- el gobierno confiaba en contar con un descollante desempeño de los muchachos de Bielsa como un distractivo de peso.
Probablemente un resultado favorable en el clásico con el rival inglés hubiera despertado un festejo cuyos efectos se habrían prolongado hasta el fin de semana y un diferente humor social habría distendido unos días, cuanto más no sea, las charlas de café. Es cierto que éstas son amenizadas por los harakiris que se han hecho hinchas y simpatizantes que de feligreses adoradores de las gambetas de tal o los cabezazos de cual devinieron en detractores del conjunto o en discípulos escépticos. Pero el resultado no es el mismo. No al menos que el que hubiera esperado el gobierno (confesado por más de un funcionario) que, dicho sea de paso, aún no se resigna a una alegría made in Japan.
No alcanzó para que en el mundo periodístico, político y entre la clase media enojada se atribuyera la mufa a esto que nos pasa a los argentinos. Cuando las bromas hacen catarsis dejan de ser comentarios pasatistas para ser un desahogo. Ganarles a los ingleses hubiera importado el grito del desahogo. Pero no pudo ser y la catarsis deberá venir por otro lado. Duhalde fue protagonista privilegiado de quienes se solazaron estableciendo analogías entre la impotencia del seleccionado y las del mandatario.
El arco, cada vez más lejos
"Los ingleses fueron asesorados por el FMI para levantar un muro frente a su arco", se escuchó decir. El chascarrillo alude de modo directo a un dato que de haber habido grito de gol tal vez, y sólo tal vez, hubiese pasado algo más desapercibido para la mayoría del público: el Fondo volvió a correrle el arco a la administración Duhalde y el gol que éste pretendió anotarse al comenzar la semana haciendo firmar al díscolo gobernador de Santa Fe el acuerdo de reducción del déficit que el organismo imponía como condición salió desviado e impactó en la tribuna.
Así como los ingleses dejaron impotentes a los jugadores argentinos, el Fondo acaba de dejar en ridículo otra vez al gobierno. Todavía es confusa la información y no sabe cuándo enviará una misión pero con seguridad ya ha advertido que no piensa firmar nada en breve, si por firmar se entiende otorgarle dinero al país.
No hace falta que el presidente uruguayo Jorge Batlle actúe su patético acto de vodevil decadente para que se entienda que el presidente argentino "no sabe adónde va" y por ende el país desconozca cuál es su derrotero e intuya, con inquietud previsible, que pueda estar en rumbo de colisión. Es que al igual que el Mundial de fútbol el acuerdo con el FMI que todo el tiempo rasguea el gobierno en su zamba de una sola nota no es más que un placebo para distraer al enfermo mientras se espera el milagro.
Y al estar por las recurrentes reprimendas de los obispos habría que deducir que Dios y los santos han de estar algo disgustados como para concederle otra mano a la Argentina. Si el gobierno norteamericano finalmente accede a que el FMI otorgue ayuda financiera al gobierno de Duhalde ha de ser para cubrir los desembolsos comprometidos con organismos multilaterales de crédito y, presumiblemente, para el ajuste fiscal que se espera que hagan las provincias. Unos nueve mil millones para el primer caso y unos mil para que los gobernadores apliquen tijeras allí donde pueden y donde no, también.
Esto, básicamente, representa el tan mentado acuerdo con el Fondo. Lo demás que tiene que ver con las posibilidades de reinserción en el mundo, captación de inversiones, apertura de mercados a nuestros productos, etcétera, podrá o no venir, pero no es por mera añadidura. Durante la década pasada las inversiones que vinieron al país no requirieron que se derogara ninguna ley ni que la clase política se suicidara en masa. Vinieron porque vieron la posibilidad de hacer negocios, esto es de tener clientes que compren teléfonos, computadoras, renueven sus electrodomésticos y sus autos. Hoy se van porque los argentinos han vuelto a la modista y los sastres, zurcen las medidas agujereadas y reciclan ropa de temporadas anteriores, vuelven a visitar al zapatero, llevan el lavarropas al taller y desenchufan el microondas, dan de baja el cable y se borran de Internet.
Para revertir esto el gobierno no tiene ninguna alternativa, aparentemente. Licuó las deudas con la pesificación pero sus efectos los paga el Estado y los asalariados que en un altísimo porcentaje nutre la clase media. El Estado no haciendo obra pública y de hecho Duhalde nunca se preocuparon siquiera en nombrar a un secretario de Infraestructura (ministro de Obra Pública). Dejó el cargo vacante, seguramente para ahorrarse un sueldo.
Carlos Reutemann iba a ser el asado que la Casa Rosada programó servir el martes para agasajar al Fondo pero se lo escupió el mandatario oriental con su desenfreno oral que acaparó toda la atención. Tanta, que hay quienes ven al propio Departamento de Estado norteamericano cuanto menos anoticiado con anticipación del episodio. Mientras, otros creen percibir una tonada riojana detrás de la escena.
A algunos diplomáticos que conocen cómo funciona la relación de la prensa con el gobierno norteamericano después del atentado a las Torres Gemelas del 11 de septiembre pasado, les resulta casi imposible que la cadena Bloomberg -propiedad del actual alcalde de Nueva York- no haya impuesto a las autoridades de las declaraciones de Batlle, que poseía en el lapso que fue desde el jueves en que se grabaron hasta el lunes en que se emitieron al aire. Decisión que, seguramente coinciden esas opiniones, fue tomada teniendo en cuenta la opinión del propio gobierno norteamericano.
Batlle viene siendo aliado incondicional y funcional al presidente George Bush. Fustiga a Castro -con quien llegó a romper relaciones- y es más partidario del Alca que del Mercosur. Posturas que comparte con su amigo argentino, también amigo (y socio, dicen) de Bush: Carlos Menem. De hecho, Batlle pronosticó en esas mismas declaraciones que el riojano será el próximo presidente argentino. Un tramo de la polémica grabación que Bloomberg no pasó al aire pese a que en su comunicado declaró que su política era no admitir los "off the record" y difundir todo. En cambio, cedió a la CNN la parte de audio en la que se escucha su pronóstico electoral para la Argentina, mencionando justo a Menem cuando éste se apresta a visitar el país del norte en calidad de candidato.
Actas de intención
"Duhalde se lo quería comer crudo a Batlle", comentó Reutemann, quien compartió con el presidente buena parte del martes porque fue a Olivos a firmar lo que el miércoles en Santa Fe relativizó de modo absoluto. Reutemann era el último de los gobernadores grandes que faltaba firmar el acuerdo con la Nación para reducir en un 60 por ciento el déficit provincial: sin su rúbrica no se podía cumplir la exigencia del Fondo, sin la que éste no se avendría a cerrar un nuevo convenio de asistencia financiera.
He aquí que Reutemann explicaría al retornar a Santa Fe que sólo firmó un "acta de intención", a la que se refirió como el enésimo pacto que firma con la Nación en los últimos dos años aclarando que ninguno de los anteriores se cumplió. Es decir, si después de tantos firmados a lo que llegaron actualmente es formular nada más que la intención que plasmaron en un acta, está claro que no hubo avance ninguno. Claro les quedó a los ministros a quienes ese día el gobernador reunió para explicarles de qué se trataba. De nada nuevo con excepción de un detalle: flexibilidad en las pautas de déficit para hacer frente a situaciones de emergencia alimentaria u hospitalaria. En otras palabras, que el gobierno de Santa Fe está autorizado a aumentar su déficit para invertir en mayor asistencia social, medicamentos o cobertura de salud. Una previsión que habla a las claras que los tiempos por venir lejos están de ser halagüeños.
Así las cosas, el gobierno nacional no cumplió con el requisito del Fondo al no formalizar acuerdos con las provincias sino meras cartas de intención. Sobreactuó una situación que tampoco le sirvió hasta ahora para conseguir el objetivo de máxima, que es la satisfacción del Fondo. El árbitro financiero mundial sigue mostrando la tarjeta roja a la Argentina.
Como si hiciera falta lluvia sobre la humedad, el menemismo hizo cosecha. Una arremetida mediática que lo puso de nuevo sobre la pista aunque por ahora tenga que bailar con escraches en las esquinas. Todos miran los pasos del riojano, al que consideran experto en gambetear la realidad. También Reutemann, aunque esta semana se haya preocupado más por saber cuánta gente reunió Rodríguez Saá en Santa Fe y por analizar una encuesta en la que el puntano comienza a hacer sombra.