Año CXXXV
 Nº 49.504
Rosario,
domingo  09 de
junio de 2002
Min 8º
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Editorial
El efecto invernadero

Hace tiempo se sabe que las actividades humanas modifican el medio ambiente planetario en un sentido que se encuentra lejos de ser positivo. A la deforestación creciente, la extinción de numerosas especies animales y la progresiva contaminación del agua dulce se le debe sumar el peligroso efecto conocido como "invernadero", que deriva en el progresivo calentamiento de la atmósfera global.
Las emisiones de gases, derivadas de los escapes de automóviles, el refinamiento del petróleo y la producción de energía eléctrica, son las que provocan el fenómeno, que causa múltiples trastornos en todo el mundo como consecuencia de la modificación del clima. Así, lluvias copiosas inundan tierras hasta entonces cultivables y vastos sectores fértiles, en contraparte, se desertifican. La única manera de contener la incidencia del efecto invernadero es poner coto a las actividades que lo generan. Sin embargo, el gobierno estadounidense nuevamente rechazó un acuerdo internacional que procura disminuir el calentamiento planetario. En el pasado, la Casa Blanca había sostenido que no existían pruebas para culpar a las emisiones producidas por el sector industrial del peligroso fenómeno. Pero su brusco giro acaba de colocarla en posición antagónica con las industrias automotriz, eléctrica y petrolera, que argumentan que son necesarios más estudios para determinar si los cambios climáticos ocurren a consecuencia de un proceso natural o son generados por el sector industrial. En un informe recientemente enviado a las Naciones Unidas, Washington pronosticó que entre 2000 y 2020 las emisiones de los gases que causan el efecto invernadero aumentarán 43 por ciento. Y cabe recordar que EEUU es el país que emite la mayor cantidad de gases de este tipo, la mayor parte generada por las fábricas y las plantas productoras de energía.
El año pasado, el gobierno estadounidense desató fuertes críticas al anunciar que no participaría en el Tratado de Kioto, patrocinado por la ONU con el fin de disminuir la emisión de gases. Entonces, el presidente George W. Bush dijo que tal reducción sería demasiado costosa para la economía de su país. No parece, como mínimo, una posición afortunada. Tiempo atrás, en esta columna se sostenía que el natural rol de liderazgo que le corresponde a la principal potencia del globo debe sostenerse sobre fundamentos morales, que legitimen el poderío material que lo sustenta. En este caso, el interés común debería primar sobre la conveniencia de un único país, en obvio beneficio de la especie humana.


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