Año CXXXV
 Nº 49.504
Rosario,
domingo  09 de
junio de 2002
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Postdam: Un palacio tras otro
La pequeña ciudad alemana fue recreada para servir de residencia de verano a los reyes prusianos

Patricio Pron

Quien visite Berlín tiene una interesante cita, entendida por algunos como una obligación, con Postdam. Esta pequeña ciudad, situada a pocos kilómetros al sudoeste de la capital alemana, es en realidad un enorme parque que rodea esplendorosos palacios y edificios destinados en su origen a complacer al rey pero ahora abiertos a los visitantes. Puesto que, aunque antigua, la ciudad fue recreada para servir de residencia de verano a los reyes prusianos, visitarla puede constituir la oportunidad de conocer qué hacían éstos en sus vacaciones, mucho antes de que se inventaran la pala de arena y el voleibol de playa.
No era tan malo ser rey después de todo, puede uno pensar si visita el imponente parque Sanssouci, creado a mediados del siglo XVIII por orden de Federico el Grande y una de las principales razones por las que la Unesco ha declarado a Postdam Patrimonio de la Humanidad.
El castillo, construido en el estilo rococó alemán hacia 1747, ha sido edificado sobre una colina que desciende hasta la llamada Gran Fuente, en la avenida principal del parque, a través de jardines en terrazas. A sus columnas profusamente decoradas con estatuas hay que sumarle los elaborados techos de estuco de su interior y la galería de imágenes que, aunque no son las originales, permiten conocer los gustos de la época. El Pabellón de las Damas y la cocina del castillo pueden también visitarse.
Sanssouci está flanqueado por dos edificios. A la derecha la galería, con una colección de cuadros de la época que sólo un historiador del arte o un amante de las mujeres excedidas de peso puede disfrutar -obras de Rubens, van Dyck y Caravaggio, entre otros-. A la izquierda, la nueva cámara que, pese a su nombre, no es una modesta habitación sino todo un palacio en el que Federico el Grande solía alojar a las visitas.
Frente a ésta se encuentra un molino de colosales dimensiones que Federico el Grande hizo construir en homenaje a Holanda, país del cual, además, quiso traer trabajadores, considerados por entonces los más eficaces de Europa, llegando a construir un barrio holandés en la ciudad que aún puede visitarse y que los holandeses nunca ocuparon.
Desde la cima del molino, donde se encuentra además la información turística, se tiene una vista privilegiada de todo el parque, comenzando por el castillo y sus edificios aledaños como la Gruta de Neptuno, el Portal del Obelisco, la imponente Orangerie con su estatua ecuestre de Federico II y, hacia el norte, las falsas ruinas romanas que el rey hizo construir para mostrar su admiración por el mundo antiguo, al que su sucesor, Federico Guillermo IV, le dedicaría otros edificios del parque: las mediterráneas termas romanas, el castillo Charlottenhof, la iglesia Friedenskirche y los templos Antiguo y de la Paz que escoltan hacia el final de la avenida de dos kilómetros de extensión que atraviesa el parque el suntuoso Nuevo Palacio.
Este palacio es incluso más grande y más lujoso que el Sanssouci. Construido también por orden de Federico el Grande, la totalidad de su fachada está recubierta de estatuas, muchas de ellas severamente deterioradas, y cuenta con un teatro histórico. El visitante que haya deplorado los excesos decorativos del castillo Sanssouci encontrará sin duda insoportable la idea de entrar en el Nuevo Palacio, sobre todo por el abrumador conjunto que conforma con el complejo del Communs, situado enfrente.
En la armónica arquitectura del parque sólo hay cuatro edificios que desentonan; se trata del molino, de la estación de trenes del Káiser o Kaiserbanhof, en estilo gótico; de la bonita casa de los Dragones, junto al Belvedere, y la casa China. Esta última, con sus estatuas doradas en el exterior y su cúpula pintada, es una de las principales atracciones del parque.
Unos cuatro kilómetros al noreste del Parque Sanssouci se encuentra el Nuevo Jardín, junto a la orilla del Heiliger See o lago sagrado al que un brazo de agua une al Tiefer See o lago profundo.
El jardín fue diseñado en estilo inglés por orden del sucesor de Federico II en 1787 y es especialmente interesante por su variedad arquitectónica. A la biblioteca gótica, en el extremo sur del parque, se suceden el palacio Lichtenau, en estilo clásico, la Portiershaus o casa del Portero, que da paso al establecimiento holandés, una copia de la arquitectura gótica holandesa que puede verse en ciudades como Amsterdam o Rotterdam, una Orangerie, el bonito palacio de Mármol, obra del clasicismo temprano, una pirámide, el castillo Cecilienhof, construido durante la Primera Guerra Mundial a la manera de una casa de campo inglesa, y la curiosa Meierei.
En verano, si el clima es conveniente, puede verse a la orilla del lago a decenas de bañistas que toman sol desnudos, lo cual constituye una atracción para el visitante de países más conservadores y lo distrae saludablemente de tanto edificio inhumano.

Parque Babelsberg
Enclavado en el Babelsberg o monte de Babel, en la orilla opuesta del Tiefer See, se encuentra este parque construido por orden del Káiser Guillermo I en el siglo XIX.
El parque ofrece interesantes vistas de la ciudad y del Nuevo Jardín, especialmente desde lo alto de la torre Flatowturm, que remeda la puerta de una ciudad medieval. A este edificio se le agregan, ubicados en diferentes áreas del parque, la Matrosenhaus o casa de los marineros, el Gerichtslaube, de inspiración medieval, la Columna de la Victoria, la Maschinenhaus y, al pie del parcialmente restaurado castillo Babelsberg, el neogótico Pequeño Castillo.
Precisamente desde el castillo Babelsberg, construido en 1835 para el príncipe Guillermo de Prusia y la princesa Augusta de Sajonia-Weimar y que recuerda el estilo mozárabe, se tiene una bella vista del Parque Glienicke, en la orilla norte del Havel, en la que se destacan el puente, el casino, el pabellón de casa, la capilla y el castillo del mismo nombre, así como, si se fuerza la vista, de la Loggia Alexandra. El parque fue erigido en la primera mitad del siglo XIX por orden del príncipe Carlos de Prusia.
El Parque Babelsberg puede ser el final de la visita a los parques y castillos de Postdam. El camino de regreso a la estación de trenes puede, entonces, ofrecer la oportunidad de echar una rápida mirada a los edificios más importantes de la ciudad. Entre ellos, las puerta Nauener Tor, construida en estilo gótico por pedido de Federico el Grande, la Jägertor o de los cazadores, la más antigua de la ciudad, y la Brandenburger Tor, imitación de la que es símbolo de la ciudad de Berlín.
Edificios importantes de Postdam son, también, la Kutschsall, las Hiller-Brandstche Häuser, el Museo de Postdam, la Alte Wache, el Museo del Cine y, al otro lado de la bella calle Friedrich Ebert, la iglesia de San Pedro y San Pablo, en las cercanías del Barrio Holandés, la puerta de la Fortuna, la vieja intendencia, la iglesia de San Nicolás y la isla de la Amistad, justo frente a la estación de trenes.
Entre lo que quedará por ver -puesto que, aunque pequeña, Postdam es imposible de abarcar en una sola visita- estarán la Dampfmaschinenhaus o casa de las máquinas de vapor, el Lustgarten, los castillos Sacrow y Lindstedt, las residencias que Stalin, Churchill y Truman ocuparon durante su estadía aquí, la Torre de Einstein, el Parlamento, el bello castillo Pfaueninsel, construido entre 1794 y 1796, el Desván Persa y el importante parque temático sobre cine, ubicado en los antiguos estudios de la compañía cinematográfica alemana UFA, luego DEFA, donde en 1930 debutó Marlene Dietrich en "El ángel azul".
Aunque Postdam sufrió como otras ciudades los estragos producidos por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, su belleza y diversidad permanecen en buena medida intactas.
El visitante interesado por la historia encontrará aquí varios motivos para la reflexión. Ante la suntuosidad de los palacios de la ciudad cabe preguntarse si su belleza es superior a la inmoralidad que constituye el hecho de que un hombre, sólo uno, tuviera alguna vez el poder de ordenar a otros hombres la construcción de edificios tan imponentes que, por un accidente llamado monarquía, pasarían luego a ser de su propiedad, no de la de quienes los construyeron.
El hecho de que en Postdam se encuentre también el edificio -puede visitarse- en el que en 1945 se celebró la célebre conferencia entre Winston Churchill, Iosif Stalin y Franklin Delano Roosevelt que decidió el futuro de Alemania, por entonces en ruinas por culpa del nazismo, posibilita otras interesantes reflexiones sobre la estupidez de los gobiernos de una sola persona y la falibilidad de los gobiernos de la mayoría.



La belleza edilicia de Postdam sigue intacta.
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