Aquel día de 1849 un niño de nueve años se acercó a su madre, tímido como ante un confesionario, y le dijo: "madre, yo quiero ser como el señor cura". Ese día comenzó la historia del cura Brochero, frágil y cotidiana figura en los caminos cordobeses de Traslasierra.
El niño se llamaba José Gabriel del Rosario Brochero y era el cuarto de los diez hijos de una familia tradicional que vivía cerca de Santa Rosa de Río Primero y de la laguna de Mar Chiquita, el enorme mar de Ansenuza.
Sobre la vida del cura gaucho, que se acercaba sin temor a los leprosos porque "ahí también hay un alma", se creó un circuito turístico que sigue sus pasos, que parte de la ciudad de Córdoba, a la que llegó ya adolescente.
Allí ingresó en el Colegio Seminario Nuestra Señora de Loreto, donde tuvo condiscípulos que alcanzarían renombre, como Miguel Juárez Celman, primer gobernador de Córdoba y después presidente.
El Colegio ya no está, pero se visita el lugar en el que estaba, junto a la Casa de Ejercicios, donde el joven Brochero descubrió la práctica espiritual creada por San Ignacio de Loyola que no abandonaría nunca.
El guía cuenta anécdotas de la vida del joven sacerdote, que a poco de ordenado afrontó con heroísmo la epidemia de cólera que en 1867 asoló la ciudad; dos años después partió hacia el oeste serrano como cura de San Alberto.
Pero es recién en 1872 que llegó a El Tránsito, lugar de sus impresionantes hazañas pastorales, que desde 1916 se llama Villa Cura Brochero por orden del entonces gobernador de Córdoba, Ramón Cárcano, otro de sus condiscípulos en el Colegio de Loreto.
El cura siempre pensó en construir una Casa de Ejercicios en El Tránsito, y se empeñó en transmitirle a los paisanos el valor de esta práctica como medio de elevación espiritual.
Aquella ilusión comenzó a concretarse tres años después, cuando reunió el dinero suficiente. El 15 de agosto de 1875, al finalizar la misa del Día de la Asunción de la Virgen, convocó a los feligreses a trabajar con él a la mañana siguiente.
Fueron muchos los que llegaron con herramientas para desbrozar el terreno y cavar cimientos. En dos años de rezos, cánticos y algarabías construyeron la Casa de Ejercicios, convertida ahora en Museo Brocheriano, que hasta la muerte del cura, el 26 de enero de 1914, cobijó a más de 40.000 ejercitantes.
El cura descansa allí, junto al muro que da a la iglesia de Nuestra Señora del Tránsito, una construcción colonial de 1864. Y cruzando la Plaza Centenario está la casa en la que vivía.
Pero el ingenio de este hombre que anhelaba morir como el caballo "chesche", que se desplomó galopando, no sabía de límites. Una prueba de ello es el acueducto Los Chiflones, que construyó para llevar hasta El Tránsito las aguas del río Panaholma.
Este circuito también llega hasta el caserío de Altautina, rodeado de montes espesos, donde el cura iba a buscar la madera para sus monumentales obras. Aún está allí el enorme y viejo algarrobo a cuya sombra se sentaba para confesar a los serranos.
Rumbo a Mina Clavero
Su labor misionera también dejó huellas en Mina Clavero, principal centro turístico del Valle de Traslasierra, donde en el siglo XVI vivían los comechingones del cacique Milac Navira.
Ya en algunos documentos de 1887 se consigna que el cura José Gabriel Brochero, un visionario fenomenal, le había propuesto a doña Anastasia Fabre de Merlo que abriera una casa de huéspedes, emprendimiento que la dama concretó dos años después.
Pasó el tiempo, y cuando comenzó la organización política del lugar, y en 1928 se nombró al primer intendente, el día de la muerte de doña Anastasia, ocurrida el 11 de octubre de 1946, se tomó como fecha de la fundación espiritual de Mina Clavero.
El Hotel de Doña Anastasia, tal el nombre de aquel primer albergue, fue la simiente de las 14.000 plazas de alojamiento que actualmente brinda Mina Clavero, ciudad de 5.000 habitantes.
Y como en aquellos tiempos, los visitantes siguen disfrutando de los balnearios naturales cercanos, como Nido del Aguila, Las Maravillas y la Quebrada del Toro Muerto, cuyas aguas no son termales pero tienen valor terapéutico.
En el medio de este circuito que sigue los pasos del cura Brochero está Nono, con sus playitas del río de los Sauces y sus casas de té, y Las Rabonas, con sus colmenares y el almacén de productos naturales Maestra Ananda Mayadiipa.
Como circuito complementario hacia el sur se puede partir de San Javier o de Yacanto hacia Luyaba, Corralito y La Paz, tres parajes muy transitados por el cura, y llegar hasta Merlo.
Y hacia el norte partir de Mina Clavero o de Villa Cura Brochero a través de la Pampa de Pocho. Un desvío lleva hasta la capilla de Ambul, también obra del sacerdote. En este recorrido hay un punto tan alto que es posible ver la quebrada de La Mermela y a lo lejos los llanos de La Rioja.
Poco antes de morir, ya muy afectado por el mal de Job que padecía, y recordando su deseo de morir "galopando", le escribió a monseñor Yañiz, obispo de Santiago del Estero: "no tuve presente que Dios es y era quien vivifica y mortifica, quien da las energías físicas y morales, y quien las quita".