Año CXXXV
 Nº 49.504
Rosario,
domingo  09 de
junio de 2002
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"Al país no le importa la educación", afirmó
El flamante rector de la UBA se opone al arancelamiento
"La calidad de nuestros dirigentes refleja el fracaso de la universidad", sostiene Guillermo Jaim Etcheverry

Laura Vilche / La Capital

"Más allá de lo que se proclama en los discursos, al país no le importa la educación". Casi como una sentencia, así sonaron las palabras del flamante rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Guillermo Jaim Etcheverry, quien disertó el miércoles pasado en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia invitado por el Rotary Club Rosario. Hace apenas tres semanas que este médico de 59 años, que sigue ejerciendo como profesor de Biología Celular e Histología en la Facultad de Medicina, está a cargo de la universidad más populosa del país. "Con unos 260 mil alumnos y 30 mil docentes la UBA es casi una provincia, y yo un gobernador en decadencia", ironizó Etcheverry en diálogo con La Capital.
-Tituló su último libro "La tragedia educativa" y a esta charla "La educación en terapia". ¿No es demasiado nihilista su visión de la educación argentina?
-Es que más allá de lo que se proclama en los discursos, al país no le importa la educación, y eso es un grave problema, una pesada hipoteca para nuestros jóvenes. Está la percepción de que la educación está en crisis pero cada uno piensa que se ha salvado de eso, y eso hace que las medidas para tratar de resolver el problema no sean todo lo intensas y efectivas que corresponde. Curiosamente, cuando se les pregunta a los padres cómo está la educación del país, el 70 por ciento dice que está mal, y en mismo porcentaje manifiestan estar satisfechos con la educación de sus hijos. Hay que cambiar esta percepción, esa es la tarea por delante.
-En materia universitaria pasa algo similar. Muchos dicen que la educación superior está en crisis, pero sin embargo formamos a buenos científicos. ¿Cómo se entiende esto?
-Bueno, hablamos de situaciones promedio. Hay buenas escuelas y universidades a pesar de la crisis. Pero si miramos el desarrollo que debería tener el país creo que estamos en déficit y que corremos el riesgo de que la buena gente que tenemos se vaya. El problema no son los programas o la falta de tecnología, es que hay falta de interés social en la educación. No todo se arregla con inglés y computación, cada vez es menos prestigioso el conocimiento y el logro académico, y eso es gravísimo. Eso debe cambiar, y también la dirigencia que no tiene una visión global de país y no quiere invertir en educación.
-Usted sostiene que la universidad pública no forma dirigente serios.
-Sí, nuestros dirigentes reflejan el fracaso de la educación.
-¿Cree que hay que arancelar la educación pública universitaria?
-Creo que hay que hacer notar al conjunto de la sociedad la trascendencia que tiene para la Argentina educar lo mejor posible a la mayor cantidad de gente. No debemos extender los problemas de pobreza y exclusión social a la educación; es justamente la educación lo que cohesiona a la sociedad. El arancelamiento no resuelve el problema de la universidad, lo agrava. En este momento muchos alumnos, en su mayoría de clase media, dejan de estudiar por no poder pagar el transporte, entonces más que arancelar hay que dar becas. Es mentira que la mayoría de los alumnos va a la universidad pública en auto. Muchos trabajan, estudian con su propio esfuerzo y el de sus familias, y el Estado debe apoyar ese emprendimiento. Si se malgasta tanto dinero público, ¿por qué no invertir en educación? Y algo más, tampoco considero un despilfarro invertir en alumnos que luego abandonan, sabemos que quien pasa por la universidad realiza una experiencia valiosa.
-¿Por qué sostiene que hay que despartidizar la universidad?
-Porque se ha convertido en un terreno de fracciones de partidos muy pernicioso. A mí me parece que hay que politizar la universidad y despartidizarla. Se debe asumir un rol político más activo en las aulas, en el sentido de preocuparse más por los problemas de la Argentina. Hay que ponerse a trabajar en temas concretos y hacer propuestas concretas. Cuando asumí al rectorado apunté a esa idea: dije que lo hacía sin dar nada a cambio, sin ningún condicionamiento.
-¿Y por qué cree que lo votaron?
-Porque hay una fuerte sensación de cambio, la gente cifra esperanzas sobre alguien independiente que quiera demostrar que la Argentina es posible.
-¿Piensa quedarse en el poder 16 años como su antecesor (el radical Oscar Shuberoff)?
-No, para nada. Cuatro años de mandato son suficientes. Es importante cambiar, la alternancia es necesaria en instituciones complejas, eso impide que se congelen las burocracias.


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