Gustavo Conti / La Capital
La imagen de Batistuta, Samuel y Pochettino iniciando el festejo del triunfo argentino ante Nigeria recorrió el mundo, pero caló bien hondo en esta parte minúscula del planeta. Especialmente llenó de orgullo el corazón del pueblo leproso, por los tres jugadores que fueron titulares en el debut mundialista y por tener al técnico más caro a su sentimiento en el banco, una conjunción histórica y que difícilmente se repita en los tiempos por venir. Pero la presencia de Christian González, sobre todo, como las de Chamot y Tito Bonano en el plantel, tiende a equilibrar la balanza en la eterna y folclórica disputa rosarina, cuyo análisis no viene al caso en esta reflexión. La presencia de los ex jugadores de Newell's Old Boys y Rosario Central en la selección no hace más que confirmar las bondades del fútbol de acá, no sólo para alimentar los mejores equipos del país sino para nutrir de figuras a los principales del mundo. Y para enriquecer al equipo de todos, claro está. Claro que el mérito de las presencias de estos jugadores en la selección no hay buscarlo en la actualidad de las divisiones inferiores de los clubes que polarizan el sentimiento futbolero ciudadano, sino en el magnífico trabajo realizado por quienes condujeron las categorías menores a fines de los 80 y principios de los 90, época en que los hoy seleccionados asomaron a la primera división. En aquellos años, la única comparación válida para los chicos leprosos y canallas con los de Buenos Aires era la reserva, ya que recién en los primeros años de los 90 Newell's comenzó a intervenir en los torneos de divisiones inferiores de AFA y luego Central lo imitaría. Pero ya en esas primeras intervenciones, los rojinegros arrasaban en casi todas las categorías, mientras que los canallas también harían su parte unos años después, lo que demostraba la profesionalidad con que los clubes rosarinos trabajaban apostando al futuro de la primera división. Pero esa hegemonía comenzó a resquebrajarse en los últimos años y esta última tendencia se viene acentuando especialmente en esta temporada. Y se nota, no sólo por la falta de protagonismo de Newell's y Central en el campeonato superior, sino porque en las inferiores andan a los tumbos como nunca, muy lejos de los tiempos en que cosechar títulos era una costumbre. No será porque ya no surjan buenos valores sino quizás porque no se los busca en el interior de la provincia (y del país también) con el mismo ahínco de antes (por falta de planificación, de estructura, de capacidad o de plata) o porque el flagelo de los empresarios ávidos de lucrar con pibes que ni siquiera asomaron a la adolescencia hizo que se los manipule como mercancía, perdiendo de vista que deben primero cumplir su indispensable etapa de desarrollo y crecimiento, sin esa presión insoportable y maquiavélica. Hoy el orgullo rosarino se distingue en la selección que busca el tri pero también advierte de una realidad que hay que modificar, para que en el futuro Argentina siga nutriéndose de otros Bati de Reconquista, otros Samuel de Firmat, otros Chamot de Concepción del Uruguay, otros Poche de Murphy y otros Kily, Tito o Bielsa de Rosario.
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