Año CXXXV
 Nº 49.492
Rosario,
martes  28 de
mayo de 2002
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Paradoja: pese a la miseria los índices siguen en baja
La indigencia infantil en Rosario aún no produce más desnutrición
En el 2001 hubo la mitad de casos que en 1998. Cómo impactan los planes y las estrategias de supervivencia

Silvina Dezorzi / La Capital

En los últimos cuatro años, la desnutrición infantil en Rosario cayó a la mitad y hasta ahora todo indica que sigue en descenso, pese a que cada vez más chicos provienen de hogares indigentes. Para tener una idea: en la provincia de Santa Fe el 33,1 por ciento de los menores de 14 años integra una familia que no llega a 274 pesos por mes y cae en la indigencia, mientras el 63,5 por ciento viene de un hogar pobre. Y en muchas zonas del país la multiplicación de la miseria ya muestra un correlato en el incremento de casos de desnutrición infantil. ¿Qué evita hasta ahora en Rosario que la pobreza se traduzca en más cuadros de ese tipo? Según los entendidos, se trata de una conjunción. Por un lado, de los programas oficiales de salud y de asistencia alimentaria. Por otro, de estrategias que permite la "gran ciudad", por ejemplo los comedores, los gestos solidarios y, por patético que resulte, hasta la propia basura.
La estadística se corrobora incluso con la percepción directa de los pediatras y jefes de centros de salud más periféricos consultados por La Capital, donde no advierten el aumento de casos ni siquiera en los últimos meses.
De todos modos, hacen la salvedad de que el impacto del deterioro alimentario sobre la desnutrición se advertirá recién después de varios años y nadie arriesga qué arrojarán los próximos censos de talla, principal instrumento que se usa cada cinco años para medir el problema.
Las cifras de la Secretaría de Salud municipal muestran que en Rosario los índices de desnutrición vienen en descenso. Por ejemplo: en 1998 los hospitales municipales atendieron a 3.523 nenes desnutridos, en el 99 el número bajó a 3.046, en el 2000 a 2.504 y el año pasado llegó a 1.838. Eso implica que en cuatro años la desnutrición infantil cayó a la mitad. Del 2002, aún no hay números.
El fenómeno no deja de ser paradójico en una ciudad donde la pobreza viene sostenidamente en aumento. Según datos de la Consultora Equis, en Santa Fe un tercio de los menores de 14 años viene de un hogar indigente (menos de 274 pesos para cinco miembros) y el 63,5 pertenece a una familia pobre.
El titular de Salud municipal, Miguel Angel Cappiello, busca explicación básicamente en la labor del área. "Hay datos claros de lo que se pudo ir logrando: por ejemplo, que Rosario tenga la mortalidad infantil más baja del país y que el 97 por ciento de las embarazadas llegue al parto con controles previos", afirma.
El último dato no es menor por la relación entre el desarrollo intrauterino, el peso del recién nacido y las posibilidades posteriores de desnutrición del niño. Si en el 2001 el 9 por ciento de los nacidos en efectores públicos rosarinos tuvo bajo peso, en lo que va del 2002 no se ven variaciones significativas: las maternidades municipales registran el 8 por ciento.

Cuadros leves
Desde el ámbito provincial, el jefe del Area VIII de Salud, Lelio Mangiaterra, dice que al menos hasta finales del año pasado los casos de desnutrición registrados en los hospitales de su jurisdicción no pasaban del 10 por ciento y mayoritariamente se trataba de cuadros leves.
"Hay pocos casos con desnutrición en grado 2 ó 3, que son los más graves, y obedecen a situaciones muy especiales con condimentos de marginalidad infrecuentes, o a lo que llamamos cuadros orgánicos, por ejemplo cardiopatías o chicos asmáticos graves, obviamente en contextos de extrema pobreza", detalla.
Aun así, Mangiaterra no arriesga qué depararán los próximos registros tras la debacle socioeconómica de los últimos meses. "No cabe duda de que se deben haber empeorado las condiciones de alimentación", sostiene.
Lo grave es que las consecuencias se verán a futuro. "Los efectos de una alimentación deficiente se harán visibles dentro de unos años, cuando se verifiquen descensos en talla, peso y circunferencia craneana" (variables antropométricas que sirven para medir la desnutrición), sostiene el médico.
Pero la pregunta sigue siendo qué evitó hasta ahora que la desnutrición infantil corra pareja con la indigencia. Al respecto Mangiaterra apunta a las políticas de salud -sobre todo municipales- y los planes de asistencia alimentaria, pero no minimiza las estrategias sociales que están disponibles en los grandes centros urbanos.

Todo tipo de rebusques
"Las familias carenciadas tienen todo tipo de rebusques. Y en una gran ciudad como Rosario están los comedores, Cáritas, las ONGs, y hasta la posibilidad cierta, por más triste que sea, de encontrar comida en la basura, una opción que no aparece en otras zonas del país", describe.
Los pediatras y jefes de centros de salud también aluden a ese tipo de factores para explicarse por qué hasta ahora no detectan un aumento de casos de desnutrición infantil, fuera de los que llegan de otras provincias a los asentamientos.
Dicen que entre las estrategias a que echan mano las familias figuran la pesca (por ejemplo, en zonas ribereñas como El Mangrullo), la cría de gallinas, algún que otro producto de huerta, el cirujeo y los comedores. Y también remarcan que hay mecanismos de redistribución al interior del propio hogar, donde los chicos suelen ser los privilegiados a la hora del reparto de la comida.



La asistencia alimentaria es una de las claves rosarinas. (Foto: Marcelo Bustamante)
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