El primado de la Argentina, cardenal Jorge Bergoglio, efectuó un dramático llamado a los argentinos para reconstruir la República mediante el cumplimiento de la ley dado que, según advirtió, el país está "a las puertas de la disolución nacional", y le apuntó con inusual dureza a quienes, en lugar de representar a la gente, pretenden mantener sus "privilegios, su rapacidad y sus cuotas de ganancia mal habidas". Exhortó, asimismo, a abrir los ojos porque "una sorda guerra se está librando en nuestras calles, la peor de todas, la de los enemigos que conviven y no se ven entre sí, pues sus intereses se entrecruzan manejados por sórdidas organizaciones delincuenciales y sólo Dios sabe qué más, aprovechando el desamparo social, la decadencia de la autoridad, el vacío legal y la impunidad". Durante el tedéum por el 25 de Mayo en la catedral metropolitana, el purpurado porteño instó (delante del presidente Eduardo Duhalde y numerosos funcionarios) a "hacer cumplir la ley" y a "rescatar del fondo del alma el trabajo y la solidaridad generosa, la lucha igualitaria y la conquista social y la creatividad". "Sabemos bien que este pueblo podrá aceptar humillaciones, pero no la mentira de ser juzgado culpable por no reconocer la exclusión de veinte millones de hermanos con hambre y con la dignidad pisoteada", sentenció. El arzobispo de Buenos Aires también criticó a los "intereses golondrinas del mundo que llegan, extraen y parten", a quienes practican "calculadoras intransigencias en nombre de coherencias que no son tales", y a aquellos que "narcotizan las conciencias" con el pretexto de "justificar y demandar más sacrificios escudándose en la repetida frase: «No queda otra salida»". Aunque sin nombrarlos, también se refirió a la "incapacidad de sentir culpa" de los funcionarios "ambiciosos escaladores, que tras sus diplomas internacionales y su lenguaje técnico, por lo demás tan fácilmente intercambiable, disfrazan sus saberes precarios y su casi inexistente humanidad".
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