Año CXXXV
 Nº 49.490
Rosario,
domingo  26 de
mayo de 2002
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Salta: Fascinación sobre rieles
El Tren de las Nubes es hoy la excursión argentina más vendida en el exterior

Corina Canale

Mil seiscientas toneladas de acero fueron necesarias para construir el puente de más de 217 metros de largo y 63 de altura que permite que el Tren de las Nubes llegue al paso de Socompa, en el límite con Chile, para delicia de los turistas que recorren un paisaje inigualable.
Cuando el tren se apresta a partir de la estación ferroviaria de Salta, a las 7 de la mañana, los rayos del sol comienzan a iluminar el legendario cerro San Bernardo y el olorcito del chipá caliente se escapa de las canastas de mimbre.
El famoso Tren a las Nubes, el más asombroso del mundo, está por iniciar uno de sus viajes hacia el sobrecogedor silencio de la puna, en el extraño norte del lejano país de las pampas. Su flamante locomotora General Motors, de 2475 hp de potencia y para trocha métrica, se está moviendo. De este tren turístico, que es la excursión argentina más vendida en los mercados internacionales de viajes, el poeta Juan Aranda dijo: "busca silenciosamente una profunda sensación de cielo".
En cada partida el murmullo crece mientras las cámaras fotográficas y las filmadoras atrapan imágenes. La aventura comienza en esta enorme babel sobre rieles donde se escuchan los más raros idiomas. Esta excursión es la de mayor altura en Argentina; la segunda es el Cristo Redentor, en Mendoza. El tren se convierte en el escenario donde hombres y mujeres compartirán, durante todo un día, una experiencia única, alucinante.
En cada viaje el tren que sube a las nubes lleva 500 pasajeros. Desde marzo a octubre va y viene desde Salta hasta el viaducto La Polvorilla, recorriendo 217 kilómetros. Ese tramo, el turístico, integra el ramal C-14 que llega hasta Socompa, en la frontera con Chile y que en total abarca 569 kilómetros.
En 1919 el entonces presidente de la Nación, Hipólito Yrigoyen, firmó el decreto para construir un ramal ferroviario entre Salta y el paso de Huaytiquina, que luego se reemplazó por Socompa, tras un acuerdo con Chile.
En esos tiempos los dos países buscaban integrarse, siguiendo los contactos comerciales y culturales que ya habían iniciado, con las limitaciones que imponía la naturaleza, los pueblos prehispánicos que habitaban de ambos lados del macizo andino. Desde el noroeste argentino se pensaba que muchos de sus productos, lana, tabaco, maderas, encontrarían en el puerto de Antofagasta, sobre el Pacífico chileno, una buena salida hacia los mercados del viejo mundo.
Más allá de la historia, los viajeros saben que el tren se desplaza por una de las más formidables obras de ingeniería, una maravilla del genio creador del ingeniero franconorteamericano Ricardo Fontaine Maury, que el mundo compara con la torre Eiffel.
Maury imaginó este viaducto único en su tipo, una idea que muchos calificaron como delirante. Pero la obra se concretó a los 4200 metros sobre el nivel del mar, con 224 metros de longitud y 63 de altura. Una gigantesca estructura que pesa 1600 toneladas.
Seguramente el ingeniero imaginó pueblos pujantes a la vera de esta trocha angosta y una economía regional consolidada, sueño que aún no se cumplió. Lo que no pensó fue que parte de ese ramal se convertiría en un paseo turístico de fama mundial.
Lo cierto es que la titánica obra comenzó en 1921 y finalizó en 1948, luego de 27 años de dura lucha contra la furia de los vientos y las nevadas, nada menos que para doblegar a las montañas andinas en un tiempo donde no existían topadoras ni excavadoras
Mientras tanto, el convoy cruza el río Arenales y llega a Alvarado, la primera de las 20 estaciones de esta excursión que se completa en 14 horas.
Los guías, todos bilingües, anticipan cómo es poner los pies a los 4.200 metros de altura. Explican que debajo del viaducto se forman nubosidades que los viajeros ven mientras van subiendo. De allí el nombre de Tren de las Nubes y la ilusión de tocar el cielo.
Entre las anécdotas que se cuentan, mientras circula el té de coca, necesario para no apunarse con la altura, la más conocida es la que relata la historia de un obrero yugoslavo, Josef Broz, que habría trabajado en el tendido de rieles y que de regreso a su patria se convirtió nada menos que en el famoso mariscal Tito.
El tren, en tanto, pasa por Rosario de Lerma, comarca tabacalera y por Campo Quijano, lugar preferido del ingeniero Maury, que instaló allí su campamento. Los viajeros miran el paisaje, donde aparecen llamas, vicuñas y salares, mientras los grupos folclóricos desgranan zambas y chacareras. Se debe conocer este lugar del trayecto para entender por qué se llama Portal de los Andes. Además, hay que adentrarse en la Quebrada del Toro y llegar a El Alisal, donde la epopeya ferroviaria comienza cuando aparece, sorpresivamente, el primer zig-zag. En este, del que hay sólo dos en todo el trayecto, el tren marcha una vez hacia adelante, y otra hacia atrás, maniobra con la que va subiendo. Después pasa por 29 puentes, 19 túneles, 13 viaductos y 2 "rulos", donde trepa y desciende.
Más adelante están los monumentos naturales La Oreja del Inca, Los Laberintos y el Cerro Bañado en Chocolate. Y de pronto el paisaje cambia, y allí están, al alcance de las mano, las explotaciones de plomo, hierro, manganeso y plata.
Finalmente el Tren de las Nubes se detiene en San Antonio de los Cobres. Este año, siguiendo un mandato que no se sabe de dónde viene, nativos y foráneos han comenzado a llevar regalos para la gente humilde de San Antonio.



Una vista del puente más formidable del recorrido.
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