Pedro Sinopoli (1940) comenzó hace treinta y cinco años a utilizar una técnica de grabado casi desconocida en Rosario. Contra la tradición de la disciplina que enmarcaba la categoría a partir de las distintas variantes de la incisión -sobre madera y chapa, principalmente-, el artista empezó a realizar serigrafías y a sorprender al poco tiempo con el uso de imágenes fotográficas.
Este recorrido -que también incluyó luchar contra la resistencia a la nueva técnica por parte de los ortodoxos- aparece ahora desarrollado en una gran exposición inaugurada en el Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río). Entre aquellas primeras imágenes con referencias pop y las actuales, donde hace gala de la sutileza y lo decorativo, se destacan series donde se conjugan motivos y temas variados, con obras intimistas, críticas e irónicas.
De la industria
La utilización de la serigrafía fue consecuencia directa de un viaje que Sinopoli hizo como becado a Europa, aunque su primer contacto con la técnica se había dado en otros ámbitos, no artísticos, cuando realizó diseños en la fábrica de porcelanas Verbano y dibujó estampados de telas para Estexa. En esas industrias diametralmente opuestas se trabajaba con serigrafía.
Según recuerda, en aquellos tiempos la gente en Rosario miraba la obra con mucha extrañeza, porque el lenguaje serigráfico permite determinadas características y configuraciones como la utilización ilimitada del color y de recursos plásticos, e incluso la posibilidad del uso de la fotografía. Esa libertad gráfica se contradecía con ciertas "normas" locales que jerarquizaban el grabado en blanco y negro. Y pasaron años hasta ser aceptada.
Sinopoli también tiene una extensa trayectoria como pintor pero reconoce diferencias sustanciales cuando se aboca a producir con una u otra técnica. Mientras sus pinturas reflejan un lirismo que se desliza entre el realismo mágico y lo suprarreal, sus grabados mezclan la espontaneidad con elementos simbólicos, en un juego que incluye la sátira y la metáfora.
Pero su interés por lo decorativo atraviesa toda su obra. Por eso, aunque muchas de sus serigrafías se construyen azarosamente a partir de un elemento disparador -una estampilla, un personaje- queda en evidencia un sentido estético llevado al límite del refinamiento.
Su interés por los magazines también se manifiesta en la exposición. Se trata de una reivindicación de la gráfica, que aparece como un cambio significativo acerca de las posibilidades de pensar el arte desde otro lugar.
Y si bien se podría hablar de una producción que guarda estrecha relación con lo urbano, la naturaleza siempre está de alguna forma. Esto lo explica el artista a partir de cuestiones vivenciales: haber nacido en Alberdi, cuando era casi semirrural, y de tener al río y al campo como paisajes habituales. Una marca que hoy se continúa en el contacto permanente con la naturaleza, en el explorar y descubrir formas sorprendentes. Como dice: "una experiencia que no se termina nunca".
Sinopoli advierte que sus obras no son "copias" sino que son multiejemplares, es decir que cada una de ellas es un original. Pero esa posibilidad de trabajar con múltiples tiene para él un interés especial porque considera importante que una misma imagen pueda estar simultáneamente en distintos lugares.