"Sex for sale (Cuatro siglos de prostitución)" es el título de la exposición sobre la historia, sobre todo holandesa, de un fenómeno calificado desde siempre como "el oficio más antiguo del mundo".
Temas picantes no faltan pero, según las presentaciones, la muestra tiene una dimensión "cultural" con cuadros, diseños, fotos, filmes y documentales, capaces de ilustrar la atracción que el tema siempre suscitó sobre los artistas.
La atmósfera de conspiración de la edad de la Reforma, la hipócrita época victoriana, los desinhibidos períodos recientes aparecen en obras de artistas considerados menores, como Jean Steen, Hendrik Pot y Maerten Stoop.
En el Museo Histórico de la ciudad holandesa y hasta el 1º de septiembre, se le ofrece al visitante una idea de los aspectos más sórdidos de una actividad controvertida: por ejemplo, cómo se vivía en un burdel del siglo XIX.
Numerosas son las curiosidades y los temas de análisis social, como el cálculo de cuánto costaba una prestación sexual en el siglo XV o cuánto se paga hoy detrás de las vitrinas del barrio rojo de Amsterdam o entre las bañeras jacuzzi de sus clubes más exclusivos.
Mujeres en exposición
La ciudad holandesa, famosa por la exposición de prostitutas en "vitrinas", aparece como el lugar más indicado para una reseña de este tipo, puesto que -luego de los siglos de tolerancia- Holanda en el 2000 formalmente legalizó la prostitución.
Por el momento, no se han registrado polémicas de ningún tipo.
Una carta exhibida señala que, a fines del XVIII, sorprendió la liberalidad de las costumbres de Amsterdam. Antes, cuando el protestantismo tomó vuelo entre los siglos XVII y XVIII, existió una prohibición de la actividad, con su estela de procesos.
Los registros de las audiencias fueron grabados en soportes de audio y todavía se escuchan, al menos para los que entienden el idioma.
En la carrera a través de la historia del sexo como mercadería, la etapa de libertad del siglo XVIII culminó con el fin de la prohibición de las casas de placer ordenada por Napoleón, el invasor en este caso libertador de los bajos instintos.
Y fue precisamente Napoleón quien impuso severos controles médicos en dichos locales, a comienzos del siglo XIX, para evitar la propagación de enfermedades.
Todavía medio siglo antes, las mujeres que se ofrecían en vitrinas preferían llevar ropas cerradas, cuenta una veterana prostituta en un video, reproducido en la exposición. Se pagaba un precio también por ver un poco más y tener una idea más precisa de aquello que se estaba por "comprar".
Con un poco de disgusto, esta anciana señora advierte que hoy, en cambio, las señoritas de las vitrinas tienen bien poco para quitarse.