Año CXXXV
 Nº 49.490
Rosario,
domingo  26 de
mayo de 2002
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Las instituciones son un referente para barrios enteros
Bibliotecas populares, un gran tesoro de 300 mil volúmenes
Cumplen una importante función social y llegan a donde el Estado no pone un pie. Están en crisis

Marcelo Castaños / La Capital

Guardan un tesoro de 300 mil libros. Tienen un ejército silencioso de directivos que ponen cuerpo, alma y recursos en lo que hacen. Juntan unos 15 mil socios aportantes pero convocan a su alrededor a muchos miles más a través de sus actividades culturales, sus talleres y sus salas de lectura. Cumplen una función social invalorable y en muchos casos llegan ahí donde ni el Estado ni otras instituciones ponen un pie. Las bibliotecas populares rosarinas se han convertido en referentes de barrios enteros, y muchas veces en la única posibilidad de acceder a un texto o a Internet. Sin embargo, navegan hoy a la deriva, preguntándose por su futuro, después de que el Estado Nacional les quitó financiamiento y las dejó libradas a su suerte.
Las bibliotecas populares nacieron en 1870, durante la presidencia de Sarmiento. Surgieron de la ley 419, la que fue modificada en 1986 por la 23.351, que le agregó financiamiento oficial.
Pensadas con ese espíritu, son populares precisamente porque están abiertas al pueblo: el acceso a los materiales es libre, aunque sólo los socios puedan llevar los volúmenes a sus casas. Son asociaciones civiles sin fines de lucro y por estatuto sus autoridades trabajan ad honórem. Son independientes del Estado y se autogestionan, aunque en algunos casos formen o hayan formado parte de otras instituciones. Viven de su cuota societaria, de las donaciones que reciben -siempre en material- y de un apoyo estatal que ahora no les llega (ver aparte).
La Argentina tiene 2 mil de estas salas de lectura, que suman 250 en Santa Fe y 25 en Rosario. De ellas, 12 son netamente autogestadas, las otras son institucionales. Pero para el presidente de la Asociación de Bibliotecas Populares de Rosario, José Mocciaro, esta diferenciación va perdiendo sustento: "La función social que cumplen las iguala", dice.
Mocciaro asegura que cada vez son más los usuarios, aunque este crecimiento no se acompaña con un aumento de socios. "No somos ajenos al país", explica, para dar cuenta de la dificultad que tiene mucha gente no sólo de comprar libros, sino de pagar las cuotas societarias.
Su población es heterogénea, aunque hoy cumplen una función primordial de complemento del sistema educativo.

Cada una con lo suyo
Ayacucho 1728. El salón alberga a cinco personas que se reparten en las mesitas. Atrás, el piano Bechstein de la casa Romano preside la lectura. Más cerca de la puerta, Camila, Fabrizio, Eliana y Estefanía pintan sobre aves de telgopor. "Yo defiendo esto a muerte", dice Claudia Daz, coordinadora del taller de expresión plástica infantil: "Esto es aire puro en medio de todo lo que nos pasa", asegura.
Y no es la única que siente como propia a la Biblioteca Popular e Infantil Mitre, un espacio que sobresale por sus actividades paralelas: a sus 14 cursos y talleres suma desde hace más de 60 años un ciclo cultural que todos los sábados ofrece números musicales, piezas teatrales y muestras de arte. Y el último sábado de cada mes organiza su muestra plástica, además de la exposición permanente de su pinacoteca de 85 cuadros propios (uno de ellos cuelga en la dirección de la institución: es un Juan Grela, de 1943). "Los ciclos de los sábados son nuestro rasgo distintivo", dice el presidente de la entidad, Federico Romeu, convencido de que la Mitre ya funciona como un centro cultural.
En rigor, cada biblioteca popular de Rosario tiene un orgullo, algo que la distingue. La más antigua y sin dudas la más grande es la de la Asociación de Mujeres de Rosario (400 socios, 36 mil volúmenes). Es uno de los pocos lugares de Rosario que cuenta con la colección de La Capital desde su primer número, y hasta 1941, y con la de Clarín desde 1960. Y por un convenio con el Centro Cultural Parque España microfilman las colecciones de diarios.
La Homero (1.500 socios, 23 mil volúmenes) sacó de sus talleres de ajedrez a una campeona argentina, Naiara Beltrán -entonces de diez años- que luego compitió en España. Otra de la zona, la Juan Bautista Alberdi, le siguió los pasos con su subcampeón argentino de ajedrez sub 16, Mario Cortés.
El caballito de batalla de la Homero es prestar libros todo el año. "Tenemos 2.500 volúmenes en manos de los socios", dice Mocciaro. Pero no es la única: la Proa (700 socios, 20 mil volúmenes) maneja un sistema similar con muy buenos resultados.
La de la Asociación de Empleados de Comercio tiene un coro propio, y un ritmo de trabajo muy bueno con sus asociados. Cuenta con 17.800 volúmenes y un número de personas que la consultan difícil de establecer, pero que grosso modo calculan en 5 mil. Es la única sindical reconocida como popular.
La Solidaridad Social hace un trabajo extraordinario con su Biblioteca Parlante para ciegos, que suma unos 300 libros grabados. Con un proyecto que presentó en Buenos Aires en la Comisión Nacional protectora de Bibliotecas Populares (Conabip), les dieron una computadora lectora, que lee en siete idiomas. Cuentan que allí no sólo van los no videntes, sino gente que por su trabajo no puede detenerse a leer (son viajantes o manejan) así que van escuchando los relatos. También tienen grabados libros de cuentos leídos por niños, y funciona en el lugar un voluntariado de lectura para ancianos y chicos enfermos.
La Bernardino Rivadavia (200 socios, 9 mil volúmenes) desarrolló muchos talleres y es la única que cuenta con uno de murga. La Primera Ambiental y Ecológica de Rosario (Serrano al 5200) es la única orientada a los temas específicos que le dieron nombre. La Alvaro Strada (1.800 socios, 5.300 volúmenes), del Centro Asturiano, provee con sus libros a la escuela Nº1.080 Gabriela Mistral, del viejo barrio gráfico, a la que apadrina. De los más de 10 mil volúmenes que tiene la escuela, el 45 por ciento es aportado por la biblioteca.
La Juan Bautista Cabral, del Club Policial, es la sede del proyecto La Ciudad y el Tango, y recientemente asombró con su seminario de derechos humanos para las fuerzas de seguridad al que asistió el premio novel de la paz Adolfo Pérez Esquivel. La Centro Cultural Rosario funciona en las instalaciones del psiquiátrico Agudo Avila y hace un trabajo muy importante con los internos. La Mariano Moreno (200 socios, 7.500 volúmenes) sobresale por su videoteca, y La Florida (500 familias asociadas, 17 mil volúmenes) tiene los mejores materiales sobre cooperativismo.
Algunas merecen especial atención por brindar servicio en zonas o a sectores muy carecientes. Tal es el caso de la Lisandro de la Torre, en el sudeste de la ciudad, adonde acuden muchos estudiantes de las Eempa y donde la mitad de la gente que se vincula viene de hogares desocupados. O la Fontanarrosa, del barrio Parque Casas. Su presidenta, Alicia Sánchez, lamenta que sólo ocho socios hayan podido pagar la última cuota, y que el Estado les haya quitado las pasantías que le permitían contar con personal. Y la de la Casa de Luxemburgo, en Bella Vista Oeste, que comenzó como una mutual de ayuda al prójimo y que merced a aportes de Luxemburgo logra costear los estudios de 220 becarios. "La biblioteca está siempre llena", aseguran sus responsables.

Un ejército silencioso
"Somos un ejército silencioso", grafica Mocciaro para referirse a la gente que está detrás de estas instituciones y que pone todo de sí para sacarlas adelante.
Pero están en problemas. A la imposibilidad de muchos socios de hacer frente a la cuota societaria, se le ha sumado la falta de ayuda del Estado Nacional, que debe hacerlo por ley a través de la Conabip.
"También somos víctimas de la especulación de las editoriales", se queja Mocciaro, quien ve cómo cada año les cambian las ediciones para volver viejas las anteriores. "Hay que actualizarse permanentemente y eso es muy costoso", asegura.
Es que el usuario de estas bibliotecas cambió, y se volvió en buena medida estudiantil.
Y ahora que están computarizadas, tienen una inversión adicional que se les puede convertir en un dolor de cabeza.
Sin embargo, siguen adelante, y en buena medida por el esfuerzo de la gente. En palabras del presidente de la asociación, "quien se mete en esta actividad no sale más. Tenemos que generar cosas todo el tiempo, hay que usar mucho la imaginación, y creo que por eso sacamos adelante estas instituciones que son un ejemplo en todo el mundo".



Las bibliotecas concentran a 15 mil socios aportantes.
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