El Papa Juan Pablo II tendió ayer nuevamente una mano a la iglesia ortodoxa durante su gira por Bulgaria donde se reunió con el ex rey y premier búlgaro, Simeón de Sajonia, en el monasterio de Rila, principal lugar de culto de la ortodoxia búlgara. También se reunió con el arzobispo ortodoxo Joan. La aspiración siempre vigente del Pontífice es la del anhelado viaje a Rusia, hasta ahora siempre negada por la jerarquía ortodoxa rusa que acusa a los católicos de proselitismo y deja sin respuesta las iniciativas del Vaticano para concretar la visita. "¿Qué sería Rusia sin las muchas moradas del Espíritu Santo que le permitieron vencer el infierno de las persecuciones soviéticas?", preguntó ayer, a su llegada al mayor retiro ortodoxo de los Balcanes, a 120 kilómetros de Sofía. "¿Qué sería Bulgaria sin el monasterio de Rila, que en los tiempos más sombríos de la historia nacional mantuvo encendida la llama de la fe?", añadió el Sumo Pontífice, cuyas palabras apenas podían escucharse. Su determinación de proseguir el diálogo con las Iglesias cristianas y a doblegar la voluntad aún más férrea del patriarca Alejo II de Moscú que le niega la visita, se mantiene a pesar de su quebrantada salud, con el Parkinson que le impide prácticamente hablar y con la artrosis que le dificulta caminar. "Voy a visitar Iglesias y naciones lejanas porque forma parte de mi servicio" de Papa, cuya finalidad es "promover la unidad de todo el pueblo de Dios", dijo en su mensaje desde Sofía a 13 mil jóvenes de todo el mundo reunidos en Mirino, fuera de Roma. En el monasterio de Rila, el lugar más sagrado de la ortodoxia búlgara, custodia el corazón -puesto en una urna- del rey Boris III, padre de Simeón. Está ubicado en un macizo pedregoso a dos mil metros de altura y fue uno de los centros de la cultura eslava búlgara en el Medioevo. El monasterio fue fundado en el siglo X por el anacoreta Ivan Rilski, el evangelizador de los eslavos, del que el pontífice es muy devoto y cuya imagen -recordó ayer el propio Papa- figura entre las que quiso representar en su capilla del Vaticano. A la reunión con Juan Pablo II asistieron la esposa de Simeón, la española y católica Margarita, dos de sus hijos, Konstantin y Koubrat, sus dos nueras y sus tres nietos, también católicos. En la espléndida iglesia del monasterio, con las paredes resplandecientes de oro, celeste y rojo, el Papa exaltó la espiritualidad de las órdenes monásticas ortodoxas. Puso como ejemplo la vida monástica "para resistir a las sugestiones malvadas que el demonio trata de insinuar" inclusive en el corazón de los monjes y de los cristianos. La mayor parte del discurso del Papa, como ya es habitual, fue leído por un sacerdote búlgaro: disminuido en sus capacidades físicas, sus palabras sin embargo siguen teniendo un enorme impacto, cada vez más centradas sobre los grandes temas como el de la unión de los cristianos, el ecumenismo y la paz. En los viajes que realiza a los países que formaron parte de la Unión Soviética o de la órbita comunista, sobre todo donde hay una mayoría ortodoxa, Juan Pablo II subraya los elementos de unidad que existen entre el cristianismo oriental y el occidental. (Télam-SNI)
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