El 25 de mayo de 1810 fue para Rosario un día absolutamente normal. Mientras los porteños festejaban el derrocamiento del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y la Primera Junta se disponía a tomar el poder, la vida por estos parajes siguió sin sobresaltos. El centenar de personas que se había instalado en las proximidades de la Capilla del Rosario no tenía ni la más mínima idea de que habían dejado de pertenecer a la corona española. Es más, esa noticia recién llegó el 18 de junio, mientras un grupo de vecinos de Santa Fe se disponía a elegir quién representaría a este territorio en la Junta Grande. De más está decir que los rosarinos tampoco fueron tomados en cuenta a la hora de participar de esa elección, aunque no son pocos los historiadores que remarcaron el importante papel que tuvieron en las luchas desatadas los días posteriores a la revolución.
Según relata Juan Alvarez en su libro "Historia de Rosario", el 5 de junio de 1810 llegó a Santa Fe el coronel José Espíndola, con la orden de hacer conocer la noticia de que el virrey había sido depuesto por una asamblea popular. Espíndola debía hacer "reconocer, aceptar y respetar a la Primera Junta", y llevaba instrucciones para que desde los distintos cabildos se mandaran representantes a Buenos Aires a fin de conformar una nueva junta de gobierno.
Por esos días, Rosario formaba parte del Pago de los Arroyos, un amplio sector que se extendía desde el río Carcarañá hasta el norte de la provincia de Buenos Aires. Allí convivían, según un censo de 1810, cerca de 6 mil personas.
No eran muchos los vecinos que se habían radicado en las tierras cercanas a la Capilla del Rosario, que por esos tiempos ya contaba con un cura párroco, un jefe de milicias y un alcalde. La máxima autoridad de todo el territorio residía en Santa Fe, donde también estaba emplazado el cabildo que fue instalado por Juan de Garay en 1573.
"Luego de declarada la revolución, quienes tomaron posición ante los cambios de gobierno fueron las principales ciudades del virreinato, es decir, aquellas en las que había cabildos", explica la licenciada en Historia y docente de la UNR Marcela Ternavasio. La profesional destaca que en Rosario la noticia de la revolución ni siquiera se conoció, debido a que la ciudad era en realidad "un lugar de paso entre Buenos Aires y Santa Fe. Aquí sólo había un conjunto de casas y estancias", cuenta.
Felicitaciones, 23 días más tarde
Según describe Juan Alvarez, "la Capilla del Rosario era un lugar demasiado pequeño para que sus habitantes fuesen informados de los propósitos que contra la autoridad del rey abrigaban los prohombres de Buenos Aires".
Quizás eso explique por qué el capitán Espíndola siguió de largo con la noticia hasta Santa Fe. Allí, los vecinos se abocaron a elegir alguien que los representara en el nuevo gobierno patrio. Pero la elección no fue fácil, y el cabildo abierto convocado para tal fin terminó fracasando el 9 de junio.
Sólo después de esa fecha, el teniente gobernador de Santa Fe, Prudencio María Gastañaduy, se dispuso a informarle al alcalde de Rosario las novedades de la revolución. Pero no tenía tanto apuro. El 10 de junio, seguía esperando la salida del correo para la Capilla del Rosario.
El 18 de junio de 1810, el cura párroco de Rosario, Julián Navarro, escribió una carta de felicitación al presidente de la Primera Junta de Gobierno, Cornelio Saavedra. Esto demuestra que recién para esa fecha los rosarinos se enteraron de que ya no dependían más del dominio español.
La historiadora y docente Alicia Mesías coincide en que las noticias no llegaron con rapidez a Rosario debido a que la ciudad "era tan sólo un lugar de paso. Una posta. La Revolución de Mayo fue un proceso político con epicentro en Buenos Aires que más tarde se extendió a las principales ciudades del virreinato", explica.
El aporte rosarino
Pero más allá de que las noticias hayan llegado tarde, el papel de los rosarinos durante los días posteriores a la revolución fue muy importante. El 31 de julio, la población entregó 180 caballos al ejército que iba a sofocar la resistencia realista. Y el 28 de septiembre, un contingente de soldados locales se unió a las tropas de Manuel Belgrano que marchaban hacia el Paraguay.
Mientras tanto, en la Capilla del Rosario, el alcalde Isidro Nogueras reclutaba caballos para reforzar las filas de Belgrano. Es más, el papel desarrollado por el capitán rosarino Gregorio Cardoso en enfrentamientos con tropas realistas le valió las felicitaciones por parte del nuevo gobierno patrio.
Todo demuestra que si bien no eran muchos, quienes poblaron la ciudad en 1810 también aportaron su esfuerzo a la revolución. Más allá de haberse enterado casi un mes después, hombres y mujeres se sumaron a la proclama y lucharon por su independencia.