Susana Merlo
La semana pasada se hablaba sobre los costos "ocultos" del campo y la necesidad de prestar atención a tales drenajes. Entre ellos se mencionaban los precios "reales" del gasoil, las restricciones de obtención del combustible en muchas zonas, los costos de repuestos y reposición de los mismos, etc. Esta semana aparecen los "nuevos" costos derivados de aquellos, y que también deberán ir descontándose de las ya magras arcas del campo. Se supo, por ejemplo, que hubo una nueva explosión de un silo con sus consecuentes daños humanos y económicos. ¿Fue un accidente o el producto de falta de mantenimiento, inspección o reposición de partes? ¿Cuántos casos más de este tipo o de otros muchos en los distintos rubros van a ir surgiendo a la luz de los incrementos de precios que se van produciendo? ¿Se repondrán las cubiertas con la misma frecuencia que antes o se las hará "tirar" un poco más? ¿Se pondrán nuevas correas en los motores o se estirarán hasta que aguanten las existentes? Si se analiza cada rubro aparecerá que uno de los aspectos más jaqueados por la coyuntura será el de la seguridad industrial, porque "no se puede gastar más", porque hay que achicar hasta lo imposible los costos, aunque eso traiga consecuencias de todo tipo, y porque no se puede tener más personal que el imprescindible para la producción directa. Pues bien, esto tiene y tendrá un costo. Desde la menor eficiencia, caída de rindes, etc., hasta el mayor riesgo humano y de equipos. Esto se sabe. No es discutible. También se oficializó una nueva protesta del campo, con cortes de rutas incluidos, y eso implica un nuevo sobrecosto. Porque no se podrá trasladar en tiempo y forma un producto lo que derivará en mermas de distinta magnitud, porque se desperdiciarán oportunidades comerciales, porque cualquier traslado, aunque no sea de mercadería, insumirá más tiempo, etc. En síntesis, costo sobre costo. También se decidió un paro por tiempo indeterminado del transporte por la falta de combustible a precio oficial ($ 0,75). Pero también porque los repuestos están carísimos, las cubiertas ídem, y cualquier transportista debe hacer malabarismos para salir a la ruta, ya que se mantienen las restricciones para conseguir efectivo, y en muchos lugares están suspendidas no sólo las tarjetas de crédito, sino también las de débito y las cuentas corrientes. Y entonces, ¿cómo se hace para cargar combustible, comer, pagar un parche o a un mecánico si el camión se rompe? Esto último ocurre con bastante frecuencia dado el mal estado de muchas de las rutas y caminos del país. Ahora bien, todos estos "costos", ¿quién los paga? ¿en que cálculo entran? En la mayoría de estos casos la legitimidad del reclamo es indiscutible. También se puede argumentar que, excepto con medidas drásticas, es imposible conseguir alguna forma de respuesta concreta. Sin embargo, lo cierto es que los "costos" se siguen sumando no se sabe hasta cuándo.
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