| | Editorial Cuando los bancos son clave
| La grave situación que atraviesan los bancos Bisel, Suquía y Bersa, que tras un fin de semana cargado de incertidumbre desembocó en la decisión del BCRA de ponerlos bajo la tutela del Nación, reveló de golpe para muchos la real dimensión del drama que acecha al sistema financiero argentino. Ocurre que los bancos, en los últimos tiempos, se han convertido en los blancos de la furia de los ahorristas atrapados por el corralito. Y de tal manera se los demoniza constantemente, sin comprender que muchos constituyen resortes clave para el normal desenvolvimiento de la economía y, por ende, de la vida cotidiana de los ciudadanos. A ello, claro está, hay que sumarle su condición de legítimas fuentes de trabajo, que en el caso de las tres mencionadas entidades crediticias asciende a un total de más de seis mil empleos. Pero en el caso del Bisel y el Suquía debe además aludirse a la gran inserción que poseen en dos importantes economías regionales de la República, la santafesina y la cordobesa. Sucede que por tratarse de bancos de origen cooperativo, transferidos a capitales extranjeros después del efecto tequila en 1995, se hallan unidos por sólidos vínculos a las actividades más trascendentes de las dos provincias que junto a Buenos Aires constituyen el corazón productivo de la Argentina. El remezón que se produjo en ambas, con la consecuente movilización de sus referentes políticos encabezada por los gobernadores Reutemann y De la Sota, fue notorio. Es que la caída de los bancos hubiera significado para ellas un verdadero terremoto cuya magnitud no es percibida con claridad en la Capital Federal, tantas veces propensa a un peligroso ombliguismo. Sin dudas la resolución del Crédit Agricole, el banco cooperativo de capitales franceses que controlaba a las entidades, dista de haber sido la deseable en este momento de acuciante crisis, hecho del cual dan constancia las duras declaraciones que al respecto realizó ayer el mandatario santafesino. Que hayan resuelto abandonar el barco constituye un duro golpe, pero de nada sirve-según la sabiduría popular- llorar sobre la leche derramada. Habrá que afrontar la situación con lucidez y valentía, a fin de defender la continuidad de estos bancos cuya presencia resulta clave para el normal desarrollo de las actividades productivas de las provincias más importantes del interior argentino.
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