Entre la dramática situación social que vive la Argentina (18 millones de pobres como dato más empírico) y la mayoría de la clase dirigente se interpone un abismo de incongruencias.
Si el elevado índice de voto bronca que se cristalizó el 14 de octubre de 2001 fue el índex de los cacerolazos, de la expulsión de dos presidentes constitucionales y del "que se vayan todos", la rebeldía actual de la clase media en caída libre no hace presagiar un futuro venturoso.
Un trabajo de campo recientemente concluido del Centro de Estudios para la Nueva Mayoría indica que más del 50 por ciento de los consultados se abstiene de opinar cuando se indaga sobre la intención de voto, o contesta que no optaría por "ninguno" de los políticos actuales.
El estudio de Rosendo Fraga, realizado en Capital Federal y Gran Buenos Aires, establece que entre Elisa Carrió (19%) y Carlos Reutemann (17%) estará el futuro presidente de la Nación. Otro sondeo (de Ibope) pone a Luis Zamora, con poco más del 10%, como el mejor posicionado, en un hecho histórico desde la posdictadura: es la primera vez que un dirigente de la izquierda tradicional está al frente de un muestreo de ese tipo.
Zamora, Reutemann y Carrió, más allá de representar a vertientes ideológicas disímiles, tienen valores en común que hoy están en fuga y que la gente rescata: honestidad, transparencia y austeridad.
La pobreza extrema, el corralito, la devaluación, el 25 por ciento de desocupación, la virtual desaparición del sistema financiero y el sombrío panorama económico no hacen mella entre la dirigencia nacional, más propensa a creer (con vocación suicida) que la política ya no es el arte de lo posible sino la continuación de la guerra por otros medios (preferentemente el de la agresión verbal).
Cuando la Argentina más necesita de la alta política (léase del diálogo y del consenso) para resolver sus entuertos, los políticos gozan del descrédito más absoluto. Cuando los ciudadanos (desocupados, subocupados o a punto de perder su empleo) más necesitan de gremialistas dispuestos a defenderlos en sus derechos, los jefes de las centrales sindicales no pueden pisar la calle por miedo a la repulsa, y no por razones meteorológicas.
La denuncia de Reutemann sobre la escandalosa digitación de planes sociales puso en la agenda pública una práctica que se resiste a morir: el clientelismo prebendario, fogoneado esta vez desde la Nación e, incluso, "desde la computadora personal de algún concejal con influencia en determinado nicho del poder central", como relató a La Capital un funcionario provincial pidiendo reserva de la fuente.
Fuego a discreción
El titular de la Casa Gris comprobó la semana pasada algunas de las consecuencias que genera estar en el centro de la escena: el diputado piquetero Luis D'Elía lo acusó de "gastar fondos de la Gobernación" para atacarlo a través del diario La Nación. Una denuncia ridícula pero pronunciada en un contexto asombroso: el dirigente matancero utilizó el mismísimo salón de conferencias de la Casa Rosada (¿con la venia de un altísimo funcionario?) para azuzarlo al Lole.
"Me están pegando desde todos lados: la izquierda no se da cuenta de que al mundo hay que entenderlo desde la realidad y no desde la ideología. Me responsabilizan por ser rubio y de ojos azules, de embanderarme con el FMI y con Estados Unidos, una idiotez total... En un programa de TV ("Periodistas"-América) me acusan de evadir impuestos de una concesionaria de autos que no es mía; en Radio Mitre me nombran parientes en todos lados, me acusan por las muertes del 19 y 20 de diciembre... Lilita Carrió declara: «Si el Lole no es candidato, yo gano fácil». Parece que se dieron cuenta de que soy el único que puede ganarles, porque tengo experiencia de gestión y cuentas claras. Por eso salieron a cagarme a trompadas", habría sido la descarnada catarsis que hizo el Lole en la más estricta intimidad.
Pero, más allá de Carrió, Zamora o D' Elía, Reutemann lejos está de separar de la maniobra a algunas "manos traviesas" del gobierno nacional. En la cima del poder no pasó inadvertida la foto con José Manuel de la Sota en la Mercoláctea, ni que tomara dimensión nacional el ya mítico eje Sancor, al que La Capital hiciera referencia hace casi dos años.
"Si Duhalde acomoda un poco la realidad del país querrá ser el candidato del PJ en el 2003. Es verdad que prometió que se irá a su casa, pero podría llenar la Plaza de Mayo con el aparato bonaerense y decir: «El pueblo me lo pidió». ¿Todavía no saben quién es el Cabezón?", se soltó un altísimo dirigente santafesino para quien las operaciones parten desde un lugar conocido: el laboratorio de Olivos.
"Lole, cuando te metas en el área chica vas a tener que saber usar los codos, de lo contrario te sacan a codazos". Reutemann recuerda la frase que, antes de morir, le dejó flotando Carlos Chango Funes, a quien, en estos días de operaciones múltiples, el gobernador debe extrañar.
Si bien está persuadido de que le embarraron la cancha para hacerle perder pie, el santafesino deberá decidir si vale la pena ponerse aceite verde, calzarse tapones altos y salir al campo de juego. "Si a nadie le importa que uno sea un buen administrador, que no haya regado la provincia con bonos y que tenga sentido común, ¿de qué sirve salir a pelear con Zamora para ver quién la tiene más larga o para convencer a Lilita de que hace falta recomponer vínculos con el mundo? Ni siquiera se dieron cuenta de que Argentina ya se cayó del mundo...", suele sincerarse, espoleado por la negrura de un país en el que lo peor siempre está por venir.