Siempre ha sido así. La magnitud de una ofensiva se mide por la reacción que genera. La contraofensiva del peronismo santafesino, está claro, va más allá del intento de repeler una cabecera de playa de potenciales adversarios y, además de la calma de los mandamases territoriales, les ha alterado sus propios planes y tiempos.
La provincia de Santa Fe se ha constituido en territorio de una batalla política soterrada y de la que las estridencias que han atronado los medios de comunicación y alterado el ánimo oficialista son, apenas, sordos ruidos de las huestes que se preparan para la lucha.
Nadie se llame a engaño. No puede calificarse de novedad y, tampoco, de sorpresa que sobre la figura del gobernador comience a converger toda clase de intereses extraterritoriales, los más con fines netamente belicosos. Nadie, y menos en el peronismo, podría esperar que, precisamente, desde el peronismo todos estuvieran esperando el momento en que Carlos Reutemann se decidiera para entonces romper en aclamación y ponerse en fila preguntándole al santafesino qué quisiera que ellos hicieran. Eso pasa en Santa Fe pero no en el resto de los dominios de este partido. El PJ provincial se reunió el viernes, repudió el atentado sufrido por el diputado nacional Julio Gutiérrez y los operativos nacionales, pero se inmovilizó porque Reutemann no ordenó ningún plan de acción. Entre las paredes se decidió avanzar con la reforma de la ley de lemas y con la intervención del municipio de Capital Bermúdez para lo cual ahora serán los diputados provinciales quienes pondrán proa al proyecto.
Que ahora la Casa Gris descubra que el presidente Eduardo Duhalde está construyendo poder para quedarse o, en su defecto, capacidad de condicionar a quien lo suceda ya sea por dependencia o amenazando hacerle la vida imposible, está bien para la sobreactuación del momento. Pero no es creíble para una estructura como la reutemista que, por intuición, inspiración o habilidad, ha sabido leer las señales de cada momento con solvencia bastante holgada. Y de hecho, la respuesta brindada esta semana a la demostración de poder ofensivo que hizo el peronismo bonaerense da cuenta de ello.
Las casualidades no existen
No es casual que los fondos que la Nación le debe a la provincia sean girados en cuentagotas o que el gobierno central busque privilegiar y solventar, paralelamente, a estructuras enfrentadas al gobernador. Algo hasta donde no habían llegado otros circunstanciales adversarios.
El ánimo revanchista anida en el peronismo como un valor desde su propia génesis y todos sus exponentes han sido dignos cultores de esa tradición. Por lo que no es de extrañar que en el duhaldismo esté fresco el recuerdo de su fracaso de 1999 y con él que Carlos Reutemann movió poco y nada para apoyarlo. Esa campaña podría ser para Reutemann lo que la alfombra roja negada a Menem fue para Víctor Reviglio.
Así las cosas, es evidente que el bochornoso papelón del tráfico de planes sociales comercializados a granel o rematados por el gobierno nacional a sectores ajenos de los que supuestamente debían velar por su sana distribución, esto es el lucro político con la miseria de miles de pobres condenados a la humillación de la dádiva oficial, lejos está de constituir el meollo del entuerto. Es nada más que un medio cuyo fin, como han interpretado los peronistas santafesinos, es la figura de su jefe y potencial candidato a presidente de la Nación. Es decir, a suceder a Duhalde.
Es desde el propio peronismo santafesino y de la boca de su líder desde donde se le puso nombre y apellido al adversario: el PJ bonaerense. El sector al que se le atribuye haber "contribuido" y no santamente a la caída de Fernando de la Rúa o al desalojo de Adolfo Rodríguez Saá. Esto es, la legendaria estructura partidaria que domina, dicen, manu militari, Eduardo Duhalde. Ergo, el atacante, por ordenar o dejar hacer, es Eduardo Duhalde. Esto es lo que se desprende de cuanto han dicho ya sea el PJ santafesino como sus principales dirigentes o los más encumbrados funcionarios del gobierno provincial.
Y si el blanco atacado es, finalmente, el gobernador también queda establecido su nombre como la contrapartida de la pulseada: Duhalde versus Reutemann. Más allá de los matices y como en toda lucha el móvil es siempre el mismo: prevalecer unos sobre otros. De lo que se trata en síntesis, es de saber cómo serán los términos de la contienda. Y cuánto habrán de sufrir por ella la víctima de siempre, la ajena sociedad civil.
Atenerse a la advertencia institucional emitida por el PJ de que "se pretende perjudicar el orden y la convivencia que han imperado en la provincia de Santa Fe" es para preocuparse. Es entender que la polémica por la distribución de los planes sociales y el felizmente fallido atentado al domicilio del diputado nacional Julio Gutiérrez no son más que un comienzo. Que hay que esperar más y que, por lo tanto, peor del modo que alteró los ánimos oficialistas. ¿Qué nuevas acciones desestabilizadoras teme la administración Reutemann? ¿Además del ahogo por falta de fondos a la provincia le preocupa la suerte de su agente financiero? Nunca la Nación le debió tanto a la provincia y se mostró tan indiferente a los reclamos de pago, se lamenta a diario el Ministerio de Hacienda provincial.
¿Qué quiso decir la Casa Gris al sostener que la ministra de Trabajo, Graciela Camaño, no debía visitar la provincia porque no estaban dadas las condiciones políticas? Está claro que las declaraciones amorosas de la propia ministra, de su par Atanasof y de otros funcionarios nacionales rasgándose las vestiduras y jurando que antes preferirían su perdición que ofender al santafesino, lejos estuvieron de convencer a éste o a sus acólitos.
En la línea de fuego
Pero es, como decíamos, por la reacción por la que se mide la acción. En este caso ofensiva y atribuida al duhaldismo. La reacción, por su parte, del reutemismo, que sacó a su general al mismo campo de batalla. Así apareció Carlos Reutemann no ya en la tienda de estrategias sino en las radios y diarios polemizando con concejales y dirigentes piqueteros primero para entonces desenvainar y lanzarse a la carga durante un reportaje acordado con un diario de circulación nacional.
En esas declaraciones ratificó que "una mano traviesa que está operando desde Buenos Aires" es la que le está embarrando la cancha con "algunas cosas raras. Ahora hay cortes de ruta, amenazas, bombas molotov, denuncias infundadas". También brindó una inequívoca pista del móvil al decir que el cambio de clima se evidenció en la provincia de Santa Fe "cuando se empezó a comentar que puedo ser candidato a presidente. Se ve que algunos se pusieron nerviosos". Y fue más allá al permitir inferir, incluso, cierta complicidad cuanto menos de la Side en "las cosas raras" al quejarse de que Soria, titular de ese organismo, no le avisa nada y que "el representante de la Secretaría en Rosario, que es un hombre de Duhalde, tampoco", en referencia al duhaldista santafesino Leopoldo Hadad. "Vino acá dos o tres veces, pero sólo a charlar. Y mire que en Rosario pasan cosas graves, ¿eh? Ayer, por ejemplo, hubo cortes de ruta y una marcha de más de tres mil personas" dijo el Lole el viernes.
Si el lector todavía no se convenció de que Reutemann le está atribuyendo al duhaldismo si es que no se quiere aludir directamente al presidente una campaña de presión, basta repasar otra referencia en las aludidas declaraciones en las que sostuvo que las posturas políticas se van a dividir entre quienes quieren la permanencia de Argentina en el mundo y quienes quieran bajarse. Le preguntaron si Duhalde quiere permanecer o bajarse: "Eso se lo tiene que preguntar a él. ¿Qué decía Duhalde cuando fue candidato a presidente en 1999? Vaya y búsquelo, y verá si el presidente está haciendo o no lo que dijo que iba a hacer", respondió Reutemann.
Pero la muestra más acabada de que el gobernador está convencido de que es el presidente quien ordena o no para los ataques en su contra es que haya referido a que una interna del PJ sería ganada por Carlos Menem, quien de ese modo se convertiría en el candidato partidario a la sucesión presidencial.
Advertir y asustar
Esta frase encierra varias implicancias. En primer término y más allá de los consabidos "fuera de contexto" que ya se esgrimen en la Casa Gris a modo de atenuantes por las dudas, no se puede dudar de que Reutemann mencionó al riojano sabiendo que ocupa el primer puesto en la demonología duhaldista. Advertir y asustar, puede haber buscado Reutemann. ¿Dijo que si hay interna en el PJ, él apoyaría a Menem? ¿Dijo que no será candidato? ¿Que no enfrentará a Menem en una interna? ¿Que Menem gane la interna quiere decir que según Reutemann llega a la presidencia o que el PJ pierde seguro frente a Carrió u otro candidato? ¿Reutemann diciendo que no se puede bajar de donde no se subió amenaza con que pese a ser el peronista mejor posicionado a la fecha, se negaría a postularse dejando sin chances al PJ? No dijo nada de eso pero difícilmente no haya tenido en cuenta al momento de decir lo que dijo que permitiría inferir todas estas dudas.
Aunque los servicios de inteligencia nada le digan, Reutemann no debe desconocer que el menemismo está empeñado en que se invite a su jefe a la reunión que realizaría en Washington dentro de poco la Internacional Demócrata Cristiana, a la que pertenece el PJ, y que incluiría una reunión en la Casa Blanca para lo cual las buenas relaciones entre el ex presidente Menem y el clan Bush estarían siendo puestas a prueba. Desde hace mucho se cuenta en los bares de Santa Fe una supuesta conversación entre George Bush padre y Menem en la que el primero le habría dicho que si se las arreglaba para volver a la presidencia argentina le asegurarían más plata que a Reutemann. Esto que era un chiste en las mesas de café, es ahora un rumor cargado con el que los reutemistas apuntan al corazón de la Casa Rosada.
Si el Lole quería pegarle a Duhalde no podría haber sido más duro que diciendo que la gente está haciendo comparaciones y por eso las chances de Menem están creciendo, sea o no así.