Año CXXXV
 Nº 49.483
Rosario,
domingo  19 de
mayo de 2002
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Maranhao: El legado europeo
El estado brasileño seduce por la combinación de estilos arquitectónicos de sus ciudades

Corina Canale

Los franceses que colonizaron esta región del nordeste de Brasil llamaron San Luis a esta isla que hoy es la capital del Estado de Maranhao, en homenaje a Luis XIII, rey de Francia. Después llegaron a sus costas algunos marinos holandeses, pero fueron los portugueses los que se quedaron, atraídos por sus misterios y trajeron el especial estilo arquitectónico que la convirtió, con los años, en patrimonio de la humanidad.
Sus calles flanqueadas por caserones del tiempo colonial, con profusión de terrazas y balcones, rejas y mayólicas, fueron testigos de guerras, invasiones y revoluciones. De esos episodios nacen, seguramente, muchas de sus leyendas populares.
El centro histórico conserva el trazado original del siglo XVII y recorrerlo es adentrarse a través de unos 3.000 edificios, entre los que aparece la fuente del Ribeirao y las pequeñas tiendas de artesanías.
En Alcántara, la ciudad monumento, se respira mucha historia; está en el continente, frente a la isla de San Luis y todo en ella recuerda al Brasil imperial que prosperó con las exportaciones de azúcar y algodón.
Pero más allá de la historia, Maranhao deslumbra con el paisaje del Parque dos Lencois, un desierto de arena blanca que se extiende a orillas del Atlántico, salpicado por infinitas lagunas de aguas cristalinas.
La superficie del parque es mayor a la del estado de San Pablo y durante siglos fue un territorio secreto, inexplorado. Allí están las inmensas dunas de arena que el viento mueve a su antojo, y entre ellas las lagunas que se forman en la época de lluvias y que la estación seca evapora inexorablemente.
La ciudad de Barreirinhas, a orillas del río Preguicas, es la puerta de entrada a este paisaje habitado por gente que vive en armonía con la naturaleza. El viaje por el río atraviesa canales que serpentean entre vegetación exuberante y otra manera de abordar el arenal es con un jeep y un espectacular cruce en balza.
Pero tal vez lo más extraño de Maranhao sea el encuentro del río Paranaíba con el mar, del que surgen decenas de islas y cauces que forman el único delta en mar abierto de las Américas y uno de los tres que hay en todo el planeta.
El Delta das Américas es un universo de canales laberínticos, dunas inmensas y playas abiertas y también el habitat natural, variado y protegido, donde vive una de las más ricas biodiversidades de Brasil.
Los nativos de Carnaubeiras, que viven de la pesca y la caza del cangrejo, cuentan la historia de la Ilha do Cajú, uno de los fascinantes secretos del Delta das Américas, que fue morada de los indios Tremembé hasta la mitad del siglo XIX, cuando llegó el explorador James Frederick Clark.
En esta isla, como también en Araioses y Tutóia, hay posadas muy confortables para pasar unos días en contacto pleno con la naturaleza. La misma sensación de paz con el entorno se logra en la Floresta dos Guarás, la puerta hacia el misterioso mundo de la Amazonia.
Guarás es el nombre de un ave que nace con plumas rosadas, que se vuelven de un rojo intenso porque el pájaro se alimenta de cangrejos. Esta floresta es una de las más grandes de Brasil y el guará uno de sus secretos.
Pero es en el Bumba-Meu-Boi donde se manifiesta la cultura de Maranhao, una fiesta popular donde están presentes, de muchas maneras, las influencias de los blancos, los negros y los indios. Un dechado de instrumentos musicales, coreografías y atuendos, y una fiesta de colores, danzas y ritmos.



La capital San Luis es patrimonio de la Humanidad.
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