Año CXXXV
 Nº 49.483
Rosario,
domingo  19 de
mayo de 2002
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El cantante editó "Un millón de dólares", su segundo álbum solista
Coki Debernardi: "El disco es como una trinchera"
El músico aseguró que nunca hace autocrítica y que tiene los miedos de un burgués sin plata

Carolina Taffoni / La Capital

"Ves, acá me tratan como una verdadera estrella", dice Coki Debernardi, mientras un mozo de un bar céntrico le alcanza un paquete de cigarrillos. "Hace seis meses entraron en la pensión y me robaron todos los instrumentos", comenta. La conversación se dispersa, y él habla de lo nuevo de Charly García y de la vuelta de los Rolling Stones. Pero el tema central es el disco, el segundo álbum de Coki y su banda, los Killer Burritos, que recién llegó a las disquerías después de dos años de espera.
El disco se llama "Un millón de dólares" y viene empaquetado en un envase de lujo. En plena crisis del país, Coki Debernardi se animó a editar un compacto totalmente artesanal, que tiene toda una historia de contramarchas y demoras. "Yo soy las canciones que hago, y si están mal no me preocupa. No me interesa si están mal grabadas o si suenan al último grito de la moda. Yo no corrijo errores ni tengo autocrítica", disparó Coki en charla con La Capital.
-¿Cuánto te costó editar el disco?
-Dos años. La idea era grabarlo en diez días, mezclarlo y sacarlo al toque. El disco iba a salir por el sello de Circo Beat, de hecho el estudio Circo Beat (propiedad de Fito Páez) bancó la grabación, pero lo del sello se pudrió por falta de plata. Todo se enfrió con un año y medio de espera. Después yo no lo volví a escuchar. Tampoco retoqué las canciones. El compacto sale tal cual se grabó.
-¿Por qué finalmente decidiste sacarlo de manera independiente?
-Porque tenía ganas de probar cómo era hacer un disco solo, quería ver cuáles eran los pasos. Yo ya lo había hecho con un vinilo de Punto G, entonces tenía una idea de cómo era el asunto. Pero este es absolutamente artesanal. Me parecía que era una época para poner un poco de amor y de cariño en las cosas. Eso es lo que está faltando. Además es lo único que yo sé hacer, y me puse las pilas y lo hice.
-¿Por qué el compacto se edita justo ahora, en plena crisis?
-Es un gesto, es como el pequeño aporte que yo puedo hacer. No se trata de nada heroico, pero la verdad es que perdí plata. Me tuve que ir de la pensión donde vivía, porque era la pensión o el disco. Prioricé el compacto porque ya me sentía un poco vago por no sacarlo. La gente que iba a los recitales me lo pedía. El disco es como una trinchera, es lo único que tengo para defenderme. Yo no sé armar piquetes ni prenderle fuego a una goma.
-¿Reconocés influencias de Andrés Calamaro?
-A mí me gusta mucho la falta de barreras que tiene Andrés, ese dique derrumbado. Hay que ser muy valiente para grabar un disco quíntuple. También hay que tener pelotas para escribir “te llevaste la flor y me dejaste el florero” y dejarlo así, sin tratar de corregirlo, y que suene maravilloso. Creo que Calamaro no está valorado como debiera en la Argentina. Pero yo no encuentro influencias de él en mi música. Su única influencia es tóxica (risas).
-¿Te considerás un músico popular en Rosario?
-Sí, me doy cuenta por la cantidad de gente que me saluda por la calle. Aclaro que yo toco en una banda de rock, no soy Palito Ortega, no tengo videos en rotación en la MTV. Todo el mundo sabe quién soy. Si vos ponés “Cae lenta” (un hit de Punto G) ahora, la gente lo va a cantar como si fuera un tema de Fito Páez. Y es una canción vieja, pasada de moda, pasada de todo. Además yo no hago vanguardia. Podría agarrar dos máquinas y ponerme a experimentar, y que me escuchen 50 personas, pero no es lo que me interesa.
-¿Por qué nunca te fuiste a Buenos Aires?
-Porque me encanta vivir acá, tengo mucho rollo con esta ciudad. Acá hay músicos increíbles, hay un movimiento punk muy grande. Yo ya me fui de todos los lugares, me escapé 30 millones de veces. Viví tres años en Buenos Aires y me aburrí. Salvo Fito Páez, yo no conozco otro tipo de acá que esté tocando en Buenos Aires. Yo, en cambio, tengo la oportunidad de tocar en todos lados.
-¿Qué te fastidia de Rosario?
-Lo mismo que me molestaría en cualquier lugar. A mí básicamente me molesta la intolerancia, ante las diferencias sexuales, de dinero o de piel.
-¿Te imaginaste rico y famoso?
-Sí, como a veces imagino que podría haber terminado abajo de un colectivo. Yo tengo la percepción de que cualquier momento es “el momento”, que cualquier cosa puede suceder. Mientras yo pueda seguir tocando en vivo y sacando discos, lo demás no me interesa.
-¿Alguna vez te sentiste rechazado?
-Sí, en algunos casos aislados. Me molesta que algunos piensen que todavía soy el boludo que sale en tanga, o que soy la parte más pop de la escena rosarina. Los que dicen eso es porque no se detuvieron a escuchar los discos. Pero yo me siento muy respetado por los músicos, con eso me alcanza y me sobra. Yo toco con Los Vándalos o con Bulldog y soy feliz.
-¿Tenés influencias de la Trova rosarina?
-Cuando estaba la trova yo andaba en otra cosa, tenía un grupo que quería ser como Joy Division. Pero ya me gustaría a mí haber escrito algunas canciones como las de Fandermole o Abonizio.
-¿Sos la única estrella de rock local?
-A mí me encanta jugar a ser una estrella. El rock es para divertirse, la solemnidad es para la música clásica o para el folclore. Pero no soy el único. Popono (el cantante de Los Vándalos) es otra verdadera estrella de rock.
-Ser un melómano, ¿te juega en contra o a favor a la hora de componer?
-Yo escucho mucho, pero como escucho tiro. Mi discoteca son todos los discos de Lou Reed y debo tener 30 compactos más. Y chau. El resto lo regalo, lo tiro, lo pierdo, lo rompo, lo rayo. La música me parece un objeto de consumo. No soy un coleccionista, para nada. Hace como un mes que tengo roto el discman.
-¿Vivís de la música?
-Trabajo en una radio y toco. Yo diría que vivo gracias a la música. Antes trabajaba en una disquería. En Buenos Aires vendía estampitas en el subte. Hice de todo. También trabajé en una boletería de la terminal de ómnibus y de repartidor de cartas.
-¿Cuál es tu mayor miedo?
-Parecerá una frase de Grecia Colmenares, pero la verdad es que tengo miedo a quedarme sin canciones que me gusten. Yo no sé hacer otra cosa. Una vez tenía miedo a quedarme sin el baterista, y en un show no apareció. Esa vez toqué yo la batería y se me pasó el miedo. Esos son miedos de burgués (risas), de burgués sin plata.
-¿Cuándo te pensás convertir en un padre de familia?
-Si yo te contara . . . En esta profesión uno es muy egoísta. Nunca tuve la pareja o el suficiente descanso mental como para ponerme a pensar en eso. Soy muy egocéntrico, lo reconozco, y eso no te permite proyectarte en algo tan intenso como es un hijo. Como dicen los Decadentes, yo quiero tocar la guitarra todo el día y que el mundo se enamore de mi voz (risas). Yo me veo al espejo con una guitarra colgando, o con un micrófono en la mano, no me puedo ver de otra manera.



"Yo soy las canciones que hago", aseguró el intérprete. (Foto: Néstor Juncos)
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