| | Editorial Agresión injustificable
| En el marco de la dura crisis que asuela al país la noticia pudo haber pasado inadvertida. Por fortuna no fue así. Daniel Malnatti, periodista que integra el staff del popular programa humorístico porteño "Caiga quien caiga" (CQC), fue agredido en San Miguel de Tucumán por un comisario retirado que integró los tristemente célebres "grupos de tareas" durante la última dictadura militar en momentos que cubría las alternativas de una visita del ex presidente Carlos Menem. La gravedad del hecho no puede ser relativizada. Sucede que en un momento histórico como el actual en la Argentina, cuando tantos presupuestos básicos de la vida en sociedad han sido virtualmente demolidos, resulta indispensable que la prensa pueda cumplir con su función en un marco de libertad absoluta que reafirme la vigencia de las instituciones. Demasiadas garantías han sido ignoradas o violadas en el país desde las dramáticas jornadas de diciembre pasado. Y en ese contexto más que nunca se ha vuelto imprescindible que los medios de prensa realicen día tras día su trabajo con aciertos y errores, pero libremente. La razón puntual del ataque que sufrió el reportero porteño se confunde con un trasfondo autoritario de cuyas funestas consecuencias puede dar acabado testimonio la Argentina. Miles de muertos y desaparecidos son el resultado de la tragedia que significó la entronización de la violencia en el ámbito que le corresponde a la política. La memoria debe ser, en ese sentido, irrestricta: no cabe el olvido, no se admiten negligencias ni corresponden concesiones cuando lo que está en juego es nada menos que la libertad de expresión, base cultural de las naciones civilizadas. Lo que aconteció en Tucumán produce honda preocupación. Se erigen en anécdota los detalles; importa -y mucho- el fondo del asunto. La acción de la Justicia, tantas veces incomprensiblemente morosa en la Argentina, debe ser tan rápida como eficaz. No existen juicio estético ni prisma ideológico alguno que permitan justificar la violencia como reacción contra la labor de la prensa. Una sociedad democrática se construye sobre la riqueza de los disensos, y sólo madura cuando el diálogo se convierte en la herramienta exclusiva para resolver los conflictos.
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