Mauricio Tallone
La compleja posición que ocupará Central cuando a partir del campeonato que viene se mire al espejo de los promedios fecunda una disyunción siempre legitimada por la patria futbolera: ¿en estas instancias límite como las que deberán sortear los canallas se debe seguir respetando a rajatabla una línea de juego o lo único que interesa es fugarse como sea de la horca del descenso? Sería fácil caer en la perogrullada de que será el tiempo, en todo caso, el que ponga las cosas en su lugar y salve o condene al equipo de Menotti a la parábola de la realidad. Pero sin el perjuicio del inapelable veredicto del hecho consumado, de evidencias impuestas sobre todo sesgo especulativo, bien se puede reposar la lupa en lo que hasta aquí mostró y sufrió esta joven formación del Flaco. Al fin de cuentas sólo se trata de fútbol, sencillamente de un juego, aunque en estos tiempos su entorno luzca teñido de una cierta sordidez. Resulta que César Luis Menotti ideó -o mejor dicho intenta idear-un equipo cuyo desafío madre es jugar siempre al límite de sus posibilidades ofensivas y no para una situación límite específica. Es materia sabida que para el entrenador auriazul las soluciones futbolísticas no se encuentran en la cátedra de matemáticas, más allá de que la tabla que acompaña estas líneas perturba y grafica con rigor el comprometido futuro inmediato de los canallas. A tal punto es complicado el panorama, que Central arranca el Apertura 2002 con 1,080 puntos, el promedio más bajo. Precisamente la línea que blanqueó Menotti cada vez que se lo consultó sobre la incomodidad del promedio siempre se alejó de la paranoia numérica. "Central no puede pensar en el descenso, sí en armar un equipo competitivo para ser protagonista", fue el resorte discursivo al que apeló el Flaco cuando intentó hacer proselitismo con el ejemplo. "Mi objetivo es hacer un equipo, por eso cuando hay una idea clara de lo que se quiere existen dos alternativas, tenés un conjunto para pelear el descenso y otro para luchar por la punta. Y pensando en las matemáticas no se ganan partidos", siguió predicando el técnico de Central. Igualmente está claro que en medio de la lectura del DT aparece un equipo muchas veces sometido por las dudas de la inexperiencia y poco propenso a elaborar anticuerpos futbolísticos para paliar este estado crítico. ¿Entonces, qué preguntaría el abogado del diablo en estas ocasiones? Preguntaría, por ejemplo: "¿Acá no importa intentar o jugar bien, el equipo tiene que sumar como sea para salvarse del descenso?" Y, sin demasiado preámbulo, cabría responder: "El mejor método para ganar partidos es precisamente saliéndolos a buscar". Y esta inclinación casi incorporada en Central desde que Menotti se hizo cargo del equipo no invalida que la asignatura pendiente del Flaco es lograr que sus dirigidos concreten en proporción al tiempo de posesión de pelota y resolver en espacios reducidos. Hasta aquí la verdad de la milanesa eleva afirmaciones sin el brío de las aproximaciones de yapa. En el Apertura 2002 Central está obligado a realizar una campaña que roce los puestos de arriba si no quiere pactar con la vergüenza deportiva. Ese es el reto del esfuerzo superior en la instancia extrema. Si el equipo canalla logra hacerse fuerte en el juego y esa tendencia la traslada a los números, zafa. Si vacila, es boleta. Porque las dudas siempre son buenas para aproximarse a la sabiduría, pero contraproducentes para jugar al fútbol.
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