Año CXXXV
 Nº 49.475
Rosario,
sábado  11 de
mayo de 2002
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Cedieron una parte de la ex Jefatura a los organismos
El Pozo, de cárcel clandestina a Centro Popular de la Memoria
Trascendente decisión de la Provincia. "Ahora es nuestro", dijo una de las víctimas de la dictadura

Hernán Maglione / La Capital

Si bien los familiares de los desaparecidos y los sobrevivientes de la represión militar jamás volverán a recuperar la paz, ayer pudieron cantar victoria al menos en una batalla. El gobierno de la provincia decidió ceder las dependencias de la ex Jefatura de Policía de Rosario donde funcionaba el centro clandestino de detención El Pozo para que se cree allí el Centro Popular de la Memoria.
En la tarde de ayer, representantes de siete organismos de derechos humanos se reunieron con el ministro de Gobierno, Esteban Borgonovo, para rubricar el convenio posterior al decreto con el que el gobernador Carlos Reutemann resolvió que las antiguas dependencias del Servicio de Informaciones de la Unidad Regional II se conviertan en el Centro Popular de la Memoria. El proyecto busca la preservación de huellas y material testimonial, así como evitar "modificaciones estructurales que impidan su utilización futura con la finalidad de reconstruir y preservar la memoria colectiva".
"Es una buena noticia, ya que tengo entendido que se trata del primer centro de estas características que se crea en Argentina. Ojalá que pueda cumplir con su función primordial: transmitir la memoria y funcionar como un antídoto para el futuro", señaló Borgonovo luego de firmar el convenio con representantes de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, Abuelas de Plaza de Mayo, Madres de Plaza 25 de Mayo, Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, Secretaría de Derechos Humanos de Amsafé, Hijos y la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. Todos ellos, de manera directa o indirecta, fueron víctimas de la violencia física y psicológica. Los abrazos y las lágrimas demostraron que ayer ganaron una pequeña batalla.
Ana Moro y su marido fueron torturados allí en 1977. El Pozo, también conocido como La Favela, conserva los rasgos lúgubres de aquellos oscuros días. Ayer, por primera vez, Ana se animó a volver a caminar esos pasillos. "Es que ahora es nuestro", argumentó.
Junto al portón de San Lorenzo y Dorrego, una pequeña abertura conduce a una decena de escalones que llevan a lo que llamaban la recepción. Un estrecho pasillo permite ver varias habitaciones pequeñas, donde convivían los detenidos en condiciones infrahumanas. "Acá estuve un 25 de mayo. Se podía escuchar como cantaban el Himno", recordó Ana con una entereza envidiable.
A pocos metros de la recepción, sendas escaleras conducen al primer piso y al sótano. Arriba, tras subir unas escaleras muy angostas, funcionaba una sala de torturas. En las paredes derruidas se pueden ver todavía algunas leyendas borrosas, escritas con tiza: "Feced, el héroe".
En el sótano, las escrituras son menos visibles pero igual de estremecedoras. Se distinguen nombres y fechas de nacimiento, trazados en las paredes con elementos filosos. Silvia Bianchi, coordinadora del proyecto, explicó que se harán trabajos de restauración con una técnica con silicona. Una puerta junto a una extraña pasarela desemboca en calle San Lorenzo. Allí ponían música a todo volumen para que no se escucharan los gritos de los torturados. Ana Moro continuó relatando: "Acá estaban los legalizados".
"Los milicos tenían un cartel que decía: «Felices los que vuelven a empezar»". Lo que sucedió entre esas paredes está detallado en el Informe Borgonovo, nacido de la causa que investigó a Agustín Feced, publicado en exclusiva por La Capital durante octubre del 2000.



Los pasillos de El Pozo serán abiertos al público.
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